viernes, 28 de octubre de 2011

Desafío.


Como un lúgubre  desfile de almas se veían los habitantes de Natsuki, hacía ya tres meses que la plaga llegó a ellos, una primavera  infesta  cargada de podredumbre y desazón. La mayoría de los granjeros murieron  mientras los síntomas eran cada vez peores; al principio la fiebre los debilitaba hasta morir, llegando al segundo mes no sólo caían en cama, sus ojos se secaban cegándolos mientras la piel de todo su cuerpo se hacía cada vez más áspera e insensible, llegando a la novena semana los caídos en peste adquirían tics en su boca haciendo que esta fuera constantemente mordida, así mismo depositando un perenne hilo de sangre en la comisura de su boca, la misma piel seca casi tan corácea como la de un reptil, los ojos semi-petrificados y una expresión de locura, de perdición.

Finalizando los tres meses todos aquellos augurios, maleficios y mitologías fueron apocadas con el último síntoma, el Siche, al ser lanzado a las brazas para terminar con su dolor era inmune al fuego, tras pasar toda la noche en la pira; los campesinos se dirigieron a examinar el fuego y para su sorpresa los cuerpos habían perdido su piel y esta fue  reemplazada por un cuero carbonizado visualmente escamoso. Invadidos por las profecías de los viejos demonios del monte Geulimja, los habitantes sólo pudieron huir, atravesaban aldeas vecinas enterándose que la plaga se expandía lenta pero aterradoramente, villas fantasmas, tierras malditas, la pincelada de desolación decorando sus realidades.


En medio de todo estaba Yong…


Yong recordó a su abuelo quien se sentaba todas las tardes a contarle historias antiguas y sabias, llena de mitos, dragones, demonios y héroes. Yong pudo entender que tras de sí se levantaba la perdición de su país, una perdición que crecía con el temor y la ignorancia. Los demonios del Geulimja aparecían para atormentar las mentes débiles, para sumir en angustia las nobles almas, recordó también que no era la primera vez que aparecían, antes fueron encerrados gracias a poderosas reliquias de los mojes del Este.

Yong quedó en pie sintiendo el fuerte llamado de un destino, ahí, entre la multitud que cabizbaja ensombrecía con cada paso. Ella giró y empezó a caminar sobre sus pisadas, como una pequeña esperanza que lucha contra la marea, encontrar las reliquias, era sólo eso, las reliquias robadas por sus vecinos en guerra, una misión se levantaba ante sus ojos un imposible que debía ser  vencido.