martes, 30 de agosto de 2011

Antologías de libertad.

She comes in colors everywhere; She combs her hair, She's like a rainbow tarareaba alegremente Melissa a través de su ventana; su largo y tibio cabello resplandecía al fulgor del amanecer y en la lontananza se elevaban mariposas como quiméricas loas a la imaginación. Soñó desde pequeña con seguir la ruta que el viento dicta, con escalar montañas bañadas en crisálidas de nieve y sumergirse en ríos de colores. Anhelaba también encontrar las rutas secretas que llevaban a su Irlanda de ensueño, plagada de duendes y fatas, con vastas praderas de alegres colores engalanadas por  arcoíris revoloteantes.

Pero el tiempo pasó e inexorable le obligó a olvidar, las labores diarias y compromisos repentinos eran pequeñas prisiones que su soñar menguaba. Con nostalgia contemplaba un horizonte monocromático, embriagada en la nostalgia fallecía al sentir su alma morir de pena. El cabello blanco y estéril marcaba el paso de unos años no vividos, la lágrima descendiente un dolor nunca curado.

She comes in colors everywhere; She combs her hair, She's like a rainbow tarareaba alegremente Melissa en un amanecer primaveral y su cabello se engalanaba con el dorado fulgor del Sol, su diario vivir era exigente pero a través de su ventana podía volar y ser libre, segundos de libertad, libertad en segundos.

lunes, 29 de agosto de 2011

Déjà vu.


Siento que regreso a los antiguos senderos, a aquellas calles que marfil el tiempo oxidó;  bañando de  sepia los recuerdos difusos.  Me pierdo en pasadizos que mezclan nostalgia,  que enseñan a recordar lo que nunca se tuvo,  pasillos malditos y sacros, ironías de tiempo y propiedad.

Recuerdo el desfile, las comparsas y venturas,  las incontables tonterías, las noches de gala, la vida en antifaz. Recuerdo tu nombre como  tibio lamento de una vida en  tiempo fue vida, y así; sin quererlo,  me pierdo de nuevo en historias ajenas, en cantares y moralejas.  

Con el tiempo acrecentando mis largas arrugas contemplo dichoso un lago perdido, donde atracan los barcos de sueños que su rumbo perdieron, donde se ahogan los niños que en ti creyeron. Ahora más viejo y poco sabio te entrego aquella  palabra que significa recuerdo.

jueves, 25 de agosto de 2011

tristeza de verano


El sol, sobre la arena, luchadora durmiente,
Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro
Y, consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla,
Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso.
            
De ese blanco flameo esa inmutable calma
Te ha hecho, triste, decir -oh, mis besos miedosos-:
"¡Nunca seremos una sola momia             
Bajo el desierto antiguo y felices palmeras!"

¡Pero tu cabellera es un río tibio,
Donde ahogar sin temblores el alma obsesionante
Y encontrar esa Nada desconocida, tuya!
            
Yo probaré el afeite llorado por tus párpados,
Por ver si sabe dar al corazón que heriste
La insensibilidad del azur y las piedras.



                                                      Stéphane Mallarmé 

Alcoholismo

Las luces la noche hacian brillar el pelo de Amy, quien sin duda era la joya de la familia, mientras se encontraba fuera de casa lavando las ropas de su madre alcoholica, quien después de darse un baño, cayó dormida profundamente tras su dieta diaria de alcohol.

Para Amy, el mayor de los temores era llegar a ser alguna vez como ella, pues entendía que los hijos solían parecerse a los padres hasta en la actitud, y mientras para otros esto podía llegar a ser un orgullo, para ella era la peor de sus pesadillas.

Su única esperanza era su padre, pero papá solo era un cheque mensual que su madre dilapidaba con rápidez. Para Amy, robar era solo un tecnicismo, pues necesitaba dinero para comprar comida que no estuviera en lata, el unico alimento que presenciaba las alacenas de su casa, cuando las botellas de vodka barato le dejaban espacio.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Al triste.

Ahí está lo que fue: la terca espada 
del sajón y su métrica de hierro, 
los mares y las islas del destierro 
del hijo de Laertes, la dorada 
luna del persa y los sin fin jardines 
de la filosofía y de la historia, 
el oro sepulcral de la memoria 
y en la sombra el olor de los jazmines. 
Y nada de eso importa. El resignado 
ejercicio del verso no te salva 
ni las aguas del sueño ni la estrella 
que en la arrasada noche olvida el alba. 
Una sola mujer es tu cuidado, 
igual a las demás, pero que es ella.



                                                      Jorge Luis Borges

martes, 23 de agosto de 2011

Auschwitz


Esos poetas infernales,
Dante, Blake, Rimbaud…
Que hablen más bajo…
¡Que se callen!
Hoy
cualquier habitante de la tierra
sabe mucho más del infierno
que esos tres poetas juntos.
Ya sé que Dante toca muy bien el violín…
¡Oh, el gran virtuoso!…
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
que está ahí, desgajado de sus padres…
Y solo.
¡Solo!
Aguardando su turno
en los hornos crematorios de Auschwitz.
Dante… tú bajaste a los infiernos
con Virgilio de la mano
(Virgilio, “gran cicerone”)
y aquello vuestro de la Divina Comedia
fue un aventura divertida
de música y turismo.
Esto es otra cosa… otra cosa…
¿Cómo te explicaré?
¡Si no tienes imaginación!
Tú… no tienes imaginación,
acuérdate que en tu “Infierno”
no hay un niño siquiera…
Y ese que ves ahí…
Está solo
¡Solo! Sin cicerone…
Esperando que se abran las puertas del infierno
que tú ¡pobre florentino!
No pudiste siquiera imaginar.
Esto es otra cosa… ¿cómo te diré?
¡Mira! Este lugar donde no se puede tocar el violín.
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido, poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud…
¡Hablad más bajo!
¡Tocad más bajo!…¡Chist!…
¡¡Callaos!!
Yo también soy un gran violinista…
Y he tocado en el infierno muchas veces…
Pero ahora aquí…
Rompo mi violín… y me callo.
                                                            Leon Felipe


El Retorno.

Las paredes tienen oídos,
vientre y sangre.
Pero que no lo sepa el aire,
que lo ignoren el invierno
y el vendedor de esponjas;
que no se enteren mis fotografías que hablan;
que mi amor, oh montañas, oh cielos,
no levante su voz como raíz dulcísima.

Las paredes tienen oídos,
dientes, venas.
Pero que yo nunca, fumando,
diga su breve nombre de madera.
Que yo nunca sonriendo, pronuncie
su verdad: la cálida verdad.

Porque las paredes, como los sótanos,
tienen grandes oídos de herrumbre y frío,
desesperanza y pavor,
desconsuelo y locura.

Que yo nunca, en voz baja,
diga que he vuelto a amar.

                                                 Efraín Huerta

El juego de la rosa.


Hay una rosa escrita en esta página,
y vive aquí, carnal pero intangible.
Es la rosa más pura, de la que otros han dicho
que es todas las rosas. Tiene un cuerpo
de amor, mortal y rosa, y su perfume
arde en la sinrazón de esta alta noche.
Es la cúbica rosa de los sueños,
la rosa de los sueños,
la rosa del otoño de las rosas.
Y esa rosa perdura en la palabra
rosa, cien vidas más allá de cuanto dura
el imposible juego de la vida.
Hay una rosa escrita en esta página,
y vive aquí, carnal e inmarcesible.
                                                                         Carlos Marzal

Soneto XVI


Amo el trozo de tierra que tú eres,
porque de las praderas planetarias
otra estrella no tengo. Tú repites
la multiplicación del universo.
Tus anchos ojos son la luz que tengo
de las constelaciones derrotadas,
tu piel palpita como los caminos
que recorre en la lluvia el meteoro.
De tanta luna fueron para mí tus caderas,
de todo el sol tu boca profunda y su delicia,
de tanta luz ardiente como miel en la sombra
tu corazón quemado por largos rayos rojos,
y así recorro el fuego de tu forma besándote,
pequeña y planetaria, paloma y geografía.
                                                                             Pablo Neruda.

Nostalgia.


            Hace ya diez años
            que recorro el mundo.
            ¡He vivido poco!
            ¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
            y al viaje que cansa
            prefiero terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
            Estoy en la orilla
            de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
            que el terreno es brusco,
            que la cuesta es ardua,
            que el paisaje es mustio...
¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos!... Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y mis triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
            —¡He vivido poco!
            ¡Me he cansado mucho!
                                                                José Santos Chocano

La melancolía.


Hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? —Lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.

Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
Nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.

Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.

Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel. 
José María Heredia.

Porfía la libélula.


Porfía la libélula
Por prender su cruz transparente
En la rama desnuda y trémula...
Juntos, en la tarde tranquila
Vuelan notas de Angelus,
Murciélagos y golondrinas.
El pequeño mono me mira...
¡Quisiera decirme
Algo que se le olvida!
¡Del verano, roja y fría
Carcajada,
Rebanada
De sandía!

                                                         José Juan Tablada

lunes, 22 de agosto de 2011

Los caminos del amor.



Huele a soledad el campo
tan breve, tan sin sentido,
bajo un firmamento abierto
de par en par.
¡Apetito
de tierra sola, de tierra
desterrada, de caminos
que nunca llegan a Roma!

La carretera es un río
enjuto que no se acaba
y que no tiene principio.

Pero la esperanza enseña
a creer lo que no vimos;
el aire, la luz, la música,
la palabra...

Desistimos
de andar mirando las cosas,
descubriendo los registros
concretos.

El alto cielo
nos orienta con sus guiños
fulgurantes.

Levantamos
la mirada y transcribimos
su fausta telegrafía:

«¡Para el amor no hay caminos!»

                                                                    Victoriano Crémer.

A media voz.

Silencio, en tu sepulcro deposito
ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado ya, en la arena escrito.

Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy más que a la razón me allano,
y al tiempo le daré cuanto me quito.

Limitaré deseos y esperanzas,
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondrá breves a mi vida,

para que no me venzan asechanzas
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida huida.

                                                                     Juan de Tassis y Peralta
                                                                     Conde de Villamediana

El niño y la Luna.


La luna y el niño juegan
un juego que nadie ve;
se ven sin mirarse, hablan
lengua de pura mudez.
¿Qué se dicen, qué se callan,
quién cuenta una, dos y tres,
y quién tres y dos y uno
y vuelve a empezar después?
¿Quién se quedó en el espejo,
luna, para todo ver?
Está el niño alegre y solo;
la luna tiende a sus pies
nieve de la madrugada,
azul del amancer;
en las dos caras del mundo
—la que oye y la que ve—
se parte en dos el silencio,
la luz se vuelve al revés,
y sin manos, van las manos
a buscar quién sabe qué,
y en el minuto de nadie
pasa lo que nunca fue...
El niño está solo y juega
un juego que nadie ve.

                                                    Mariano Brull.

A un avariento.


En aqueste enterramiento
Humilde, pobre y mezquino,
Yace envuelto en oro fino
Un hombre rico avariento.
Murió con cien mil dolores
Sin poderlo remediar,
Tan sólo por no gastar
Ni aun gasta malos humores.
                                                    Francisco de Quevedo y Villegas

Deshora


Pureza amada, que mis ojos nunca
llegaron a gozar. Pureza absurda!
Yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma
ha roto su puñal en retirada,
cuando ha cuajado en no sé qué probeta
sin contenido una insolente piedra.
Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpados ciegos en purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir del triste barro
ni una migaja de tu voz; ni un nervio
de tu convite heroico de luceros.
Alejáos de mi, buenas maldades,
dulces bocas picantes...
Yo la recuerdo al veros oh, mujeres!
Pues de la vida en la perenne tarde,
nació muy poco pero mucho muere!

                                                            César Vallejo

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino. 

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

                                                       Konstantínos Kaváfis.

Gacela del Niño muerto.



Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta
a conversar con sus amigos.

Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido.

No quedaba en el aire ni una brizna de alondra
cuando yo te encontré por las grutas del vino.
No quedaba en la tierra ni una miga de nube
cuando te ahogabas por el río.

Un gigante de agua cayó sobre los montes
y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,
era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.

Garcia Lorca.

viernes, 12 de agosto de 2011

De qué callada manera.

¡De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera !
¡Yo, muriendo!
     
Y de que modo sutil
me derramo en la camisa
todas las flores de abril
     
¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera
la primavera?
¡No soy tanto!
     
En cambio, ¡Qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!
     
De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera
¡Yo, muriendo!


Masa.


Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder  nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; 
incorporóse lentamente, 
abrazó al primer hombre; echóse a andar...


Agua Sexual.

Rodando a goterones solos,
a gotas como dientes,
a espesos goterones de mermelada y sangre,
rodando a goterones,
cae el agua,
como una espada en gotas,
como un desgarrador río de vidrio,
cae mordiendo,
golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del
alma,
rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.

Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,
un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose,
cae el agua,
a goterones lentos,
hacia su mar, hacia su seco océano,
hacia su ola sin agua.

Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,
bodegas, cigarras,
poblaciones, estímulos,
habitaciones, niñas
durmiendo con las manos en el corazón,
soñando con bandidos, con incendios,
veo barcos,
veo árboles de médula
erizados como gatos rabiosos,
veo sangre, puñales y medias de mujer,
y pelos de hombre,
veo camas, veo corredores donde grita una virgen,
veo frazadas y órganos y hoteles.

Veo los sueños sigilosos,
admito los postreros días,
y también los orígenes, y también los recuerdos,
como un párpado atrozmente levantado a la fuerza
estoy mirando.

Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.

Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma
en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro al mundo.

y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer un agua sorda,
a goterones sordos.
Es como un huracán de gelatina,
como una catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.
Veo pasar sus aguas a través de los huesos.