Hoja solitaria y mustia, que de tu árbol arrancada, por el viento arrebatada triste murmurando vas, ¿do te diriges? —Lo ignoro, de la encina que adornaba este prado, y me apoyaba, los restos mirando estás. Bajo su sombra felice las zagalas y pastores cantaban, y sus amores contenta escuchaba yo, Nise; la joven más bella que jamás ornó éste prado tal vez pensando en su amado, en el tronco se apoyó. Mas contrastada la encina por huracán inclemente abatió su altiva frente dejándose despojar. Desde entonces cada día raudo el viento me arrebata, y aunque feroz me maltrata ni aun oso quejarme de él. Voy, de su impulso llevado del valle a la selva umbrosa, do van las hojas de rosa y las hojas de laurel.
José María Heredia.
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