Una luna plateada y dos estrellas
doradas fulguraban impetuosas sobre el casco de Lady Séni, su armadura de plata fría hecha con
delgadas capas sobrepuestas y entre éstas sedas púrpuras encabezaba la fila de
jinetes que orando avanzaban hacia el Norte. Los sacerdotes entonaban cánticos
sublimes que llenaban de paz a los combatientes. Caminaban lento, sin prisa ni
temor, el sol se levantaba majestuoso calentando sólo una parte de su rostro
mientras el aire aún frío del amanecer generaba en ellos la sensación de un
largo y calmado sueño. Con delicadeza empezaban a vislumbrar el umbral de su
destino; frente a ellos el Valle Gris se erguía imponente, cubierto de
árboles vestidos de musgo y sabiduría.
Era hora de la verdad…
Los jinetes comenzaron a posicionarse
en pequeños bloques, apoyando la lanza larga en el escudo pavés, el brío de los caballos embriagaban
de poder a los soldados allí presentes, al compás de las hachas los soldados
golpeaban la defensa de sus espadas contra el escudo, algunos arqueros se
desplazaban entre los árboles buscando posiciones ventajosas mientras
tarareaban cánticos de guerra. Como olas marinas que se desplazan una tras
otras, los jinetes empezaron a hacer sonar sus cuernos, majestuosos golpes de
aire que mecían el musgo del lugar y calentaban los corazones de los allí
presentes. Todos los arqueros en a grupos de diez lanzaron al aire una flechas
silbadoras que cortaban el sonido de los tambores cual cantos de águilas.
La guerra de guerrillas fallaba
sin emboscada, desesperados por no poder atacar algunos Hombres Sin Luz empezaron a acercarse arrojando inútilmente sus
lanzas. Como contrapartida, pequeños grupos de batidores empezaron a
desplazarse furtivamente por entre el bosque, presenciando la desesperación de
no poder pelear de frente, sabían que la única forma de empujar a estos
bárbaros a una descompensada guerra táctica era sesgando las posibles retiradas.
Se enfrentaban a un designio más grande que ellos, comenzaron a quemar de forma
equidistante algunas partes del bosque, los Hombres sin Luz se congregaron
contra ellos y entre golpe de lanzas o espadas les fueron diezmando; sin
embargo el daño estaba hecho. El bosque comenzó a crepitar indomable, el viento
del Norte barrió y alimentó las llamas, la corriente que bajaba de las montañas
hasta el lago era ahora un muro de fuego que crecía despiadadamente. Sin otro
camino que tomar los jinetes y guerrilleros sólo podían encontrar refugio lejos
del fuego en un pequeño paso en el Este, donde con cánticos les esperaban los
guardianes de la Cuaderna Este de Argus, la melodía de una batalla anunciada.
Me recuerda en algo a..."hold the fuckin' line"
ResponderEliminarHermosa Balada Bélica.
ResponderEliminarCenturion, debemos vernos y burlarnos de esa película.
ResponderEliminarGracias Gáby. :)
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