Ante los ojos de Marlene la realidad se transformaba, miró su mano derecha recién operada, la férula blanca parecía palpitar con ritmo propio. Toon tuc toon Toon tuc tat Pequeñas flores peludas empezaron a emerger, danzaban rítmicamente mientras duendecillos verdes saltaban de pétalo en pétalo. De repente, la suegra de Pantaleón -el más errático y alcoholizado- empezó a corretearlo con un pequeño cañón que disparaba limones. Cuando un lelocotonesco limón le golpeó, el quedó atrapado en una esfera que rebotaba sin parar hasta salir de ese universo llamado mano y aterrizó sobre unas arrugadas hojas llenas de operaciones matemáticas. Cuando fue estrellado contra las inecuaciones diferenciales, Pantaleón empezó a crecer y volverse metalizado, como un cybor de extraña tendencia vegetariana. En definitiva, el estrés y los champiñones salvajes nunca deben mezclarse.
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