miércoles, 29 de junio de 2011
Discurrir.
domingo, 26 de junio de 2011
Jairo Anibal Niño Escala Musical.
Re
Mi
Fa
Sol
La
Si...
¿Si?
-Sí mi Sol, si.
JAIRO ANIBAL NIÑO - 1941-2010
sábado, 25 de junio de 2011
Capítulo tres: infructuoso trámite
Es él…
Se encontraba mirando a aquel hombre de ojos verdes, completamente enajenada, sin embargo fue solo hasta que el viento sopló que el noto su presencia. Tenía como separador de páginas una hoja gruesa de diversas tonalidades de verde, cosa que desvió momentáneamente la atención de Anna Elise de la cara de aquella persona al curioso objeto.
No es tan difícil encontrarte Eli – Levantó la cabeza para mirarla a los ojos, su presencia le resultó perturbadoramente familiar –Debes cuidar más eso, dentro de poco vendrán a buscarte personas no muy agradables.
Disculpa, ¿cómo sabes mi nombre? –Tal vez él no era una persona muy agradable, alguien con la capacidad de entrar en los sueños no debía serlo, pensó- ¿Quién eres?
Sí recordaba lo desconfiada que era, pero supuse que después de lo del fin de semana no lo serías más –Y con una mirada de nostalgia recorrió el rostro de Anna Elise- Soy Jasper van Aldenberg –Le estiró la mano para saludarla formalmente-Supongo que una presentación tal y como es debido no está de más en este caso.
Me resultas familiar…
¿Qué le sucede a tu memoria?, todo un sueño de regresión durante dos días seguidos y sigues desconfiando de mí, ese es el objetivo de ese trámite Eli.
Anna Elisa ahora estaba más que convencida que aquel hombre fue quien invadió su conciencia durante el fin de semana, pero no se sentía cómoda comunicándoselo, no sabía quién era, ni que intenciones tenía, no lo sabía certeramente pero algo dentro de ella la invitaba a acercarse al extraño, esto último la confundió aún más, ¿Será algún truco de esta persona para que haga lo que me pida?, no se sentía como eso.
Jasper van Aldenberg, lo lamento pero debo entrar al trabajo, debo irme.
¿Tu pie ya sanó?
Su corazón volvía a desbocarse, Anna Elise tenía unas manchas de nacimiento en el pie izquierdo, manchas que desde hace una semana se habían estado moviendo, por lo que ella había pedido que le revisaran tan inusual sensación por miedo a cáncer, pero los resultados aún no llegaban. ¿Sería aquel sujeto amigo de sus médicos, tal vez colega?
Sí, esta mañana no tuve más dolor, ¿es usted médico, por eso ha venido, para decirme que tengo cáncer?
No tienes cáncer Eli, pero te aseguro que es algo aún más trascendental, ya veo que aún no estás preparada, volveré en otro momento.
martes, 21 de junio de 2011
No se me importa un pito que las mujeres...
No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
domingo, 19 de junio de 2011
Un mal día.
viernes, 17 de junio de 2011
Mentiras del pasado.
Canción con canción recuerdo,
Aquellas bellas historias, sinfonías
Raudas que me hicieron hombre.
Día y noche me siento solo,
Alejado de aquellas dulces promesas,
Mentiras siempre dispuestas.
Oraciones de benditas esperanzas
Melodías de negro corazón,
Odas a un tiempo que nunca llegará.
lunes, 13 de junio de 2011
Capitulo Dos: El primer encuentro
Sus manos poco a poco se salían de control, brillaban en una especie de fulgor azul que penetraba los rincones de aquel lugar de amplios techos, el fulgor se apoderaba de sus dedos, de sus manos y subía por sus brazos hasta tomar posesión de sus hombros y al conectarse en su pecho se extendió completamente en su cuerpo.
Anna Elisa se había convertido en una luz antropomorfa de consistencia líquida y tonalidad azul, sus cabellos ondeaban entre la habitación como al estar bajo el agua. La mujer de piel morena se puso en pie frente a Anna y sobre ella extendió sus brazos líquidos para bajar a la joven y devolverle su consistencia natural, acto seguido, su cuerpo suspendió actividad.
Él había llegado a ese lugar tal y como Anna Elisa lo había hecho, sin idea certera del cómo y el por qué, pero con una plena certeza de encontrarse mejor allí que en ningún otro lugar antes. Presenció aquella majestuosa transformación en elemento que realizó ese joven cuerpo, pero ella solo pudo divisar a un muchacho alto de ojos verdes que le centelleaban a través de aquel velo que rodeaba su humanidad.
Cuando Anna abrió los ojos, un hombre de grandes proporciones se encontraba absorto en la lectura de un grueso libro sentado a los pies de su cama, al notar el cambio en el ritmo de respiración Mark miró el rostro de la joven, la saludo con una cordial sonrisa y se retiró de la habitación. Al regresar con dos tazas de té, no se volvió a marchar hasta la salida del sol del día siguiente.
Te quiero.
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
domingo, 12 de junio de 2011
Meditación
miércoles, 8 de junio de 2011
Seducción y Traición
Por orden de su majestad El Rey Amplio, apodado así por su generosidad más que su contextura física. Se organizo un torneo de combate para saber las habilidades de batalla que poseía cada hombre de su reino. Por varios días se llevaron a cabo justas entre plebeyos, nobles, caballeros y todo aquel que quisiera demostrar su valía. En el tercer día de combate apareció Marion, una terrateniente de sembradíos de fresa, quien pedía una oportunidad para mostrar sus habilidades para la batalla, El Rey Amplio en ese momento más lleno de vino que de generosidad, accedió a las peticiones de la joven y de inmediato pidió a sus herreros encontrarle una armadura, pero Marion simplemente se rehusó a llevar una armadura ya que eso sólo entorpecería su “estrategia” de batalla.
Esto lleno aun más de curiosidad al rey amplio y a toda su corte, quienes esperaban ansiosos el momento en que esta joven se enfrentara en batalla. Cuando por fin llego el turno de Marion, los ojos voltearon a ver su contrincante, quien era nada más y nada menos que el Sir Barathar “puño de cólera”, campeón de innumerables torneos de toda la tierra explorada por el hombre. De inmediato el temor por la suerte de Marion se apodero de todos los cortesanos, pero más aún del Rey Amplio, al que el sentimiento de culpa por un posible fatal desenlace de esta joven no le dejaba ni con todo el contenido de su bota de vino corriendo libremente por su cabeza.
Llegada la hora del combate, Barathar desenfundo su espada y cuando estaba a punto de lanzarse contra su contrincante, se detuvo al ver que Marion sólo se recogió el cabello, humedeció sus labios y luego se acerco lentamente hacia él moviendo sus caderas, impávido y en silencio Barathar miraba a los ojos, los ojos azules y profundos de Marion, caminó lentamente hacia ella, la tomo en sus brazos y se sintió como en algún encanto que se describe en historias de seducción. Cuando la estocada de una daga en el cuello de Barathar, de manos de Marion acabo con ese silencio que se había apoderado de todos los que observaban esta batalla. Barathar cayó al suelo herido de muerte y mirando a Marion a los ojos, expiró. Es así como queda claro que en algunos casos es imprescindible para la victoria, la seducción y la traición.
martes, 7 de junio de 2011
Sangre revelada.
domingo, 5 de junio de 2011
Venganza.
miércoles, 1 de junio de 2011
Capítulo uno: el despertar.
Cuando Anna Elisa abrió los ojos en la mañana de lunes, no podía creer que siguiera tarareando la misma canción con la que se acostó a dormir el viernes en la noche. Al repasar ese fin de semana, no encontraba un solo recuerdo confiable, todo lo que llegaban a su mente eran imágenes fulminantes de un amorío con un hombre muy alto de ojos verdes. ¿Pero cómo, si Raphael no es mucho más alto que yo y sus ojos son indudablemente azules?
Mientras preparaba su café matutino se dispuso a llamar a Raphael a su teléfono móvil.
-Anna, que placer escucharte tan temprano, pensaba en llamarte más tarde, escucha, estoy seguro de que olvide mis anteojos de sol en tu apartamento.
-¿Cuándo los olvidaste?
-El sábado en la noche sin duda, me los quité cuando terminamos de ver esa película francesa que tanto te gustó, y como el domingo desayunamos con Syd no recordé guardarlos.
-…ah sí, tu viniste el sábado… y desayunamos con Syd el domingo – murmuró para sí.
Todo lo que Anna Elisa recordaba con certeza eran cientos y cientos de desayunos con aquel hombre alto de ojos verdes, desayunos a solas, con otros, con niños, en la cama, en restaurantes, en jardines; pero no el desayuno del domingo junto a Syd y Raphael.
-No te escucho bien Anna, ¿será que puedo pasar esta tarde a buscarlos?
De camino a la librería de la calle mayor, Anna Elisa trato de hacer memoria sobre su fin de semana, pero más imágenes con el mismo hombre llegaron a su cabeza, como si el sueño profundo hubiera absorbido su conciencia de un fin de semana completamente.
Su pulso se había comenzado a acelerar, no era una mujer de muchas virtudes, no era mi muy linda ni muy fea, ni muy alta ni muy baja, ni muy gorda ni muy flaca, ni muy rubia ni muy morena, ni muy encantadora ni muy insípida, ni muy divertida ni muy aburrida. Es él.
Brevemente, el aire se tornó un poco más caliente de lo acostumbrado para la mañana de un verano que recién comienza. Es él.
Es él, no había sido ningún sueño, el hombre muy alto de ojos verdes existía, y tomaba café en la mañana como ella, leyendo un libro de bolsillo como ella, cruzando las piernas debajo de la mesa como ella.
Su corazón quería abandonar el cuerpo por la boca, estaba segura de que lo sentía latir en la garganta… latir, más bien temblar, sacudirse, que importa, total estaría muerta en unos segundos, lo presentía.