Frida siempre tuvo unos ojos pequeños y un gato gris. Cada noche antes de acostarse lavaba sus manos en leche, encendía incienso en su ventana, arrojaba al aire semillas de mostaza; cada acto como un ritual sacro, cada suceso colmado de inocente poder. Una vez dormida, era el mordaz felino quien vigilaba su sueño enredándose en la larga bata carmesí.
Con el tiempo los días se tornaban cada vez más largos; extenuantes jornadas impregnadas por el estrés debilitaban la energía implacable de la buena Frida, la comida era instantánea, los rituales cada vez más cortos. En una noche de Junio, cuando la luna jugaba a esconderse, ella olvidó sus liturgias. Mientras dormía soñó con árboles que majestuosos se incendiaban y su crepitación rompía el horizonte, vislumbró demonios blasfemando en idiomas extintos arrebatándose unos a otros las entrañas, notó como un par de ellos se empezaron a acercar.
Frida asustada comenzó a correr, el calor del suelo aplacaba el dolor de las rocas cortando su piel, cada paso era una agónica carrera por sobrevivir pero una carrera muy larga, cuando las fuerzas se esfumaron y la muerte descendía sobre ella fue aquel fiel felino de corazón gigante quien de un salto cortó las gargantas de aquellos demonios para finalmente regresar sobre sus pasos y calmar a su dueña.
Frida despertó de un sobre salto, bañada en sudor y con los pies sangrantes, junto a ellos y sin dejar de mirarle Don Gastón sostenía una vara de incienso encendida, sin dejar de mirarle la arrojó contra sus pies, sin dejar de mirarle se enredó en su bata carmesí.
Ha hecho bien con los tags.
ResponderEliminarEs por eso que siempre consentiré a mi gatos ^^
ResponderEliminarGastón es un fiel guardián de los sueños...ha de ser por eso que siempre despierta lleno de arena!
ResponderEliminarEso o pasa mucho tiempo en su sanitario en las noches ¬¬
Prefiero creer en magia.
ResponderEliminarLa magia de los felinos. Me gusta mucho Capitán
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