Cuando Anna Elisa abrió los ojos en la mañana de lunes, no podía creer que siguiera tarareando la misma canción con la que se acostó a dormir el viernes en la noche. Al repasar ese fin de semana, no encontraba un solo recuerdo confiable, todo lo que llegaban a su mente eran imágenes fulminantes de un amorío con un hombre muy alto de ojos verdes. ¿Pero cómo, si Raphael no es mucho más alto que yo y sus ojos son indudablemente azules?
Mientras preparaba su café matutino se dispuso a llamar a Raphael a su teléfono móvil.
-Anna, que placer escucharte tan temprano, pensaba en llamarte más tarde, escucha, estoy seguro de que olvide mis anteojos de sol en tu apartamento.
-¿Cuándo los olvidaste?
-El sábado en la noche sin duda, me los quité cuando terminamos de ver esa película francesa que tanto te gustó, y como el domingo desayunamos con Syd no recordé guardarlos.
-…ah sí, tu viniste el sábado… y desayunamos con Syd el domingo – murmuró para sí.
Todo lo que Anna Elisa recordaba con certeza eran cientos y cientos de desayunos con aquel hombre alto de ojos verdes, desayunos a solas, con otros, con niños, en la cama, en restaurantes, en jardines; pero no el desayuno del domingo junto a Syd y Raphael.
-No te escucho bien Anna, ¿será que puedo pasar esta tarde a buscarlos?
De camino a la librería de la calle mayor, Anna Elisa trato de hacer memoria sobre su fin de semana, pero más imágenes con el mismo hombre llegaron a su cabeza, como si el sueño profundo hubiera absorbido su conciencia de un fin de semana completamente.
Su pulso se había comenzado a acelerar, no era una mujer de muchas virtudes, no era mi muy linda ni muy fea, ni muy alta ni muy baja, ni muy gorda ni muy flaca, ni muy rubia ni muy morena, ni muy encantadora ni muy insípida, ni muy divertida ni muy aburrida. Es él.
Brevemente, el aire se tornó un poco más caliente de lo acostumbrado para la mañana de un verano que recién comienza. Es él.
Es él, no había sido ningún sueño, el hombre muy alto de ojos verdes existía, y tomaba café en la mañana como ella, leyendo un libro de bolsillo como ella, cruzando las piernas debajo de la mesa como ella.
Su corazón quería abandonar el cuerpo por la boca, estaba segura de que lo sentía latir en la garganta… latir, más bien temblar, sacudirse, que importa, total estaría muerta en unos segundos, lo presentía.
Como discurrencias o aleatoriedades, nos redescubrimos cada día a través de los sueños, sucesos y mentiras.
ResponderEliminarAine!, no he visto posteado el Capítulo 2, aún no existe?
ResponderEliminar:) no aún no existe, pero pronto...
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