Probablemente siempre hemos de perdernos en pequeños instantes, que raudos
nos absorben y recordamos con nostalgia tiempos en los que creíamos nada más
importaría. Vamos caminando lentamente, abstraídos y anacrónicos, sintiendo que lo bello es historia, que el
mundo no es justo. Añoramos el pasado más que la muerte, sentimos más las
tristezas imaginarias que las virtudes diarias.
El tiempo condenatorio es el mismo tiempo salvador. Ayer éramos víctimas de
historias perversas, de situaciones incómodas y si fue el tiempo de mano de la historia quien borra las personas,
es ese mismo quien transforma lo
cotidiano en mágico e invita a compartir y a recordar con pequeños destellos de
alegría aquello que si bien fue hermoso, probablemente fue también
sobrevalorado.
Por eso amiga mía, no añores la muerte ni el pasado, que vivir en historias
ya contadas es abrazar la muerte, es despellejar e ignorar la vida.
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