Por orden de su majestad El Rey Amplio, apodado así por su generosidad más que su contextura física. Se organizo un torneo de combate para saber las habilidades de batalla que poseía cada hombre de su reino. Por varios días se llevaron a cabo justas entre plebeyos, nobles, caballeros y todo aquel que quisiera demostrar su valía. En el tercer día de combate apareció Marion, una terrateniente de sembradíos de fresa, quien pedía una oportunidad para mostrar sus habilidades para la batalla, El Rey Amplio en ese momento más lleno de vino que de generosidad, accedió a las peticiones de la joven y de inmediato pidió a sus herreros encontrarle una armadura, pero Marion simplemente se rehusó a llevar una armadura ya que eso sólo entorpecería su “estrategia” de batalla.
Esto lleno aun más de curiosidad al rey amplio y a toda su corte, quienes esperaban ansiosos el momento en que esta joven se enfrentara en batalla. Cuando por fin llego el turno de Marion, los ojos voltearon a ver su contrincante, quien era nada más y nada menos que el Sir Barathar “puño de cólera”, campeón de innumerables torneos de toda la tierra explorada por el hombre. De inmediato el temor por la suerte de Marion se apodero de todos los cortesanos, pero más aún del Rey Amplio, al que el sentimiento de culpa por un posible fatal desenlace de esta joven no le dejaba ni con todo el contenido de su bota de vino corriendo libremente por su cabeza.
Llegada la hora del combate, Barathar desenfundo su espada y cuando estaba a punto de lanzarse contra su contrincante, se detuvo al ver que Marion sólo se recogió el cabello, humedeció sus labios y luego se acerco lentamente hacia él moviendo sus caderas, impávido y en silencio Barathar miraba a los ojos, los ojos azules y profundos de Marion, caminó lentamente hacia ella, la tomo en sus brazos y se sintió como en algún encanto que se describe en historias de seducción. Cuando la estocada de una daga en el cuello de Barathar, de manos de Marion acabo con ese silencio que se había apoderado de todos los que observaban esta batalla. Barathar cayó al suelo herido de muerte y mirando a Marion a los ojos, expiró. Es así como queda claro que en algunos casos es imprescindible para la victoria, la seducción y la traición.
Armas tan letales no podían encontrar mejor usuario.
ResponderEliminarPor eso miro con tanto respeto a la mujer.
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