Al verse por fin luego de dieciséis años, Anna conoció a su padre, un hombre alto ya calvo con alma de marinero y corazón de acero, en vez de caer en llanto, renegar, golpear o abrazar; Anna se acercó a él y le acarició el rostro como hacía casi diecisiete años cuando su madre se le entregó en alma. Él sentía el calor de la familia, abrigando por vez primera aquellos frívolos espíritus sin notar que mientras tanto Anna lanzaba una maldición, tan terrible que la muerte era la escapatoria más sencilla.
Corto y preciso :)
ResponderEliminarMe agrada mucho tenerte de vuelta señor Hosnayder.
ResponderEliminarSiscate! atte: Ana la siscadora.
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