martes, 20 de noviembre de 2012

Poema 2

En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.

Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.

Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.

Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
del círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza

Pablo Neruda

martes, 30 de octubre de 2012

Poema 1

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito. 

lunes, 23 de abril de 2012

UTOPÍAS


 
     Cómo voy a creer / dijo el fulano
     que el mundo se quedó sin utopías
     cómo voy a creer
     que la esperanza es un olvido
     o que el placer una tristeza
     cómo voy a creer / dijo el fulano
     que el universo es una ruina
     aunque lo sea
     o que la muerte es el silencio
     aunque lo sea
     cómo voy a creer
     que el horizonte es la frontera
     que el mar es nadie
     que la noche es nada
     cómo voy a creer / dijo el fulano
     que tu cuerpo / mengana
     no es algo más de lo que palpo
     o que tu amor
     ese remoto amor que me destinas
     no es el desnudo de tus ojos
     la parsimonia de tus manos
     cómo voy a creer / mengana austral
     que sos tan sólo lo que miro
     acaricio o penetro
     cómo voy a creer / dijo el fulano
     que la útopia ya no existe
     si vos / mengana dulce
     osada / eterna
     si vos / sos mi utopía. 

domingo, 18 de marzo de 2012

Esencia De La Belleza.


¡Clap, clan , clap, tan!
Golpeaban las gotas contra el único ventanal aún en pie, permitiendo así contemplar tímidamente el paisaje. Hacía tantos años que la mítica y majestuosa ciudad capital se había sumergido en las sombras, como un lúgubre poema; cada casa, cada persona y cada esquina  aportaban esa melancólica rima. Sus calles eran ahora pasadizos mohosos con charcos que reflejaban un cielo siempre gris, la oscuridad era tan larga y densa que aquella diurna y pactada luz era una simple promesa de subconscientes tiempos mejores. Solo anhelos.

La plaga trajo consigo la muerte espiritual,  la gente que antes caminaba con la frente en alto ahora huía de la luz,  toda esperanza se perdía y sus rostros -antes bellos- eran ahora remilgos burlones, parodias  que destellaban trastorno. La leprosidad era tanta y tan común que en sus pequeños círculos sociales las personas sentían cierta tranquilidad, tranquilidad y envidia; pues si bien  alejada  de la luz y  aún  escondida de los ojos inquisidores, se encontraba una dulce muchacha, con belleza perenne y un mar salvaje hechos rizos en su cabello, tan bella, tan ajena...

Ella se encontraba sentada oyendo el clap, tan rítmico de la lluvia mientras era bañada por los destellos lunares y cobijada por la tranquilidad de su hogar. En su mano izquierda una ligera luz producto de una esperma encendida hacía que las sombras danzaran en su silueta. Ella, tan sonriente como siempre, recitaba un ligero cántico; a la par, de la hojilla de afeitar bajaba hacia su mano derecha  un hilo de sangre, de la comisura de su boca emanaba una carmesí miel. La canción era ahora acompañada de una pequeña salpicadura roja, sus ojos emblanquecidos comenzaban a saltar desesperadamente.

La sangre bajaba ahora por su cuello limpiando su piel, deshaciendo el paso del tiempo, aniquilando la peste. Tanta sangre empezaba a correr, tanta  que su piel se hacia sumamente blanca y pálida,  como la luna que inquisitiva desaprobaba aquel acto, era pues ese minuto de muerte, en el cual ella renunciaba a su cuerpo, el mismo en el que entregaba su espíritu a la esencia de la belleza, un instante el cual se hacía uno con sus demonios.



viernes, 16 de marzo de 2012

Otoño.


Como un baile llegan a ellas las sensaciones, inmensas alegrías y sonrisas; niños cantando por doquier. Unos leves haces cálidos contrastan  con el  aire frío de una mañana joven y enamorada, mientras el olor a manzana empieza a elevarse y condensarse entre las hojas; impregnan cada centímetro del árbol, se mezclan con el rocío matutino, se amalgaman, se aman. 


La tristeza es la muerte lenta de esas simples cosas, con cada manzana arrancada y con cada árbol movido, de la alegría verde mate al colorido de las hojas otoñales que en días previos enamoraba el paisaje, sólo queda un desfile de hojas suicidas y árboles desnudos, proyectiles de piel marrón que se inmolan al suelo comprendiendo que sus cosas queridas son tal vez ausentes y la alegría de la hermosa primavera no es más que un recuerdo lejano devorado por el tiempo. Abandonan este mundo con una sabiduría inmaculada, con el entendimiento pleno de haber amado y vivido, de haber sentido cada viento en sus delicados filamentos.

El sol, la lluvia, los predadores, la tempestad...

Han vivido y sufrido, abrazando la gloria y el miedo, a veces al tiempo, a veces en proporciones iguales. Es ahora el viento ausente de luz solar el que las golpea, revolcando sus cuerpos moribundos a la par que los estampillaba contra las pequeñas colinas, torbellinos de muerte decían los antiguos, y en la agonía de su despedida, en el dolor de su despedida, comprendían que lo vivido y encantado no podía ser jamás olvidado por más fuerte que embistiera el viento.

El olor a manzana era reemplazado por la densidad de agua en el aire y el sabor a tierra en la distancia, era el fin, pero un bello fin; la terminación Molto de una hermosa sinfonía que les enseñó a amar los pequeños detalles, las cosas simples que el tiempo mata, las cosas simples que brindan magia. 

miércoles, 14 de marzo de 2012

Le Parti des Vampires.


París era una fiesta, una de esas inolvidables fiestas. Decía Hemingway que si tenías la dicha de haber vivido tu juventud en sus calles bohemias y en esas plazas de algarabía, París te acompañaría hasta el final de tus días. –Hace tanto tiempo que no soy joven-  si sus calles cambiaron o el vestir de las personas, siento que en sí nada más cambió;  es la misma historia de corazones que juran amar la libertad y que en su piel se alberga el amor, la historia de eventuales jóvenes que creyeron haber nacido cuando el mundo no estaba listo para ellos, o demasiado tarde según otros.  

Veo otra muchacha caminar a mi izquierda, vagando por las estaciones del metro añorando aventuras; viste de negro y cuero –con un rostro tan pálido es una verdadera tristeza-, se debe sentir indestructible al ser abrazada por una belleza tan abstracta, piel de alabastro y ligeros cabellos dorados -sigo considerando que es demasiado pálida-, tal vez la juventud de ahora tiene gustos más sencillos y un tanto insignificantes. Coquetea por doquier aún cuando su caminar quiere expresar un aire de irrelevancia, es en verdad una tontilla.

Creo que las décadas me han hecho detestar los manjares irreverentes, no hay nada peor que probar la cálida sangre de un ser reacio –amarga cualquier intento de paz-. Ya me vio –tarde- , y cree que no soy más que un pobre viejo verde cautivado por una belleza incomprensible, pobre tonta, juega a ser un dios, uno pequeño, uno que ni siquiera puede ver el poder al rostro, ¡dudó! –ya es muy tarde- le enseñaré a no cazar en mi territorio.

París nunca dejará de ser una fiesta. 

Sin añorar.


Probablemente siempre hemos de perdernos en pequeños instantes, que raudos nos absorben y recordamos con nostalgia tiempos en los que creíamos nada más importaría. Vamos caminando lentamente, abstraídos y anacrónicos,  sintiendo que lo bello es historia, que el mundo no es justo. Añoramos el pasado más que la muerte, sentimos más las tristezas imaginarias que las virtudes diarias.

El tiempo condenatorio es el mismo tiempo salvador. Ayer éramos víctimas de historias perversas, de situaciones incómodas y si fue el tiempo de  mano de la historia quien borra las personas, es ese mismo quien  transforma lo cotidiano en mágico e invita a compartir y a recordar con pequeños destellos de alegría aquello que si bien fue hermoso, probablemente fue también sobrevalorado.

Por eso amiga mía, no añores la muerte ni el pasado, que vivir en historias ya contadas es abrazar la muerte, es despellejar e ignorar la vida. 

martes, 13 de marzo de 2012

Roja venganza.


¡La cabeza de un dragón rojo! Así sea pequeño dijo, así sea una cría de dragón.  

De todos los presentes para demostrar amor ese era el más disparatado.  Lord Adalhard consternado pero impulsado por el cariño, besó la espada con contrapeso en esmeralda y juró traerle a su amada una cabeza de dragón, así sea pequeña pensó, así sea una cría de dragón. Partió junto al alba llevando lo indispensable, odres y carne seca junto con una tienda de campaña. Caminó durante largas jornadas en mañanas frías con ligeros destellos de cálido sol, caminó durante interminables jornadas, bajo el tórrido calor en los valles de fuego, caminó y caminó hasta el fin del mundo (pensó) Sus brazos se hacían cada vez más fuertes y el peso de años no vividos plateó su rostro, era ahora algo más viejo, un poco menos enamorado; pero, luego de semejante proeza sólo quedaba conseguir una cabeza de dragón, así sea pequeña recordaba él, así sea una cría de dragón.

Llegar a la caverna fue sencillo, incluso evitar las trampas y triquiñuelas. Una vez frente al dragón fue más la virtud de los dioses aquello que le permitió escapar con vida, con una vida llena de éxtasis, ahora él se veía llegando en carruajes tirados por corceles blancos hasta el reino, entregando en un cajón de abeto negro la cabeza prometida, el premio reconfortante, la muestra más pura y heroica jamás demostrada en el reino.

Eso fue lo que él pensó.

Conociendo el camino regresar fue más sencillo, pero la gloria que en otrora soñaba fue reemplazada por harapientas prendas y un olor a podredumbre desesperante, el mismo olor que dejó un camino sencillo de seguir. Una vez en el reino cuando sus fuerzas empezaban a regresar contempló consternado como una sombra surcaba el cielo, hacia sus adentros entendía que el miedo era un demonio volador que acecha en los días tanto como en las pesadillas. El olor a azufre y temor se hacía cada vez más insoportable, aquella sombra crecía y aminoraba mientras daba círculos sobre el castillo, voló y voló, en las noches cual estrellas rojas dos puntos intermitentes apuntaban siempre hacia las paredes consideradas impenetrables.

Y el día cero llegó.    …Fue una venganza bañada en fuego y poder, sus alas podían romper paredes de piedra pura y su cola cual ariete serpenteaba indomable por pasillos u árboles y el fuego, ¡vaya fuego! Consumió las almas de los allí presentes pero no la de Lord Aldahard, él contempló como su familia era despedazada entre las lanzas blancas de sus dientes, decapitada y engullida sólo para ser vomitada en un rugido. Vio a su amor ser aplastado, vio su vida ser un festín. 


martes, 3 de enero de 2012

Día de previos

Ante los ojos de Marlene la realidad se transformaba, miró su mano derecha recién operada, la férula blanca parecía palpitar con ritmo propio. Toon tuc toon Toon tuc tat Pequeñas flores peludas empezaron a emerger, danzaban rítmicamente mientras duendecillos verdes saltaban de pétalo en pétalo. De repente, la suegra de Pantaleón -el más errático y alcoholizado- empezó a corretearlo con un pequeño cañón que disparaba limones. Cuando un lelocotonesco limón le golpeó, el quedó atrapado en una esfera que rebotaba sin parar hasta salir de ese universo llamado mano y aterrizó sobre unas arrugadas hojas llenas de operaciones matemáticas. Cuando fue estrellado contra las inecuaciones diferenciales, Pantaleón empezó a crecer y volverse metalizado, como un cybor de extraña tendencia vegetariana. En definitiva, el estrés y los champiñones salvajes nunca deben mezclarse.

lunes, 2 de enero de 2012

La Gloria Del Ahora.


Las llamas consumían rápidamente el bosque, tornados de humo se elevaban y condensaban oscureciendo el matutino cielo; doblegados por el calor los Hombres sin Luz avanzaban desesperados, las hileras de lanzas atravesaban su carne royendo  armadura de cuero tachonado. Lady Séni arrancó en embestida contra los hombres que saltaban del bosque hacia la entrada del valle, en el trotar de su caballo llevaba consigo la confianza de su rey, la esperanza de los hombres de la Cuaderna del Este y la espada vengadora que resarciría la muerte de Ser Duncan. Arrastró con una docena de contrincantes, con espada en mano se apeó y mientras gritaba, la sangre tibia de sus oponentes le sumaba confianza, coraje, precisión.

Unos jinetes lograron asesinar a alguno de los soldados que estaban talando los árboles, permitiendo así un ligero ataque por el flanco derecho, hicieron sonar cuernos gruesos y lúgubres, en pequeños grupos intentaron encerrar a los Argureanos allí presentes; sin embargo, las maniobras tácticas de Ser Allaham permitieron reforzar la retaguardia. Así se encontraban los soldados de Argus, intentando evitar el paso de los Bárbaros de Las Tierras Ásperas, encerrados entre las colinas y sus enemigos, condenados en una mano mortal que se cerraba lenta y eficazmente.

Ser Allaham ordenó que sus hombres se formaran en delta los jinetes y en cuadrado los soldados con escudos paveses. Intentando así crear un muro que contuviera las arremetidas de aquellos bárbaros, todo su poder de fuego se centraba en arqueros protegidos. Por otra parte lady Séni ordenó que sus jinetes avanzaran envistiendo e intentando rodear yendo hacia el fuego, sus opositores no intentaron detenerlos puesto que serían ellos los atrapados entre el muro de fuego. Aprovechando la distracción, ella salió corriendo e hizo señas a su guardia personal, todos fueron velozmente hacia los árboles que faltaban por talar, con las hachas allí abandonadas terminaron el trabajo, pero una lanza que fue arrojada desde un caballo surcó el cielo hasta aterrizar en ella.

Todo fue oscuro.

El caos comenzó a gobernar en el campo, la fortaleza de los defensores empezaba a flaquear. La guardia personal embriagada por la ira arremetió contra los pocos jinetes que habían pasado en ese momento mientas los otros bárbaros quedaban encerrados entre un muro de piedra, el angosto camino, el bosque talado y sus compañeros en abatimiento.

-¡Han matado a Lady Séni!- gritaron los hombre allí cerca. Ser Allaham que avanzaba empujando a los bárbaros contra el bosque vio el cuerpo caído de su compañera; una lágrima empezó a empozarse mientras sentía que el tiempo se detenía, pequeños recuerdos pasaron frente a sus ojos como un desfile nostálgico lleno de amor.

¡Por la vida de los hombres y la gloria de los mismos! ¡Ante ti amiga mía, que la sangre derramada nazca cálida en los compañeros que hoy temen morir¡ ¡Por un día sin mañana, por la gloria olvidada y las tierras libres! Dicho esto, Ser Allaham empezó una embestida brutal, todos los Argureanos gritaban ¡libertad! Mientras se abrían paso entre sus enemigos. Todos juntos eran partícipes de una mortal danza, sincronizada, perfecta.

Los Bárbaros de las Tierras Ásperas y aquellos Hombres sin Luz que sobrevivieron a la embestida fueron empujados contra un muro de fuego que crecía purificando aquella tierra mancillada con la sangre de una guerra. Olvidando el mañana eran héroes del ahora.

domingo, 1 de enero de 2012

Comienza La Batalla.


Una luna plateada y dos estrellas doradas fulguraban impetuosas sobre el casco  de Lady Séni, su armadura de plata fría hecha con delgadas capas sobrepuestas y entre éstas sedas púrpuras encabezaba la fila de jinetes que orando avanzaban hacia el Norte. Los sacerdotes entonaban cánticos sublimes que llenaban de paz a los combatientes. Caminaban lento, sin prisa ni temor, el sol se levantaba majestuoso calentando sólo una parte de su rostro mientras el aire aún frío del amanecer generaba en ellos la sensación de un largo y calmado sueño. Con delicadeza empezaban a vislumbrar el umbral de su destino; frente a ellos el Valle Gris se erguía imponente, cubierto de árboles vestidos de musgo y sabiduría.

Era hora de la verdad…

Los jinetes comenzaron a posicionarse en pequeños bloques, apoyando la lanza larga en el  escudo pavés, el brío de los caballos embriagaban de poder a los soldados allí presentes, al compás de las hachas los soldados golpeaban la defensa de sus espadas contra el escudo, algunos arqueros se desplazaban entre los árboles buscando posiciones ventajosas mientras tarareaban cánticos de guerra. Como olas marinas que se desplazan una tras otras, los jinetes empezaron a hacer sonar sus cuernos, majestuosos golpes de aire que mecían el musgo del lugar y calentaban los corazones de los allí presentes. Todos los arqueros en a grupos de diez lanzaron al aire una flechas silbadoras que cortaban el sonido de los tambores cual  cantos de águilas.

La guerra de guerrillas fallaba sin emboscada, desesperados por no poder atacar algunos Hombres Sin Luz empezaron a acercarse arrojando inútilmente sus lanzas. Como contrapartida, pequeños grupos de batidores empezaron a desplazarse furtivamente por entre el bosque, presenciando la desesperación de no poder pelear de frente, sabían que la única forma de empujar a estos bárbaros a una descompensada guerra táctica era sesgando las posibles retiradas. Se enfrentaban a un designio más grande que ellos, comenzaron a quemar de forma equidistante algunas partes del bosque, los Hombres sin Luz se congregaron contra ellos y entre golpe de lanzas o espadas les fueron diezmando; sin embargo el daño estaba hecho. El bosque comenzó a crepitar indomable, el viento del Norte barrió y alimentó las llamas, la corriente que bajaba de las montañas hasta el lago era ahora un muro de fuego que crecía despiadadamente. Sin otro camino que tomar los jinetes y guerrilleros sólo podían encontrar refugio lejos del fuego en un pequeño paso en el Este, donde con cánticos les esperaban los guardianes de la Cuaderna Este de Argus, la melodía de una batalla anunciada.