viernes, 28 de enero de 2011

Hasta luego

Me dejaste envuelto en el dolor de tu partida, me dejaste solo y con el vacío que tu lealtad y amor incondicional fueron capaces de llenar por tantos años. Entiendo que no querías hacerlo, entiendo que no era tu elección, que estas cosas son parte de la vida y lo acepto de muy mala gana.

En mi alma no queda el remordimiento de no haberte podido decir a tiempo lo mucho que te quería y lo mucho que significabas para mí; sin embargo, el no haberte podido tratar a veces con el mismo respeto con el que tu lo hacías me llenan de pena y ya no puedo decirte que lo siento, espero supieras que sentía mucho comportarme así.

Aun recuerdo el día que llegaste a mí, te vi con mis ojos de niño y mis gestos de alegría al poder abrazarte y sentir que tenia a alguien en quien depositar mi cariño y de quien recibir lealtad incondicional. Contrasta tanto con el día que te tuve que despedir en la más profunda de las impotencias al no poder hacer nada más que sostener tu mano y rebuscar palabras de aliento que ni yo podía creer. Tal vez antes de irte habrías querido decirme que fuera feliz a pesar del dolor de tu partida, tal vez en tu irracional ser habrías querido eso o solo que no sufriera tanto y espero que con el recuerdo indeleble que dejaste pueda lograrlo.

No quiero pensar en esas leyes de la metafísica que me impiden despedirme de la manera que quiero, así que no me queda más que despedirme con la inocencia de un niño para poder decirte con una tenue sonrisa…¡HASTA LUEGO!.

sábado, 15 de enero de 2011

Montaraz



El invierno encrudecía, las impetuosas tormentas descargaban su furia contra el suelo, marejadas completas gobernaban en lo que antes se consideraban colinas  fértiles, todo era una poesía, la majestuosa sinfonía del poder ejercido por la naturaleza que, para disgusto de los mortales, había encontrado  auditorio en nuestra realidad.

En lo alto de una colina, la boca de piedra que ferozmente se oponía al clima albergaba un relegado, atrás quedaron sus cálidas cenas en La Grill de los Ladrones y el respeto a su nombre. La vida de un hombre puede cambiar con la facilidad de un camaleón, ésta frase resonaba en su memoria, ya llevaba un año viviendo en la espesura del Moonwood, seis meses desde la desaparición de su maestro; ahora, solo, verdaderamente solo, sentía nostalgia por las decisiones precipitadas.

Se levantó y notó que sus raciones estaban próximas a extinguirse, con un suspiro de complacencia emprendió rumbo al Oeste, un pequeño rebaño debe estar por esos lugares               –pensó-, al recorrer las empantanadas sendas divisó con facilidad que no era el único cazador del lugar, media hora después, logró notar  entre las ramas a una jauría de lobos que felizmente disfrutaban las glorias de su caza, decidió evitarles.

Más al Este, cuando su arco apuntaba a la Yugular de su presa, notó un torpe movimiento, alguna criatura herida se arrastraba melancólicamente, ésta acción puso en sobre aviso a los animales que raudamente emprendieron huida. Al acercarse la lúgubre escena de un vigoroso lobo al borde de la muerte le conmovió. Tomo su espada dispuesto a acabar  con el sufrimiento de tan digno ejemplar; pero, algo en su mirada se colaba en lo más profundo de su alma.

Invadido por los juicios morales decidió dar un corte rápido e indoloro, el lobo, que comprendía su destino se desplomó lenta y orgullosamente sobre el suelo para así recibir su muerte, él, al notar la majestuosidad del carácter aquel, carácter que pocas criaturas con uso de razón pueden si quiera soñar, le dijo.

Eres ahora mi hermano,  nada te faltará, atenderé tus heridas Sombra.

Con una disimulada sonrisa en su rostro se dispuso a auxiliarle, había encontrado una nueva forma para empezar y así  curar las heridas de su alma.

jueves, 13 de enero de 2011

Sensualidad

Una extraña forma  de marcharse;
De alejarse sin abandonar,
Sin prometer, Sin siquiera querer irse.

Y sin verte me pierdo
En el tacto firme de tus pechos,
Que cómplices abrazan los míos
Y le brindan refugio a mis sueños.

Te vas por decir que te vas,
Mas nunca me abandonas,
Así, simple, sensual…

Te marchas sin dejar de sonreír,
De amar,
Soñar,
De Encantar.

Sensualidad, en la forma de despedirse,
De no prometer amaneceres,
De callar, reír e invitar.

¿Y qué puedes sentir?
Cuando mis ojos te siguen
En la majestuosa noche,
En el velo lunar que curioso advertía tu ida.

Hasta que te pierdes,
Hasta que la oscuridad te absorbe
Dejando un sensual velo en el aire.

Y sueño que te encuentro,
Para perderte cada noche,
Y así, como el éxtasis anunciado
fundirme en la encantadora promesa que brinda tu despedida. 

lunes, 10 de enero de 2011

Aprendizaje.


Noviazgos al azar, visitas furtivas a camas plenas, la compañía de una meretriz o el encanto de joviales enamoramientos; nada de esas tontas banalidades habitaba en la cabeza de Luan, desde pequeño las seductoras líneas de una buena novela escrita o los ejercicios básicos de matemática eras sus amantes más fieles, ninguna persona sobre la faz de la tierra podía si quiera despertar una ínfima fracción del encanto que las ciencias le otorgaban. 

Con una vocación de misántropo, Luan decidió enfocar sus energías en dominar a las personas sin que éstas se percataran, por ello se vanagloriaba tras cada litigio ganado o en el momento en que sus movimientos en la bolsa eran sutiles e inesperados, también cuando para su goce personal lograba escribir crónicas literarias de enorme asombro y controversia.


La realización de todas sus metas se daba en tanto se propusiera algo, de ésta manera dominó la encantadora melodía del majestuoso piano de cola, o purificó su carácter a través de la comunión con las artes marciales japonesas. 

La suma de todas las virtudes agrupadas con conveniencia para dar origen al protohombre contemporáneo no lograrían si quiera brindarle una minúscula cantidad de conocimiento acerca del arcano y poco entendido campo del amor.


Toda esa utópica vida que a borbotones manaba dinero fue brutalmente interrumpida, al intentar defender una multinacional conoció el hermoso rostro de sus pesadillas, Kiragh era la más hermosa maldición, con gracia se anteponía a sus movimientos y con una sutil pero encantadora sonrisa podía darle fin a cualquier discusión. Un enorme bagaje se sumaba entre tantas cosas a su lista de cualidades, en verdad era una rival de temer.

De repente el caos...

Uno tras otros lo casos perdidos se empezaban a enfilar ante sus ojos siempre jactanciosos, tras cada derrota la malévola y enamoradora expresión de ingenuo goce otorgado por Kiragh. Los números, las ecuaciones, las reseñas, todo se iba perdiendo en los rincones más profundos de su insensible mente, todo salvo el rostro de su siniestra pesadilla, todo menos el rostro de su amada.

Luan se instruyó...

Devoró cientos de tratados sobre el amor, consultó pitonisas e incluso practicó deportes, cualquier estratagema concebible por el ingenio humano fue desarrollada en su cabeza; pero, ninguna de éstas le logró brindar la paz añorada.

Finalmente derrotado, Luan decidió derrocar su alma hasta el infame acto de reconocer la gloria ajena, visitó a Kiragh en su hogar de veraneo en el Mediterráneo, cuando él intentaba exponer sus ideas, la voz no lograba ser diferenciada del cotorreo de una bandada de pericos, sus manos sudaban, el rostro mostraba un insano color pardusco; moría de pie frente a ella, Kiragh, al notar tan curiosos síntomas, comprendió que era su deber brindarle aquello que la ciencia y el método no consiguió, por tanto, con la excusa de un café, le invitó a pasar.

Ese fue el comienzo del final de sus pesadillas y maldiciones...

domingo, 9 de enero de 2011

Noches de Arabia

La pared del balcón labrada en azulejos se divisaba a setecientos metros de la casa por el camino por el que él solía recorrer cada noche desde su regreso para verla. Las cortinas de seda malva formaban un vaivén que junto al calor de le noche despejada seducían al gentil caballero que pretendía a la señorita Kerana.

Pero ella no saldría a menos que los cortejos fueran aceptables dentro de sus exigentes parámetros, pues, categoría que pudiese ocurrírsele a el candidato de turno ya había sido experimentada por varios predecesores, así que ella tenía la forma de comparar. Sintió su presencia a cien metros del arco de herradura de su balcón decorado con arabescos dorados y una guitarra comenzó a sonar.

La misma luna que vio llegar galán por galán a aquel lugar con estilos de música tan distintos como ríos alimentan el mar, fue testigo de un indómito sonido que perturbo la serenidad de Kerana tras las cortinas. No podía afirmar que fuera el más elegante o el más perfeccionado, pero algo en su forma de tocar, cautivo hasta la misma alma de aquella que se había atrevido a juzgar y tras esa encantadora serenata, por primera vez las puertas de las escaleras que llevaban al cuarto de Kerana se abrieron para recibir al visitante y en el calor de la noche despejada, alumbrados por la luna inquisidora, la velada termino en dulces caricias.

jueves, 6 de enero de 2011

Primeras y únicas plantas

Vagando por la frondosa selva en la que se había convertido su ciudad, no podía evitar sentir nostalgia de lo que antes fueron vibrantes establecimientos dedicados al comercio y al servicio de los transeúntes. Bastaron malas decisiones de quienes estaban “a cargo” para que fuera cuestión de días en los que ya no quedaba nada de esperanza por impedir el inminente conflicto y planes de reconstrucción fueron el tema de moda en los frívolos cotillones de la privilegiada población que no tenía porque sufrir el suplicio de repetidos ataques aéreos y terrestres.

En las calles, personas menos afortunadas no podían sino sentirse ultrajadas por quienes los habían hundido en tal situación. ¿Con qué dinero pensaban ellos efectuar tal reconstrucción, si todas las reservas fueron destinadas a la guerra y a los cotillones?

Una terrible desazón penetró en las almas de aquellas personas que lo perdieron todo sin la esperanza de poder recuperarlo, y para quienes pudieron regresar, la carretera completamente destrozada desde el limite con la ciudad vecina era solo un augurio de las calles cuyas casas solo dejaron como prueba de existencia techos en el la primera y ahora única planta de lo que algún día alguien tuvo la fortuna de llamarlo hogar.

Oasis.

Atravesar la carretera, era ese su único fin. En la lontananza se desvanecían los paisajes, el calor mal figuraba aquel entorno  y con esto sumergía sus recuerdos en un amargo tormento. Atrás quedaron las calles de casas pequeñas llenas de infantiles gritos, las tierras fértiles y los Domingos en el lago, un Bluesman  no encuentra mayor atadura que el enfrentar su destino, así éste se plague de desazón y tristezas.

Hace poco, cuando el abatimiento llenaba su cabeza con locura, como un acto desesperado abandonó su solitario hogar, caminando recordaba los sucesos que le llevaron a ser el hombre de triste mirada; su esposa fallecida, el hijo que nunca conoció, las deudas, un pueblo que ya no parecía ser el de antes.

Al anochecer, luego de elevar loas a la luna y solicitar con clemencia la paz añorada, se sumergía en sueños angustiosos, terribles imágenes aparecían en ellos, los fantasmas del pasado eran revividos en cada  una de las quedas, así, cada noche embriagada en el dolor se sumaba a los amaneceres aciagos, una lamentable forma de inspirarse.

Los días corrían, en la boca de las personas nacía la historia de un hombre que vendió su alma para construir los mejores acordes del Blues, cientos de mitos se construyeron pero ninguno pudo siquiera acercarse a la verdad, mientras todos especulaban sobre la llegada de un mesías, él simplemente intentaba huir. Un atardecer, cuando el sol quemaba inclemente el asfalto, sobrevolando el techo de una humilde vivienda vio a su esposa, atónito cayó al piso e invocó misericordia -el despertar en éste mundo no era menos que una agonía-, mas la clemencia nunca llegó haciendo a la aparición inamovible,

Ella se acercó hasta fundirse con él en un perenne abrazo, al besarla entendió que nunca estuvo solo y en las noches de tormento era ella su más fiel vigía, con la epifanía a flor de piel pudo por fin descansar. Juntos emprendieron el viaje de sus vidas  abandonando las ataduras terrenales, las tristezas, el dolor, los miedos, los mitos, la cárcel llamada cuerpo…  …Juntos emprendieron el camino a casa.

miércoles, 5 de enero de 2011

La Dama Blanca.

-¿Y si le robara la vida a las personas de éste continente sería suficiente muestra de carácter?
-Sí, de lograrlo no sólo demostrarías tu valía, también me entregaría a ti por toda la eternidad, juntos gobernaríamos el inframundo, cada tumba sería nuestra, todas las almas nos rendirían respetos y pagarían tributos  perpetuamente; pero, sólo si consigues ese cometido, de lo contrario puedes regresar por el camino que te trajo hasta aquí, si intentas volver en caso de fracasar, seré yo quien le robe la vida a tu cuerpo y encierre tu débil alma en las mazmorras más oscuras.

Él, comandante supremo del los ejércitos del Sur, emprendió la cruzada más cruel bañada por esa noble ilusión, por amor cruzó valles y desiertos, montañas y ríos, por amor degolló ancianos y niños, por amor la muerte del mundo caía sobre su nombre, cada alma arrebatada extinguía una estrella sobre el universo que entristecido le contemplaba.

Ahora, cansado y pequeño, con el peso del tiempo sus pies se arrastraban pidiendo clemencia, la tierra convulsionaba marrón por la sangre derramada, en el cielo las noches eran gélidas sin una sola estrella que brillase notablemente, el continente mismo lamentaba el ocaso de su dicha, habían profanado su virginal lecho.

Sin importar cuantas vidas arrancó, nunca fueron suficientes, los años platearon sus cejas, arrugaron su rostro, finalmente encontró su deceso en el acero de alguien que interrumpió  esa campaña. Al llegar al inframundo y ver el inmarchitable  rostro de la Dama Blanca que sonreía pícaramente supo entonces que el amor no exige, sólo construye,  con ese pensamiento se abrigó por toda la eternidad en las mazmorras más frías y oscuras.

martes, 4 de enero de 2011

Debe ser el destino

Corriendo, a toda velocidad. Así pasaba los días de su infancia Tobías, un niño ambicioso, apasionado y muy eufórico. Quien a pesar de ser hijo de campesinos analfabetas, ya para su edad era un estudiante modelo en su escuela. Corría a todos lados, al pueblo, a la escuela, a su casa, pero un día alguien paró de golpe su carrera, era un rostro, un rostro más hermoso de lo que con su escaso léxico pudiera llegar a describirse atravesó de intempestivamente en su camino, se tropezó, pero el dolor no logró amilanar esa sensación de calor en su rostro, el retorcer de su estomago y el temblor de sus piernas. –¿te lastimaste pequeño?- pregunto preocupada la pequeña dama. Nervioso Tobías negó con la cabeza, pero eso no convenció a la pequeña dama que se agacho para chequear las raspaduras de las piernas y brazos de Tobías. Quien más rojo que el mismo diablo se paró de golpe y siguió su camino, aun cojo, pero a partir de ese momento enamorado.

En casa los padres de Tobías le contaron que tenían nuevos vecinos y al momento de describir a una de sus miembros Tobías de nuevo se sonrojo, pero esta vez dejando emerger una tímida sonrisa.

Desde ese día de aquel encuentro y por varios más Tobías disminuyo su velocidad en el mismo lugar en donde encontró esa mirada que para él no tenía comparación y cuando perdía la esperanza de volver a cruzarse con ella más adelante en un claro del camino la vio, con unos canastos y con mucho sudor en su rostro, el temblor de sus piernas y el calor de su rostro regreso súbitamente e inversamente proporcional a las ganas de saludarle, pero reunió el valor que pocos logramos reunir en tales situaciones y se quedó allí esperando que pasara por su lado, pero la historia fue otra, la pequeña dama esta vez fue quien tropezó con su cargamento casi como justicia divina por la caída que involuntariamente provocó a Tobías. El niño acomedidamente comenzó a ayudarle a recoger todo su cargamento y con una sonrisa y diciendo gracias se alejo lentamente de Tobías. Ahora el pequeño se quedo allí solo con sus pensamientos y tratando de encontrar explicación a lo sucedido y con su inocencia solo suspiro y dijo: “debe ser el destino”. Tal vez si, tal vez no, pero Tobías empezó a descuidar un poco sus estudios porque ahora todo el poder de su mente se encontraba ocupado pensando en esa pequeña dama de piel frágil y de mirada angelical envuelta en un vestido blanco. No le importaba que pasara a su alrededor, el solo quería hacer su propia historia de amor al lado de ese rostro.

Pasaron los días, pasaron los meses y también los años. Tobías ya no era un niño y durante todo este tiempo creció pasando de largo entre saludos y halagos a esa pequeña dama que tanto cautivo su vida desde ese tropezón y aun decía entre suspiros: “debe de ser el destino”.

En el último día de la primavera, Tobías había logrado cortar las últimas flores de la estación y lleno de ansias espero a que se diera el cotidiano encuentro con la pequeña dama. Tobías espero paciente, lo hizo con una sonrisa que con el paso de las horas se fue desvaneciendo, hasta que como todo en el universo se extinguió. En el camino a casa y durante toda la noche se sumergió en sus propias divagaciones, pensaba ¿Por qué? Y a la mañana siguiente, lleno de la determinación que tal vez pocas veces logro conseguir se fue a buscarla y allí en el lugar donde se suponía debía encontrarse una casa, solo cenizas encontró, pues esa noche una vela extinguió la vida de ese lugar y así Tobías nunca pudo entregarle a la pequeña dama las ultimas flores de la estación y tampoco pudo volver a decir entre suspiros: “debe ser el destino”.

Así es como a veces la falta de determinación y la falta de coraje puede costarnos el llegar a amar o como también puede accidentalmente impedir sentir un dolor aún más fuerte.

Locuras.


Sólo en los brazos de Hefesto puedo encontrar la paz que éste mundo me ha arrebatado -se repetía constantemente mientras daba vueltas en círculos por la sala-, ¡Calla Mujer! ¡Calla! Todo estará bien, todo estará bien... Mira, esto se nos ha salido de las manos, tú estás cansada de la monotonía y yo no quiero volver a ese cielo de espumosas paredes sin ventanas; bien, algo podemos hacer, algo se puede hacer.

No, no. no, no. no... -Dijo rápidamente cuando ella intentaba salir por la puerta trasera- No me puedes abandonar, ¡Deja de gritar! ¡No llores! Está bien, está bien, te soltaré sólo si evitas huir, no me puedes dejar aquí, no me puedes abandonar, estamos juntos en esto, eras tú quien quería ponerle emoción a tu cotidianidad, pues bien, ¡Ahora están todos muertos! ¡Muertos entiendes! Y no hay nada que podamos hacer ya.

Al ver los sollozos espantosos de aquella mujer desesperada, su alma se conmovió, tomó su arma y con un disparo en la entrecejo detuvo aquel sufrimiento, luego apiló los cuerpos en medio de la sala y encendió las cortinas, así fue abrazado por el piadoso y sagrado fuego de su amado Hefestos.

sábado, 1 de enero de 2011

Breves Decesos.

Llega la noche y con ella la infinidad de imágenes, como una aurora boreal todas se enfilan derrochando aires quiméricos –una curiosa forma de prever la muerte-, aparece  la inocente infancia, algunas erróneas  decisiones en  la juventud, los vicios, la amargura, la gente enferma que despertó mis más grandes odios, aquellas venganzas que quedaron escritas en papel.

Lentamente muero, toda esa historia tallada  entre el llanto y la sangre empieza a corroer mi ser, carcome mi alma, llena de aburrimiento mi existir, por un momento sucumbo… 

Finalizando las tormentosas imágenes llega una guitarra, se asoman las noches de cofradía, florece tu sonrisa. Siento reverdecer con alegría mi piel, me hago sabio, dichoso; sonrío viendo esos puntuales momentos, aquellos breves y provechosos sucesos que me hicieron hombre, que le enseñaron el amor a mi cuerpo.

Al final de las imágenes encontré las mentiras, algunas salvadoras otras innecesarias, descubrí también las que quiero seguir creyendo, otras tantas que había olvidado e incluso muchas que pensé eran ciertas. Mil mentiras que como excusas para vivir se quedan cortas ante la dicha misma del sentir.

Al finalizar mi angustia, cual resurrección te encontré a ti, la mejor razón para saber que he vivido, el motor  para seguir creciendo.

Adiós.

De forma explosiva el año ha pasado –para  variar-, en él, tristezas y dichas por doquier he encontrado; perdí gente, conocí nueva, olvidé cosas que nunca fueron mías, rapté, mentí, soñé, amé, odié, crecí…  finalmente algo más he crecido, indagué por los diversos aspectos que me rigen, estudié mis facetas, exploré mis temores, me mentí un par de veces, y finalmente, cuando todo está dicho pude felizmente encontrar el rostro de aquellos que a pesar de las vicisitudes se mantienen firmes en mi vida.

A todos ustedes mil gracias, por aportar, desmentir, corroborar, contrapuntear y sobre todo por ser sinceros, reales, tangibles. ¡Incontables agradecimientos! Espero éste año sea dichoso con todos ustedes, que a alegría, coherencia, prosperidad, entendimiento, unidad, y demás se mantenga siempre a su lado.

Feliz año.

Sé que debí escribir esto antes, pero me quedé dormido. (Sonrisa)