jueves, 6 de enero de 2011

Oasis.

Atravesar la carretera, era ese su único fin. En la lontananza se desvanecían los paisajes, el calor mal figuraba aquel entorno  y con esto sumergía sus recuerdos en un amargo tormento. Atrás quedaron las calles de casas pequeñas llenas de infantiles gritos, las tierras fértiles y los Domingos en el lago, un Bluesman  no encuentra mayor atadura que el enfrentar su destino, así éste se plague de desazón y tristezas.

Hace poco, cuando el abatimiento llenaba su cabeza con locura, como un acto desesperado abandonó su solitario hogar, caminando recordaba los sucesos que le llevaron a ser el hombre de triste mirada; su esposa fallecida, el hijo que nunca conoció, las deudas, un pueblo que ya no parecía ser el de antes.

Al anochecer, luego de elevar loas a la luna y solicitar con clemencia la paz añorada, se sumergía en sueños angustiosos, terribles imágenes aparecían en ellos, los fantasmas del pasado eran revividos en cada  una de las quedas, así, cada noche embriagada en el dolor se sumaba a los amaneceres aciagos, una lamentable forma de inspirarse.

Los días corrían, en la boca de las personas nacía la historia de un hombre que vendió su alma para construir los mejores acordes del Blues, cientos de mitos se construyeron pero ninguno pudo siquiera acercarse a la verdad, mientras todos especulaban sobre la llegada de un mesías, él simplemente intentaba huir. Un atardecer, cuando el sol quemaba inclemente el asfalto, sobrevolando el techo de una humilde vivienda vio a su esposa, atónito cayó al piso e invocó misericordia -el despertar en éste mundo no era menos que una agonía-, mas la clemencia nunca llegó haciendo a la aparición inamovible,

Ella se acercó hasta fundirse con él en un perenne abrazo, al besarla entendió que nunca estuvo solo y en las noches de tormento era ella su más fiel vigía, con la epifanía a flor de piel pudo por fin descansar. Juntos emprendieron el viaje de sus vidas  abandonando las ataduras terrenales, las tristezas, el dolor, los miedos, los mitos, la cárcel llamada cuerpo…  …Juntos emprendieron el camino a casa.

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