martes, 4 de enero de 2011

Locuras.


Sólo en los brazos de Hefesto puedo encontrar la paz que éste mundo me ha arrebatado -se repetía constantemente mientras daba vueltas en círculos por la sala-, ¡Calla Mujer! ¡Calla! Todo estará bien, todo estará bien... Mira, esto se nos ha salido de las manos, tú estás cansada de la monotonía y yo no quiero volver a ese cielo de espumosas paredes sin ventanas; bien, algo podemos hacer, algo se puede hacer.

No, no. no, no. no... -Dijo rápidamente cuando ella intentaba salir por la puerta trasera- No me puedes abandonar, ¡Deja de gritar! ¡No llores! Está bien, está bien, te soltaré sólo si evitas huir, no me puedes dejar aquí, no me puedes abandonar, estamos juntos en esto, eras tú quien quería ponerle emoción a tu cotidianidad, pues bien, ¡Ahora están todos muertos! ¡Muertos entiendes! Y no hay nada que podamos hacer ya.

Al ver los sollozos espantosos de aquella mujer desesperada, su alma se conmovió, tomó su arma y con un disparo en la entrecejo detuvo aquel sufrimiento, luego apiló los cuerpos en medio de la sala y encendió las cortinas, así fue abrazado por el piadoso y sagrado fuego de su amado Hefestos.

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