Y resulta que en las noches frías como un delgado hilo de aliento tu voz se teje, entremezclando con puntadas la esperanza amena, apartando los lúgubres recuerdos, los innecesarios sueños, la desdicha ajena. Me pierdo como un cometa en tus nocturnos ojos, en aquel constelado mirar que con dulzura aparta la magia impura, invitándome a discurrir por tu blanca piel, por tu castaño mirar.
Con un pequeño soneto tu voz se confunde, cabalgando firme en tu aliento siento aquellas promesas que en la distancia afirmas; loas, sonrisas y mil manías. En dicha canción encuentro la realización de mis glorias, la expiación de mis culpas.
Y de nuevo tu aliento como descanso sacro, trayendo los sueños que la lontananza olvida, brindando un sutil halo de vida.
En el sueño, en lo más preciado de mis recuerdos se encuentra tu vívida imagen que me acompaña a explorar los vastos campos de manzanos y olivos que llenan nuestras vidas de valiosos destinos en el diario crecer que es el aprender.
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