viernes, 29 de abril de 2011
La muerte
miércoles, 27 de abril de 2011
Las agujas de Alpha
…treintaidós puntadas y eso es todo- recitó Alpha al terminar de escoger el tamaño del nuevo saco que tejía para Vilho, tal y como se lo enseñó su madre. Que mejor que una acogedora tarde de invierno al calor de la chimenea para albergar tal empresa.
En las casas aledañas las personas encendían las luces de sus casas con un simple conjuro y lavaban los trastos con uno un poco más complejo, pero el noble arte de tejer jamás podría ser reemplazada por un sortilegio, pues entre puntada y puntada se anida el esfuerzo y el cariño de quien se destina horas para lograr una linda prenda.
El movimiento de las agujas es un sonido en el recuerdo de los inviernos, ningún sortilegio podría reemplazar tal enternecedora imagen de quienes dedican su tiempo a dar abrigo a quienes más quieren.
martes, 26 de abril de 2011
Sucede que me canso de ser hombre-
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
lunes, 25 de abril de 2011
Dejar la pendejada.
sábado, 16 de abril de 2011
La Espera, parte I
Las gotas de rocío brillan majestuosas sobre el césped del parque principal, milagro que presencias cada mañana al abrir las cortinas de tú cuarto, cuando permites que tus rizos al sol iluminen el rostro de tu madre, quien con amorosa mirada, te espera desde el marco de la puerta para darte el beso de buenos días.
En esos días el más esperado regalo era la llegada de las vacaciones, que te permitiría dormir hasta tarde y te invitaría a salir a jugar con tus amigos en el jardín.
Las mañanas heladas no se comparaban en nada con la salida del sol como despertador, pero es hora, el colegio aguarda, y en faldas hasta las rodillas debes ir a estudiar, despidiéndote de tu madre y padre al terminar el desayuno.
En esos días el más esperado regalo era el encuentro con tus amigos en el colegio, y tramar con ellos los más divertidos encuentros; ir a cine, ir a nadar, ir a caminar.
Los rayos de luz han vuelto a despertarte, pero ya no hay rocío sobre el césped del parque principal, ya no hay parque porque no te encuentras en el mismo lugar. Otra vez salir a estudiar, sin madre que te espere en el marco de la puerta y sin padre que se despida de ti al terminar el desayuno, debes ir a estudiar, quieres ir a estudiar.
En esos días el más esperado regalo era recibir preciada educación para ayudar a un futuro mejor para ti, para tus amigos, tus vecinos y tus hijos.
Las mañanas heladas han vuelto, pero ahora su cálido cuerpo te abriga a tu lado, él ha estado durmiendo contigo dos años atrás, y en ese lugar el cual mantienen con un empleo modesto han decidido comenzar una familia, ya les han hecho ofertas de una mejor paga y el lugar en el que siempre han anhelado vivir se hace más nítido con el paso del tiempo.
En esos días el más esperado regalo es el lograr obtener el lugar en el cual edificar tú familia, su familia, la familia de ustedes.
Los rayos de luz que se asoman por la ventana de tu pequeño apartamento serían una bendición, si no siguieras allí, si te hubieran dado lo que te prometieron, lo que tanto anhelabas. Pero con su llegada no solo tus sueños se desmoronaron, también los de tus amigos, tus vecinos y tus hijos que no han nacido aun. Ahora trabajas todo el día porque ellos te obligaron a escoger, entre poder comer y tener un techo o sufrir todo el peso de su ley.
En esos días el más esperado regalo es su partida, o un rayo de luz verdadero que los ayude a negarse a sus dictatoriales demandas.
Las mañanas nunca han sido tan heladas, su cuerpo cálido junto al tuyo es lo más preciado que tienes en ese momento, lo que les han permitido conservar en el cuarto al que redujeron el pequeño apartamento, junto con su cama, una pequeña cocineta, un sillón y una mesita. En las paredes escondiste todos tus libros, o ellos se los habrían llevado también.
En esos días el más esperado regalo es su muerte, es lo que les deseas después de que ellos se la dieran a tantos amigos y vecinos que se opusieron firmemente a sus demandas.
jueves, 14 de abril de 2011
Amaneceres Rojos.
miércoles, 13 de abril de 2011
El deseo del final de jornada
La jornada había terminado con la caída de la tarde, y el dulce aroma de los árboles llenaban las calles conforme el viento les quitaba unas cuantas flores, el mismo viento que al pasar por entre el pelo de ella tomaba prestado un poco de su olor, y entre una y otra cosa, mezcló un ineludible anzuelo para él.
Él, quien también había terminado jornada, caminaba descalzo por entre las callejuelas empedradas que aún conservaban el calor del día, con el peso del trabajo diario sobre los hombros, no permitía que los contratiempos le quitaran la serenidad en la que lo envolvía la tarde, serenidad que poco a poco se transformaba en anhelo y posteriormente en deseo.
Deseo al acercarse a casa y percibir a metros de distancia la llegada de su amada desde la otra dirección, deseo al infiltrar por entre los muros miradas furtivas que presencien el maravilloso evento del movimiento de su falda sobre sus piernas morenas por el verano.
lunes, 11 de abril de 2011
Superniño.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ - LOS BEATLES
sábado, 9 de abril de 2011
Decisiones.
Como la lluvia a los esclavos
Los vidrios de la calle se sacudían por las gruesas gotas de agua que emanaba el cielo, en esa tarde no había quien se escapara de llegar a casa con la ropa goteando y quienes estaban dentro de los muros ya se habían abrigado al lado de sus seres queridos.
Pero Ava se sacudía tanto como los vidrios de la calle y sus ropas ya no podían aguantar una gota más de agua, en casa…
…casa.
No había casa desde hacía mucho tiempo, ni para ella ni para muchos hoy en día, ellos llegaron y se apoderaron de sus casas, de sus abrigos, de sus bosques, de sus ríos; separaron sus familias y los obligaron a trabajar por comida, cual si fueran esclavos.
Ava salió del trabajo esa tarde a las cinco, catorce horas de trabajo diario ya relucían en su pelo y en su piel, pero sus ojos abstraídos eran la mejor síntesis de su día a día. En la residencia, los sucios cuartos en los que se resguardaban los rezagos de familias que quedaban intentaban salvar a sus miembros más vulnerables de una incurable neumonía, y en el suyo, Ava esperaba a su esposo, quien había decidido trabajar hasta las ocho de la noche ese día, solo para poder comprar un pedazo de carne ese mes.
Sus azuladas manos la abrazaron sobre la ropa apenas llegó, y mientras se desvestía con la intención de tomar algo de su calor, que ella, muy amorosamente le compartía, le repetía al oído una y otra vez, que pronto saldrían de allí.
martes, 5 de abril de 2011
El Indestructible.
El precio de los contratos.
Los calurosos veranos le traen recuerdos de sudor en la piel de marfil que se enciende cuando el rayo de luz la toca por entre las cortinas. Allí esta Millie, recostada sobre las sábanas blancas durmiendo a pleno día pues el calor le impide mantenerse en pie.
Gregg abre los ojos en medio de ruidos, música estridente y risas provenientes del alcohol, se ha quedado pasmado en la canción que noche tras noche pide en el bar, a pocas cuadras de su apartamento. Han pasado meses y años desde que Millie tuvo que irse de allí, Gregg había prometido seguirla en cuanto terminara de ordenar sus asuntos, pero tan graves éstos eran que lo habían mantenido atado a la pata de su cama por dos años y siete meses.
Millie se fue una mañana de invierno, se llevó todo lo suyo con ella, su ropa, sus libros; pero su aroma fue algo que permaneció en la habitación por siempre, así como el olor a frambuesas que despedían sus manos en las noches, o la sonrisa que encontraba Gregg cada mañana a su lado.
A punto de sangre y sudor, más literal que figurativamente, Gregg se ganó su libertad, y tal eran las ínfulas de dictador de su carcelero, que ni un contrato que le permitía marcharse una vez culminados sus trabajos le concedió la libertad a aquel hombre. Pero Gregg se había vuelto fuerte con los años, ni los látigos de las tareas adjuntas a las misiones principales, ni los miles de millones de ramificaciones en cada problema que logra resolver, le impiden tomar camino una vez entregado el último caso.
Gregg es una persona plena, tal y como se manifiesta así mismo cada noche durante los cuatro minutos que dura su canción y se pierde en sus interminables fantasías por su amor. Ahora su plenitud viene de más en el fondo, ahora está despierto, y sueña al ver las nubes extenderse por la planicie, con que pasen las ocho horas de vuelo para así llegar a esas sábanas blancas que resguardan a la dulce Millie mientras duerme, y poder presenciar a la mañana siguiente, el milagro de su sonrisa.
sábado, 2 de abril de 2011
Ambrosía.
viernes, 1 de abril de 2011
El nacimiento del espíritu de Ormasth, parte II.
Acto seguido, el cadáver de Manninder se desangraba ante sus manos, que empuñaban el cuchillo que estaba destinado a terminar su propia vida. Ormasth decidió salir de allí y tomar camino hacia las praderas. Por el sendero que tenía a la vista desde los árboles por los que transitaba, diviso una pequeña cabaña. Supuso que algún campesino le daría algo de comer y un poco de paja para dormir en las afueras de su cabaña a cambio de algo de trabajo en la mañana. Por lo que tocó de la humilde cabaña.
Lo recibió quien parecía ser el padre de una numerosa familia, le dio pan, queso y un poco de leche a cambio de que Ronier, nombre que Ormasth usó en honor a su hermano asesinado por los barbaros, le ayudara con los cultivos al día siguiente. Tomó algo de paja y se recostó entre los árboles a unos metros de la cabaña. Aquel señor dueño de la cabaña, al cerciorarse de que Ronier se había quedado dormido, mando a uno de sus hijos al cuartel de los bárbaros para que éstos le dieran una recompensa por el fugitivo. El olor que emanaba Ormasth, su raída ropa, así como las llagas en sus manos y en sus pies dejaban al descubierto su procedencia.
Antes de que el sol saliera por las montañas Ormasth fue despertado por las espadas desenvainadas que corrían hacía él en manos de los mismos bárbaros que habían acabado con los suyos y ahora iban tras él. Ormasth los recibió con el mismo cuchillo con el que ellos pretendieron obtener su cabeza y uno por uno les dio muerte haciendo gala de las habilidades bélicas que le había heredado y enseñado su padre poco antes de su muerte. Fueron muchos, pero Ormasth, alimentado por su rabia y coraje no dejo rastro. Busco entre las cabezas corroídas por la sangre el rostro de quien asesino a su madre frente a él, quien parecía haber sido el líder de aquella misión, pero no le encontró.
Ya en la pequeña cabaña dónde vivían los delatores de su paradero, entró espada en mano dispuesto a asesinar al padre. Pero al verle protegiendo a sus numerosos hijos, le recordó su padre muerto. Salió de aquella cabaña jurando no volver a confiar en los extraños, aun cuando estos le muestren amabilidad como carta de presentación.
Tomo el mejor caballo que encontró entre las pertenencias de los barbaros, y se dirigió hacia el éste, en busca de reflexión y educación.
El nacimiento del espíritu de Ormasth
El sonido de los cascos de caballo contra la arena de rio le trae nefastos recuerdos al pequeño Ormasth, no hace mucho que los barbaros masacraron a su gente y se lo llevaron con él a las vastas colinas del norte. Su perspectiva no era muy buena, debía hacerse de la fuerza necesaria para poder escapar de aquel lugar y vengar a los suyos, pero por mucho tiempo no encontró un solo rayo de esperanza que le amparase en el desgarrador frio de su celda.
Al crecer, Ormasth, esclavo ganado en las tribus del sur, fue trasladado a una celda más grande, junto a otros esclavos que, como él, habían perdido toda esperanza. Se apoderó de un rincón al que caía la luz de las estrellas que cambiaban de forma con el pasar de los días, y entre sueños y visiones, le mostraron que muy dentro de él, todavía existía el poderoso guerrero que su padre le relataba que se convertiría, cuando era muy pequeño y aún no podía ni pronunciar palabra.Fue el manto nocturno el que le llevó a un recorrido cósmico entre las leyendas de sus antepasados, alguien allá arriba tenía una fuerte fe por el muchacho.
Pero las oportunidades para escapar eran pocas y aún más eran las de vengar la sangre de su familia. Una noche de junio, creía el por el orden de las estrellas, llegó a la celda un joven esclavo de una tierra similar a la suya. El nuevo compañero de celda se hacía llamar Manninder, y juntos armaron un plan para salir de aquel lugar. El momento adecuado llegó, y ambos muchachos se encontraron a varias millas del campamento opresor de los bárbaros.
Llegaron a un pequeño pueblo y encontraron una cueva que les serviría de refugio durante esa noche, al menos. Ormasth salió en la noche y se internó en el bosque para realizar un pequeño ritual en agradecimiento a las estrellas por su iluminación en esos tiempos difíciles, al regresar a la cueva, escuchó la voz de otros, que charlaban en forma altiva con Manninder. Por lo que escuchó le estaban ofreciendo un trato
-¡Su libertad a cambio de la vida de su compañero, fugitivo! – le gritó el barbaro a Manninder – Deberá traerme su cabeza mañana antes del amanecer, le daremos a cambio su libertad y una moneda de Oro.
-Vamos, no puede ser tan ingenuo de pensar que después de eso lo dejaran con vida a él también, más aun de creer que le darán recompensa en metálico – pensó Ormasth escondido tras un grueso tronco de roble.
-Ddde acuerdddo – musito Manninder al barbaro – tendrá su cabeza para el amanecer.
Ormasth aún no podía creer que aquel que había considerado su compañero en la venganza se doblegara ante los asesinos de su propia familia y prometiera su cabeza. Pero algo de esperanza por la fidelidad de Manninder quedaba dentro de él, por lo que decidió entrar a la cueva con normalidad pero mucha precaución. Ormasth se dispuso a extender algo de paja que encontró en el camino para no tener que dormir sobre el suelo húmedo y rocoso de la cueva, cuando sintió que un cuchillo se acercaba por su espalda.