sábado, 2 de abril de 2011

Ambrosía.

Primero la mantequilla y el azúcar.

Con sus delicadas manos abrazaba la mezcla, al hacer presión ésta se deslizaba entre sus dedos una y otra vez, mientras el tiempo corría y el ritual continuaba, su piel empezó a sentir como crecía aquella masa  tornándose esponjosa.

Segundo la harina y los huevos.

Lentamente e intercalándolos, batiendo siempre en una única dirección, la masa crecía y se hacía más viscosa, sin embargo –y con satisfacción-,  los años en ésa noble labor le brindaron brazos fuertes y una paciencia envidiable. Mezclaba sin descanso mientras entonaba melodías suaves; ingrávidas notas se paseaban desde sus labios hasta la dulce corteza que batía con entusiasmo.

Tercero la leche o algo así.

Aparte mezcló hasta homogenizar un poco de natas, fresas, moras miel, leche y queso. Tomó aquel líquido e incorporándolo a la mezcla anterior se dedicó a batir. Nuevamente la sinfonía de olores se elevaba majestuosa llenando la cocina con una dulce paz.

Cuarto Hornear.

A fuego lento y sin afán; para que aquella mezcla creciera con amor y dedicación.

…Luego de servirla y adornarla con los matices rojos propios de aquellos virginales bosques, la dejó reposando sobre la mesa de madera. Poco tiempo transcurrió cuando Áine y su padre atravesaron el umbral de la casa, sus ropas desnudaban el cansancio propio de la jornada, mas aquella sublime sorpresa les devolvió la alegría a sus rostros,  viéndose por fin en familia, abrazados por el calor del hogar, entendieron que todo estaría bien. Y así juntos olvidaron la palabra temor.

5 comentarios:

  1. Todo estará bien.

    Esas pequeñas cosas que nos recuerdan con amor, que en tiempos difíciles el mejor refugio contra el temor es la familia.

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  2. El olor a torta es un augurio lleno de confort.

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  3. Igual tengo una tia demente de que colecciona fotos de pasteles.

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  4. O el de manzana...(mi mano lo recuerda).

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