martes, 5 de abril de 2011

El precio de los contratos.

Los calurosos veranos le traen recuerdos de sudor en la piel de marfil que se enciende cuando el rayo de luz la toca por entre las cortinas. Allí esta Millie, recostada sobre las sábanas blancas durmiendo a pleno día pues el calor le impide mantenerse en pie.

Gregg abre los ojos en medio de ruidos, música estridente y risas provenientes del alcohol, se ha quedado pasmado en la canción que noche tras noche pide en el bar, a pocas cuadras de su apartamento. Han pasado meses y años desde que Millie tuvo que irse de allí, Gregg había prometido seguirla en cuanto terminara de ordenar sus asuntos, pero tan graves éstos eran que lo habían mantenido atado a la pata de su cama por dos años y siete meses.

Millie se fue una mañana de invierno, se llevó todo lo suyo con ella, su ropa, sus libros; pero su aroma fue algo que permaneció en la habitación por siempre, así como el olor a frambuesas que despedían sus manos en las noches, o la sonrisa que encontraba Gregg cada mañana a su lado.

A punto de sangre y sudor, más literal que figurativamente, Gregg se ganó su libertad, y tal eran las ínfulas de dictador de su carcelero, que ni un contrato que le permitía marcharse una vez culminados sus trabajos le concedió la libertad a aquel hombre. Pero Gregg se había vuelto fuerte con los años, ni los látigos de las tareas adjuntas a las misiones principales, ni los miles de millones de ramificaciones en cada problema que logra resolver, le impiden tomar camino una vez entregado el último caso.

Gregg es una persona plena, tal y como se manifiesta así mismo cada noche durante los cuatro minutos que dura su canción y se pierde en sus interminables fantasías por su amor. Ahora su plenitud viene de más en el fondo, ahora está despierto, y sueña al ver las nubes extenderse por la planicie, con que pasen las ocho horas de vuelo para así llegar a esas sábanas blancas que resguardan a la dulce Millie mientras duerme, y poder presenciar a la mañana siguiente, el milagro de su sonrisa.

1 comentario:

  1. Es muy bonito sentir que ante las adversidades y condenas siempre puede hallarse una dulce esperanza.


    Tal vez Gregg sólo quiso crear una encantadora tensión, para que ese encuentro no tuviera precedente ni iguales.

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