Las gotas de lluvia se deslizaban bordeando su sombrero hasta caer pesadas frente a sus ojos, la jornada trajo cansancio, lluvia y caminatas indeseadas. Las calles eran ríos y él un alma que vagaba solitario por el Aqueronte, sin mucho que ver salvo aquellos recuerdos volátiles de monótonas actividades, cerró los ojos y empezó a llorar.
Las lágrimas perdían su salinidad al mezclarse con las gotas de lluvia justo antes de inmolarse al vacío desde su mentón.
De repente, un canto enérgico lo abstrajo de sus pensamientos, una mujer corría y cantaba bajo la lluvia, el peso del agua desgarraba parcialmente su vestido; con una voz góspel que irradiaba energía inaudita saltaba entre charcos, ella se acercó sonriente y cuando estuvo lo suficientemente cerca le besó con pasión.
Con una enorme sonrisa le miró mientras acariciaba su rostro, sosteniendo la mirada empezó a cantar y se alejó bailando.
Para algunos, la lluvia lo es todo.
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