jueves, 31 de marzo de 2011

Gripe.

Bajó la intensidad de las luces y encendió el rojo caldero de la derecha, se acercó, levantando sus manos comenzó el ritual de poder. Ciarán había salido muy lastimado desde su  último enfrentamiento con el mago azul de Khi-reen, su poder había disminuido y faltaba poco para que el Sol de Anndur abandonara ésta lejana estepa.

Sólo tenía una oportunidad, regresar a su guarida había consumido los restos de energía y voluntad, ahora débil mezclaba torpemente los ingredientes: Escamas rojas, dos ojos verdes, un corazón púrpura, clavos de acero. Su cuerpo temblaba por el agotamiento, hasta el punto de comenzar a blanquear su cabello. Garras de leopardo, polvo de diamante, un poco de osmio.

Se sentía agotado, muy agotado; el calor del horno calentaba su piel derritiéndola lentamente, el sudor bajaba por su túnica hasta emparamar los dedos que ajenos a éste mundo se esforzaban por agregar las dosis exactas. Su pecho empezó a convulsionar, uno tras otro los espasmos confabulaban contra su concentración, sin embargo; en un momento de debilidad y descuido arrojó un huevo verde al caldero, como una tosca pluma le vio descender hasta mezclarse con el hirviente brebaje

¡NO!...

…Pero era muy tarde, el sol murió y con éste error todas las esperanzas de recuperarse; se vio a si mismo abandonado en un gélida estepa, desprovisto de raciones y con un dolor en sus sienes que se clavaba cual puñal.

Va a ser un invierno muy largo.

Ella

Ella De qué manera silenciosa

trabaja.

Sín dejarse oír,

como si fuera

- lo mismo que una bailarina –

en punta de pies.

Sin dejarse ver,

como si no fuera.

Ella,

la que poco a poco lo ensordece,

la que imperceptiblemente lo ciega,

la que, delicadamente,

le tuerce los huesos.

Jose Manuel Arango

miércoles, 30 de marzo de 2011

Fidelidad

Do not smoking decía en letras negras el cartel.

La princesa miró el cartel y riendo dejó salir una tosca bocanada de humo, continuó fumando uno tras otro hasta que el sol poniente se colaba por la ventana. -Veinte años, nueve meses, veinticinco días- se dijo en voz alta, anotó la fecha en su diario y melancólicamente suspiró.

-Hoy tampoco llegó –se repetía resignada- ¡aquel cuento de príncipes nunca se dará…!

Antes de recostarse en esa vieja cama de gloria pasada se miró en el espejo, algunas canas se asomaban por su frente la cual  con arrugas advertía el tiempo, su cintura no era esbelta como en aquella época dorada del reino, ahora; el rigor de los años sumado a aquella dictaminada soledad reposaban en forma de grasa sedentaria, arrugas prematuras y dientes amarillos por la nicotina.

El antes majestuoso ventanal que le daba la bienvenida al Sol y destinado a ser el pináculo divino para recibir un sucesor al trono, no era ahora más que ébano retorcido por la humedad. Las paredes de alabastro se teñían por el humo de inconmensurables cigarrillos (amantes oportunos en los inviernos fríos) La monótona habitación estaba maldita, era pues su única compañera, testigo de añoranzas y decepciones, le odiaba y amaba por igual.

Veinte años, nueve meses, veintiséis días- se dijo en voz alta, anotó la fecha en su diario y melancólicamente suspiró.

Los días se enfilaban sin enseñar cambio alguno salvo el demostrarle frente al espejo como la crueldad del tiempo hacia mella en su aún virginal carne.

Veinte años, nueve meses, veintisiete días- se dijo en voz alta, anotó la fecha en su diario y melancólicamente suspiró.

A su puerta sólo llegaba su fiel vasallo a traerle las provisiones de carne, frutas, quesos (y cigarros) entre otras cosas.

Treinta años, seis meses, doce días- se dijo en voz alta, anotó la fecha en su diario y melancólicamente suspiró.

Pudo creer que el mundo no estaba destinado para ella, pudo considerar marcharse lejos con su fiel vasallo o con las formas masculinas dibujadas en la pared producidas por el hollín de tantos años, pero; en vez de eso, continuaba anotando.

Treinta años, seis meses, trece días- se dijo en voz alta, anotó la fecha en su diario y melancólicamente suspiró.

Pero su príncipe no llegaba, ni caballo, motocicleta, a pie o en avión, ni obligado ni ofrecido. Y su alcoba era un remanso de polvo con llanto. Encendió otro cigarro y se sentó en la cama de aquella atemporal habitación.

Treinta y dos años, tres meses, quince días- se dijo en voz alta el vasallo, quien miraba tristemente el rostro de su princesa quien  había muerto esperando el amor de alguien inexistente mientras el que él le ofrecía era inadvertido. Anotó la fecha en un diario, encendió un cigarrillo, se recostó en la vieja cama añorando  morir, para así ver nuevamente a su princesa  en la otra vida y decirle que siempre le será fiel.

Treinta y dos años, tres meses, dieciocho  días- el vasallo murió…

A veces, en Mayo.

A veces en Mayo, Martha sale con la esperanza de encontrarse con algún demonio cruzando la esquina, uno con el cual poder hacer gala de sus impresionantes hechizos, uno con el cual pueda demostrarle a todos lo asombrosos que son sus poderes y todo el bien que le hace a la sociedad al librarla de estos sujetos para que así la alaben, cual todo poderosa hechicera que es.

A veces en Mayo, Martha sale con la esperanza de encontrar el mar a diez metros de la puerta de atrás de su casa, poder sentir el calor de la arena entre los dedos de sus pies y la brisa envolvente entre su pelo, disfrutar del suave sonido de las olas, y encontrar la forma de usar la escafandra de su abuelo para deleitarse con el más diverso colorido en el carnaval de peces al cual es invitada.

A veces en Mayo, a la pequeña Martha le piden fervorosamente que deje de arruinar el papel celofán de su madre y salga de casa a buscar oficio. La pequeña Martha ya no es tan pequeña, y entre desvaríos solitarios, trata de encontrar la esperanza dentro de sí, de algún día ser capaz de enfrentar el día a día.

lunes, 28 de marzo de 2011

Paola Toloza, la revoltosa.

Sobre el tejado miraban en el cielo amarillo como se quemaba todo el tiempo, lo que es, ya no tenía sentido. El ocaso bañaba el aire con misterioso olvido permeando su cuerpo de descanso sacro. Una idea y otra más, cada segundo era un letargo de paz.

Sus ojos se cerraron lentamente, el día había muerto.

La brisa nocturna acarició su negro cabello, en aquel trono de barro cocido sentía el mundo doblegado a su voluntad.

Paola se despertó por el bullicio de los gallos  y la algarabía de los vecinos, gritos y gritos cortaban el alba, ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién habrá sido?  Al sentarse en su tejado notó que la broma estaba hecha, de la marranera de su vecina doña Claudia, salieron varios marranitos en licras fucsias y verdes, rojas y azules.  Sin más empezó a reír, más ésta dicha fue cortada por la mirada tajante de doña Claudia quien con un dedo le acusaba desde el suelo.

-¡Fuiste tú! ¡Fuiste tú Paola, ya pagarás! ¡Ya pagarás!

Y Paola supo  que ésta vez sí que estaba en problemas. Sólo queda correr y olvidar el ayer. ¡Sin más huyó!

Olvido.

Y has clavado en mí, la daga del silencio; tan profunda, tan doliente, tan sincera… Un frío de plata acunado en mi alma que  en sollozos empoza los recuerdos tuyos, un veneno que no mata ni calma; hirviente y directo, eterno y sacrílego.



Partiste con tu luz dejándome sólo esta daga, clavada en mí cual ruiseñor que te loa, la cual eleva un altar a tu ausencia; el dolor, la angustia, tu olvido. ...Una lágrima que se hunde con el ocaso del mundo.

domingo, 27 de marzo de 2011

Sueños.

Amanecía, sin embargo el sol aún no se había erguido, empezó a caminar hacia el parque bajando por las escaleras blancas que cruzaban la calle, luego de descender se sentó, algo en el aire no estaba bien, miraba a su alrededor y se sentía solo, muy solo.  A lo lejos sonaba una suave melodía, Fur Elise, -la reconoció de inmediato- sin darse cuenta ya se encontraba persiguiendo un pequeño carro de helados, cuando por fin le dio alcancé a la moto, pidió un cono doble de tres sabores.

Papaya, melón, aguacate, cidra y chocolate.

Con su helado en mano regresó al parque, algo raro pasaba, algo raro había en el aire. Al retornar a su banca favorita notó como un árabe y un ninja la ocupaban mientras practicaban tantra frente a un camello. ¡Tantra! ¿Cómo alguien puede practicar tantra en invierno? –se preguntó-

Decidió sentarse en la banca de enfrente, pero su sándwich fue interrumpido por el camello que se le acercó. ¿Disculpa, me puedes decir la hora?  Muy amable el caballo preguntó.

-¡Oh por Dios! –exclamó asustado- ¡Me han robado el reloj!

Y así Martín arrojó la empanada que se comía y regresó a casa a buscar su reloj, mientras le rogaba a los cielos que todo fuese un sueño.

Vuelve a casa.

Hay golpes en la vida que en verdad son fuertes,  no hablo del odio de un Dios ni tristezas empozadas; a veces, cuando la soledad aflige sin descanso, sentimos en la cuenca de los ojos el alma agonizar a pedazos. Son pues esos largos días (o noches) aquellos que arrancan la fortaleza de nuestras manos, dejando a nuestro pecho inválido de consuelos.

...Pero la esperanza nace en la desolación.

Tu partida es una pequeña muerte en la realidad de quienes te quieren, mas asciendes entre vicisitudes colmandote de gracias y bendiciones, encontrando en la contrición diaria un motor que enaltece tu espíritu.

Y hoy oro por ti, por las diarias labores que construyen carácter, por aquellas trágicas y repentinas despedidas, para que  algún mágico día regreses a casa amigo mío siendo en verdad un hombre.

sábado, 26 de marzo de 2011

Torina

Torina abrió sus ojos con el alba, al correr las pesadas cortinas que la resguardaban del frío de la incipiente primavera el sol lleno de luz sus resplandecientes alas de oro y al abrir las ventanas de par en par, salió volando sobre la planicie de cultivos. Observaba los colores del prado desde su majestuosa vista de ave y acariciaba el viento con sus suaves manos y pies, recibía cada sensación como una bendición que le había sido otorgada por ser tan benevolente con todos a quienes ella acudían en busca de auxilio.

Torina despertó envuelta en sabanas de hospital con el sonar del ajetreo medico habitual, sus días de benevolencia terminaban a causa del frío metal que le propició la última persona a quien abnegada, intentó ayudar.

Volar.

El frío de Hungría ya era recuento del pasado, el sol entibiaba los barrotes al amanecer, pero aquella luz nunca tocaba su piel… Veintitrés años han pasado desde su lúgubre condena; su esposa ha muerto, dos hijos le olvidaron, una vida de miseria ha sido casi siempre su vida. Se encontraba ahora entre parias y proscritos  añorando la tan lejana libertad. Defendió sus creencias incluso cuando éstas le brindaron una fría prisión.

Cada amanecer era un gris y monótono despertar, Vince no sentía mayor vida en esa jaula. Cada mañana el trinar de un pájaro en un Olmo cercano le hacía anhelar aquella soñada libertad, en una alborada primaveral, cuando el aire se colaba virginal entre los barrotes de la ventana, notó que el ave se posaba. La magia de ese momento hizo que por vez primera se sintiese acompañado, tomó unas migas de pan y le dio de comer.

Los días pasaban y la amistad crecía, la compañía de esa ave despertaba en él una empatía negada décadas atrás. Dejó de sentirse solo, dejo de temer y renegar. Sin falta desde los oxidados barrotes trinaba sin descanso su amiga, le hablaba del sol en el Oeste y de las tiernas praderas del Sur. Le contó historias de héroes y próceres, historias que el tiempo ya había olvidado.  Con ella vivió en tierra su condena y con ella en el aire vivió la libertad.

viernes, 25 de marzo de 2011

La Tórtola

Joven aún, entre las verdes ramas,

De secas pajas fabricó su nido;

La vio la noche calentar sus huevos,

La vio la aurora acariciar sus hijos.

"Batió las alas y cruzó el espacio,

Buscó alimento en los lejanos riscos,

Trajo de frutas la garganta llena

Y con arrullos despertó a sus hijos.

"El cazador la contempló dichosa,

Y sin embargo, disparó su tiro:

Ella, la pobre, en agonía de muerte

Abrió las alas y cubrió a sus hijos.

"Toda la noche pasó gimiendo

Su compañero en el laurel vecino:

Cuando la aurora apareció en el cielo

Bañó de perlas el hogar ya frío."

Epifanio Mejía

En pena.

Baby, please don't go, Baby, please don't go, Baby, please don't go, down to New Orleans You know I love you so♫♪♫

Todas las noches al regresar de la Universidad, Robert no podía evitar notar al vagabundo que se sentaba en la parte trasera del bus, con una voz amarga por el tabaco de antaño desgarraba el aire con notas secas, baby please don`t go repetía constantemente, baby please don`t go. Tenía una expresión de amor y dolor, en sus arrugas se amalgamaban todas las sensaciones descritas por un hombre, baby please don`t go, baby please don`t go… -se escuchaba lentamente-

Una noche de muchas tantas, cuando el invierno golpeaba impetuoso, Robert salió tarde de un examen, eran cerca de las Once de la noche cuando el bus le recogió, la última ruta, la ruta de los borrachos pensó hacia sus adentros. Con asombro descubrió que al final del pasillo estaba sentado el mismo vagabundo con aquella añejada guitarra, ¿Cómo? ¿Cómo puede siempre estar en la misma ruta mía? ¿Cómo puede? Seguro debe estar persiguiéndome. ...Como si le leyera los pensamientos, aquel vagabundo levantó la mirada hasta cruzar con la vista de Robert, él palideció meintras escuchaba nuevamente esa frase de nostalgia: baby please don`t go. y con esa frase el bus se hundió en un silencio sepulcral.

Pasados veinte minutos el bus se varó, se encontraban en la periferia de la ciudad dirigiéndose hacia los suburbios del norte cuando una llanta estalló, bajo la lluvia el conductor se apeó y se dispuso a reparar dicho percance, en el pasillo sólo quedaron ellos dos, el vagabundo se levantó, al sentarse en la silla de al lado le dijo:

-Bien muchacho, por fin he llegado a mi parada, -Robert lo miró desconfiado aunque eso no evitó que la charla siguiera- hace veintisiete  años mi nena se marchó, en una ruta como ésta, su bus se estrelló en la curva de la calle Endwest.
-Lo lamento –titubeó-
-No lo lamentes muchacho -dijo con una pequeña risa-, ya con uno en pena es suficiente, mira tu ventana.

Al hacerlo, Robert notó que el bus se había varado frente a un viejo cementerio, cuando giró a ver al vagabundo se dio cuenta que éste no se encontraba allí, exaltado escuchó en la calle esa imborrable voz rasposa que se elevaba como una loa gutural mientras decía con llanto: baby please don`t go, baby please don`t go… la silueta se perdió lentamente en el umbral del cementerio, de recuerdo Robert se quedó con aquella  curtida guitarra que, abandonada en el asiento de al lado, suplicaba ser tocada. Rápidamente se bajó del bus y empezó a llamar al vagabundo: ¡Dejaste la guitarra! ¡Ven, dejaste la guitarra! …El conductor del bus se le acercó y posando una mano en sus hombros interrumpió sus gritos, le preguntó: ¿A quién llamas chico? Al vagabundo de la guitarra. -contestó Robert-

Tal sería la sorpresa de él al escuchar las palabras del conductor: Aquí sólo venías tú y nadie más, mejor entra que el frío te hace daño. Al sentarse nuevamente sintió unos ojos que le miraban sin descanso, al voltear sólo encontró esa vieja guitarra; el bus arrancó y se alejó mucho, sin embargo,  en la distancia aún se escuchaba una voz que perdonaba el tiempo.

Baby, please don't go, Baby, please don't go, Baby, please don't go, down to New Orleans You know I love you so♫♪♫

La noche de las luces de Judy

Las luces de la casa al fin se encendieron después de muchas noches de depender de las velas para adelantar los estudios del instituto al llegar del trabajo. Judy estaba con sus deberes en el comedor cuando sonó estrepitosamente la puerta. El padre de Judy, precavido, ordenó a quien estaba del otro lado avisar su nombre, y entre silbidos emocionados se escuhó al joven Wesley mencionar su nombre tembloroso al escuchar la voz del temido señor.

El joven Wesley había venido a invitar a Judy a la fiesta que habían organizado en la casa de en frente para celebrar la reconexión de la luz a su barrio, se quejó un poco con su padre de lo difícil que era para ellos ganarse la vida en la ciudad al tener el color de piel un poco más oscuro de quienes estaban en el gobierno, para que también les cortaran la luz, y por estos comentarios el padre de Judy le dio permiso de salir.

Wesley le comentó al oído que tenía una sorpresa para ella antes de dejar el porche de su casa y cruzar la calle, le dijo que vería de que se trataba al entrar a la casa en donde tenía lugar la fiesta, por lo que Wesley se adelantó para prepararlo todo. Al entrar por la puerta de en frente, con su vestido de golas que se iluminaba con las luces que estaban por todos lados, escuchó el sonido de un saxofón evocando un sonido similar al blues que tanto le gustaba, pero al escuchar al conjunto completo, descubrió que se trataba de algo completamente diferente.

Judy descubrió esa noche llena de colores extravagantes provenientes de los atuendos de los invitados, la magia electrizante del Rythm &Blues que los exhortaba a todos a bailar levantando sus piernas y sus manos con un frenético frenesí que recordaría por el resto de su vida.

jueves, 24 de marzo de 2011

Honor

Al llevar mi taza a la boca pude notar sobre ésta que su mirada era incansable, su pipa se consumía lentamente en la  mano izquierda y sin dejar de observarme bebió el último sorbo de té. No lo creerás Damian, total nadie lo creería –me dijo secamente-, hace cinco años murió en ésta misma sala.

Atónito sentí como el aire me abandonaba condenándome a una asfixia mortal, el té caliente quemó mi lengua y por designio divino reaccioné.
-¿Acá murió?-pregunté exaltado-
-Sí, en ésta misma sala.
-Pero, ¿Cómo es posible? es decir, él salió de casa hace algunos años pero siempre creí que había formado otro hogar.

No me contestó, sus espesas cejas permanecían inmóviles, luego de dar un sorbo más de té habló con una calma asombrosa.

-No, acá murió, tu hermano falleció en ésta misma sala, en el mismo sillón en el cual tú estás.
-¡No! ¡No es posible! ¿Cómo murió? –Impasible me miró y escuetamente sonrió-
-Porque yo lo maté.

Embriagado por el espanto sentía el alma retorcerse a través de mi piel, su sonrisa menguó  pero me acompañó hasta el fin de mis días, antes de poder comentar, llorar, gritar, él continuó.

-Hace seis años llegó a nuestra granja, mostró una increíble vitalidad, no tardé en contratar a ese extranjero acá en la granja, aprendía rápidamente y siempre estaba dispuesto a las labores, sin embargo; de todas las personas de éste planeta decidió acostarse con mi hija Amelie, la más pequeña, le rompió el corazón, después de entretenerse con ella unos meses le abandonó y decidió empezar a cortejar a la hija del posadero, Amelie lloró hasta su muerte en vida, nunca volvió a ser la misma…

…No te preocupes –agregó con una sonrisa esperanzadora- su muerte fue indolora y su cuerpo enterrado en el cementerio local junto con otros muertos de una mina, creo que ya entenderás el dolor de un padre, ya sabes cuál fue su destino, pero no olvides que la verdad agobia y condena, no te molestes en enfrentarme,  sabes; las almendras amargas ya hicieron efecto, ahora sólo deja que tus ojos se cierren.

martes, 22 de marzo de 2011

Infarto.


Dime lo que sea, una mentira pequeña, algún tonto verso, acepto gustoso incluso aquellos coléricos comentarios. Vamos, di algo, lo que sea, en serio, ¡lo qué sea! ...Pero no te calles, no con enojo, no con la rabia manando a borbotones de tus labios, cuéntame de aquella vez abuelo, en la que el sol era más cálido y la gente amena, dime algo, tal vez algo relacionado con el viejo señor George quien siempre arruinó tu jardín. O relatame aquella vez en que conociste a mi ma'.

Lo que sea abuelo, lo que sea.


Por momentos juró que el abuelo le escuchaba y así un manantial de mieles saladas brotó de la cuenca de cada uno de los presentes.

lunes, 21 de marzo de 2011

Zapatillas con tacón puntilla

Una mañana de Junio, el buen Gossmaider salió de su apartamento, en el sur de la ciudad rumbo a su trabajo; setecientos treinta y dos pares de zapatillas en tacón puntilla le esperaban en el taller para dejarlas listas al atardecer y ser entregadas a sus diversos destinatarios al día siguente en esa región del país.
La mayor diversión de Gossmaider en el camino, era cerrar sus oidos para el ruido general e idear el cliente potencial de su producto: divorciadas,niñas bien, niñas mal, niñas bien que quieren ser niñas mal, transformistas en busca de ese implemento que le dé a sus piernas el angulo deseado. En eso estaba mientras observaba a las personas caminar por el bus y mentalmente a todos los vestía con los susodichos zapatos sin respetar edad o género, y se podía reír el buen Gossmaider de tan inocente fantasía.
Una sacudida del bus bastó para que se descuidara por un segundo y le prestara atención a su medio, todos hablaban de él, se preguntaban a que se debían tan estridentes carcajadas y cuestionaban su sanidad mental, Gossmaider, que nunca había dudado de ésto y estaba plenamente convencido de la cordura de sus pensamientos, comenzó a dudar de la
rectitud de estos. Aturdido, se bajo del bus en la siguente parada, lo que le permitió confirmar los turbios pensamientos que le acosaron hacia unos instantes al observar a las novillas en traje militar empuñando armas de gran tamaño pidiéndole que avanzara a su lugar de destino.
A la mañana siguente, el buen Gossmaider no pudo detener sus pensamientos en el bus camino a su trabajo, de un regimiento de novillas armadas, marchando con zapatillas con tacón puntilla.

domingo, 20 de marzo de 2011

BALADA DEL MAL GENIO


Hay días en que siento una desgana
de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse
y me hallo solidariamente cretino
apto para que en mí vacilen los rencores
y nada me parezca un aceptable augurio.

Días en que abro el diario con el corazón en la boca
como si aguardara de veras que mi nombre
fuera a aparecer en los avisos fúnebres
seguido de la nómina de parientes y amigos
y de todo indócil personal a mis órdenes.

Hay días que ni siquiera son oscuros
días en que pierdo el rastro de mi pena
y resuelvo las palabras cruzadas
con una rabia hecha para otra ocasión
digamos, por ejemplo, para noches de insomnio.

Días en que uno sabe que hace mucho era bueno
bah tal vez no hace tanto que salía la luna
limpia como después de jabón perfumado
y aquello si era auténtica melancolía
y no este malsano, dulce aburrimiento.

Bueno, esta balada sólo es para avisarte
que en esos pocos días no me tomes en cuenta.

Mario Benedetti.

sábado, 19 de marzo de 2011

Cuento de carretera.

La nieve empezaba a caer lentamente, como un conjuro los copos hipnotizaban al bajar; tres, diez, mil. El panorámico del camión se sumía en un ataúd de alabastro. Peter encendió el limpia brisas y se lamentó por no haber pernoctado en la estación anterior –aún faltaban varias decenas de kilómetros hasta la siguiente-, con resignación decidió continuar su camino, el crudo invierno amenazaba con retrasar su itinerario.

Dos horas más tarde la nieve golpeaba con ímpetu el asfalto, sin brindarle mayor expectativa  a las ventanas, Peter empezaba a desesperar. En una curva inesperada las llantas delanteras patinaron torpemente  enviando el vehículo hacia la canaleta, con destreza evitó que el camión se volcara, sin embargo, éste terminó enterrado cerca de la misma, las llantas quedaron inmersas en un mar de lodo, nieve y pasto.

Maldiciendo su suerte envolvió dos veces su bufanda, tomó una pala y se apeó dispuesto a liberar las llantas de aquella gélida prisión. Sus manos se entumecían por el frio, a la par, la visión se hizo nula, sin importar cuanto se esforzase aquella tarea era interminable e infructuosa. La noche caía sin piedad y el dolor le traspasó hasta los huesos.

Hambriento, cansado, cercano a la hipotermia, decidió resguardarse en la cabina y pasar la noche allí, una vez dentro con tristeza descubrió que su café se había terminado, sería una larga e incómoda noche. Su sueño fue ligero, a veces se despertaba jurando  oír el aullido de unos lobos en la cercanía, en otras ocasiones simplemente a causa del frio,  en cierto momento pasada la medianoche,  al abrir sus ojos notó como la nieve dibujaba una silueta en la lontananza, al principio dudó, pero; la forma era clara, como un fantasma que levitase frente a él.

Al encender las luces del camión, con asombro notó la figura de una mujer desnuda, con un largo cabello ondulado que bajaba sobre sus senos. La luz de las farolas se reflejaba en su cabello como una oleada verde que fulgente despertaba en su ser las más sublimes sensaciones; el hambre, dolor, frío, cansancio, todo fue superfluo, ahora su mente y corazón sólo podían dedicarse a la contemplación máxima de la belleza misma, sin notarlo, Peter se había bajado de la cabina y se dirigía lentamente hacia aquella venus, la nieve se tejía como un madrás sobre su piel, aquellos carmesí  labios se movían lentamente, le llamaban por el nombre. Peter, ven acá, acá conmigo…

Ella se giró e ingrávida se desplazaba sobre la nieve sin dejar rastro alguno, cada tanto se viraba y le volvía a llamar, Peter, ven acá, acá conmigo… Caminaba siempre manteniendo la distancia, una noble, virginal y encantadora distancia. Se alejaron del camino internándose en el bosque, hasta que llegaron a un claro, ella se giró nuevamente y  sonriéndole le indicó con su dedo que se acercara, Peter se movía hipnotizado por tan suma belleza, apenas se estuvo  a unos diez metros, aquella dama de verde cabello se sumergió, Peter reaccionó desesperado y corrió hasta el lugar donde le vio desaparecer, al bajar su mirada notó el rostro de su bella virgen flotando bajo el hielo.

Comenzó a golpear el hielo, cada vez más fuerte, un golpe tras otro, sacando fuerzas logró fragmentar aquel cristal sin percatarse que su propio peso le hundiría. El hielo se desquebrajó tragándolo entero, bajo el agua pudo por fin darle alcance a su bella dama. Juntos al fin, ¡al fin juntos por siempre!

El cadáver de Peter fue encontrado en Primavera.

Soy pan, soy paz, soy más.



Yo so-o-oy, yo so-o-oy, yo so-o-oy
soy agua, playa, cielo, casa, planta,
soy mar, Atlántico, viento y América,
soy un montón de cosas santas
mezcladas con cosas humanas
como te explico . . . cosas mundanas.
Fui niño, cuna , teta, techo, manta,
más miedo, cuco, grito, llanto, raza,
después mezclaron las palabras
o se escapaban las miradas
algo pasó . . . no entendí nada.
Vamos, decime, contame
todo lo que a vos te está pasando ahora,
porque sino cuando está el alma sóla llora
hay que sacarlo todo afuera, como la primavera
nadie quiere que adentro algo se muera
hablar mirándose a los ojos
sacar lo que se puede afuera
para que adentro nazcan cosas nuevas.
Soy, pan, soy paz, sos más, soy el que está por acá
no quiero más de lo que me puedas dar, uuuuuuh
hoy se te da, hoy se te quita,
igual que con la margarita . . . igual al mar,
igual la vida, la vida, la vida, la vida . . .
Vamos, decime, contame
todo lo que a vos te está pasando ahora,
porque sino cuando está el alma sóla llora
hay que sacarlo todo afuera, como la primavera
nadie quiere que adentro algo se muera
hablar mirándose a los ojos
sacar lo que se puede afuera
para que adentro nazcan cosas nuevas. (BIS)
cosas nuevas, nuevas, nuevas . . . nuevas

viernes, 18 de marzo de 2011

Ignominia.

Y siento los golpes de la vida,
Uno tras otro, enfilados.
Ofertando sus mezquinos trueques
De esperanza y vanidad.

Son pues las dunas
Que entristecen el alba,
Juntas acarrean
Los sórdidos recuerdos.

Nacen en la bastedad de la historia,
En los errores cometidos,
De aquellos “Tal vez”
De un “¿Por qué?”

Surgen omnipresentes,
En los días desiertos,
En aquellos cándidos mares
Desbordantes de alegría.

Los siento en mi piel,
En la esperanza,
Que lenta intenta huir
De las afrentas pasadas…

Et quacumque viam dederit fortuna sequamur.



Ávido por el viaje le recordaban sus amigos. Día y noche durante tres menguantes preparó todo: víveres, ropa, ganchos de escalada, carpa, en fin, un sin número de aditamentos dispuestos siempre para solventar cualquier desdicha. También durante esos ochenta y cuatro días su madre le aconsejó abortar tan disparatada empresa, viajar siguiendo el rumbo del viento es propio de orates le recalcaba ella, sin embargo; los espíritus libres no pueden ser destinados a mundos monocromáticos y paredones con barrotes, por tanto, con el fulgor de la mañana partió…

Conoció rostros y lugares tantos como pudo aunque no se acercaba a aquello soñado durante toda su vida, descubrió el hambre y el llanto, dolores y mitos.

El tiempo y destino le alejaron de su cálido hogar, luego de meses de andar, llegando  a un remoto caserío le advirtieron dos veces, ¡aléjate del camino, por el día pierdes rumbo y de noche la vida! Sin dinero para pagar un pasaje hizo caso omiso a las advertencias, llegada el alba salió. Una ruta de sesenta minutos se transformó en senda de doce horas, la noche caía acompañada de ligeras gotas de agua que intrusas cortaban la neblina, el viento susurrante conspiraba junto a las lechuzas del lugar, su cordura se veía afectada por aquella falta de visión.

Atisbando inútilmente el aire, tropezó. Al alzar la mirada una dulce mano se extendió, en aquel rostro vislumbró las facciones más sencillas y nobles jamás soñadas, la tierna damisela le auxilió. Ella caminó junto a él para que éste no se perdiera, ya entrada la noche las sombras de los árboles maquinaban en su contra.

-¿Es verdad todo lo que cuentan los lugareños? –preguntó él-
-¿Qué cuentan?
-Hablan de espíritus y bestias, creaturas que atacan a los incautos transeúntes.
-Ah sí –su voz empezó a temblar-, cuentan que el bosque está vivo, a aquellos indignos les carcome el alma, cuentan también que en las noches de plata gris como ésta, los hombres lobo atacan.

Al levantar la mirada notó que aquel extranjero parecía sumido en un trance, los haces de luz que se escurrían entre las copas de los árboles y el oscuro firmamento, atacaban su piel, que, traslúcida, revelaba el alma de un demonio, sin tiempo para reaccionar fue devorada por un hombre lobo de ciudad, una malévola creatura que ronda los apacibles bosques a la espera de incautos lugareños. 

lunes, 14 de marzo de 2011

Regresar.

No siempre las calendas llegan con el nacimiento de un mes, a veces, sólo a veces, cuando tus ojos se cierran e involuntariamente te entregas a aquella esperanza primaveral que Ignívoma abraza tu piel despertando en cada célula el calor propio del encuentro, descubres un encantador candor que colorea los días más cotidianos, una extraña magia que despierta las sublimes fantasías.

A veces, sólo a veces, aún cuando te espero, llegas sin avisar. 

Haciendo

Mas allá de las incandescentes lunas de invierno un tenue rocío se asoma tímidamente por entre las montañas, el pasto amanece cargado de in-numerados tonos de verde y sobre el, las huellas de sus pezuñas ya han creado un sendero particular.
Ella se encontraba al otro lado de la casa, su vista en las montañas que se vuelven azules entre más allá del horizonte estén hacia a sus pensamientos en un futuro que poco a poco iba construyendo con sus propias manos, y las de él que llegaron a su encuentro. Ella lo sentía en cada centímetro de su cuerpo haciendo sus sentidos en el ahora que le brinda la inmensamente grata compañía de lo anhelado.

jueves, 3 de marzo de 2011

Prescindible.

Los cerezos en flor engalanaban las verdes calles del barrio, más arriba, tras la colina, se extendía una pequeña meseta que fungía como templo a la diversión, un cristalino arroyuelo la atravesaba mientras le daba un gran toque de vida a los jardines que nacían en su rivera. Cuando Carlitos subió con Alexandra para izar cometas descubrió que el paisaje era el más hermoso que su joven cabeza podía recordar o soñar.

La mañana se presentó dichosa, en la tarde resolvieron regresar para terminar de extraer los materiales para su fortaleza de barro, mientras lo hacían, el ruido de una camioneta los atrajo, de la misma descendieron dos señores vestidos con trajes antiguos y un tigre, apenas  apeado el animal emprendió una embestida contra la niña a quien derribó aprehendiéndola  entre sus fauces, Carlitos atónito e inmóvil sólo pudo contemplar impotente como la majestuosa criatura la arrastraba e introducía al automóvil. ¡Los señores se marcharon!

Etrada la noche los padres de Carlitos subieron a la colina armados con linternas, tras buscarle por media hora le encontraron desnudo dentro de la fortaleza repitiendo una suave melodía.

-Pin, Pón…  …es un muñeco, con cuerpo de algodón, se lava la carita con agua y con jabón. Se desenreda el pelo, con peine de marfil y aunque se da tirones no grita y dice ¡uy!   Se lava la camisa, se plancha el pantalón y cuando va a la calle  parece un gran señor.


Desconcertados simplemente le abrazaron jurándole que todo estaría bien. La desaparición de la niña fue el suceso más escalofriante y enigmático ocurrido en la apacible villa Alea. Carlitos   -sin embargo- pareció superar tan traumático evento, los terapeutas se sentían sumamente satisfechos al lograr salvar la salud mental de aquel bondadoso niño, desconociendo que cada noche abría el secreto cofre resguardado en su armario, en el cual guardaba siempre dos muñecos de algodón,  un gato de felpa, un carrito de plástico y la ropa untada de sangre perteneciente a Alexandra.