Bajó la intensidad de las luces y encendió el rojo caldero de la derecha, se acercó, levantando sus manos comenzó el ritual de poder. Ciarán había salido muy lastimado desde su último enfrentamiento con el mago azul de Khi-reen, su poder había disminuido y faltaba poco para que el Sol de Anndur abandonara ésta lejana estepa.
Sólo tenía una oportunidad, regresar a su guarida había consumido los restos de energía y voluntad, ahora débil mezclaba torpemente los ingredientes: Escamas rojas, dos ojos verdes, un corazón púrpura, clavos de acero. Su cuerpo temblaba por el agotamiento, hasta el punto de comenzar a blanquear su cabello. Garras de leopardo, polvo de diamante, un poco de osmio.
Se sentía agotado, muy agotado; el calor del horno calentaba su piel derritiéndola lentamente, el sudor bajaba por su túnica hasta emparamar los dedos que ajenos a éste mundo se esforzaban por agregar las dosis exactas. Su pecho empezó a convulsionar, uno tras otro los espasmos confabulaban contra su concentración, sin embargo; en un momento de debilidad y descuido arrojó un huevo verde al caldero, como una tosca pluma le vio descender hasta mezclarse con el hirviente brebaje
¡NO!...
…Pero era muy tarde, el sol murió y con éste error todas las esperanzas de recuperarse; se vio a si mismo abandonado en un gélida estepa, desprovisto de raciones y con un dolor en sus sienes que se clavaba cual puñal.
Va a ser un invierno muy largo.
Ojalá a mi si me alcancen a terminar la poción antes de invierno
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