Amanecía, sin embargo el sol aún no se había erguido, empezó a caminar hacia el parque bajando por las escaleras blancas que cruzaban la calle, luego de descender se sentó, algo en el aire no estaba bien, miraba a su alrededor y se sentía solo, muy solo. A lo lejos sonaba una suave melodía, Fur Elise, -la reconoció de inmediato- sin darse cuenta ya se encontraba persiguiendo un pequeño carro de helados, cuando por fin le dio alcancé a la moto, pidió un cono doble de tres sabores.
Papaya, melón, aguacate, cidra y chocolate.
Con su helado en mano regresó al parque, algo raro pasaba, algo raro había en el aire. Al retornar a su banca favorita notó como un árabe y un ninja la ocupaban mientras practicaban tantra frente a un camello. ¡Tantra! ¿Cómo alguien puede practicar tantra en invierno? –se preguntó-
Decidió sentarse en la banca de enfrente, pero su sándwich fue interrumpido por el camello que se le acercó. ¿Disculpa, me puedes decir la hora? Muy amable el caballo preguntó.
-¡Oh por Dios! –exclamó asustado- ¡Me han robado el reloj!
Y así Martín arrojó la empanada que se comía y regresó a casa a buscar su reloj, mientras le rogaba a los cielos que todo fuese un sueño.
Jajajaja...XD
ResponderEliminarJajajajajaja, pobre Martín, los helados nunca le sabrán lo mismo, ni los sandwichs, ni los camellos, ni los caballos.
ResponderEliminarCono doble
ResponderEliminarde tres sabores
Papaya, melón, aguacate, cidra y chocolate.
Habrá que hacer un estudio numerológico. Al parecer la realidad de Martín se distorsiona al perder su conexión al mundo racional: el reloj.
¿Vale la pena perderlo? O ¿podemos vivir entre equinos y dromedarios?
Mi reloj se varó y perdió hace tiempo, ya me siento uno con los dromedarios.
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