La nieve empezaba a caer lentamente, como un conjuro los copos hipnotizaban al bajar; tres, diez, mil. El panorámico del camión se sumía en un ataúd de alabastro. Peter encendió el limpia brisas y se lamentó por no haber pernoctado en la estación anterior –aún faltaban varias decenas de kilómetros hasta la siguiente-, con resignación decidió continuar su camino, el crudo invierno amenazaba con retrasar su itinerario.
Dos horas más tarde la nieve golpeaba con ímpetu el asfalto, sin brindarle mayor expectativa a las ventanas, Peter empezaba a desesperar. En una curva inesperada las llantas delanteras patinaron torpemente enviando el vehículo hacia la canaleta, con destreza evitó que el camión se volcara, sin embargo, éste terminó enterrado cerca de la misma, las llantas quedaron inmersas en un mar de lodo, nieve y pasto.
Maldiciendo su suerte envolvió dos veces su bufanda, tomó una pala y se apeó dispuesto a liberar las llantas de aquella gélida prisión. Sus manos se entumecían por el frio, a la par, la visión se hizo nula, sin importar cuanto se esforzase aquella tarea era interminable e infructuosa. La noche caía sin piedad y el dolor le traspasó hasta los huesos.
Hambriento, cansado, cercano a la hipotermia, decidió resguardarse en la cabina y pasar la noche allí, una vez dentro con tristeza descubrió que su café se había terminado, sería una larga e incómoda noche. Su sueño fue ligero, a veces se despertaba jurando oír el aullido de unos lobos en la cercanía, en otras ocasiones simplemente a causa del frio, en cierto momento pasada la medianoche, al abrir sus ojos notó como la nieve dibujaba una silueta en la lontananza, al principio dudó, pero; la forma era clara, como un fantasma que levitase frente a él.
Al encender las luces del camión, con asombro notó la figura de una mujer desnuda, con un largo cabello ondulado que bajaba sobre sus senos. La luz de las farolas se reflejaba en su cabello como una oleada verde que fulgente despertaba en su ser las más sublimes sensaciones; el hambre, dolor, frío, cansancio, todo fue superfluo, ahora su mente y corazón sólo podían dedicarse a la contemplación máxima de la belleza misma, sin notarlo, Peter se había bajado de la cabina y se dirigía lentamente hacia aquella venus, la nieve se tejía como un madrás sobre su piel, aquellos carmesí labios se movían lentamente, le llamaban por el nombre. Peter, ven acá, acá conmigo…
Ella se giró e ingrávida se desplazaba sobre la nieve sin dejar rastro alguno, cada tanto se viraba y le volvía a llamar, Peter, ven acá, acá conmigo… Caminaba siempre manteniendo la distancia, una noble, virginal y encantadora distancia. Se alejaron del camino internándose en el bosque, hasta que llegaron a un claro, ella se giró nuevamente y sonriéndole le indicó con su dedo que se acercara, Peter se movía hipnotizado por tan suma belleza, apenas se estuvo a unos diez metros, aquella dama de verde cabello se sumergió, Peter reaccionó desesperado y corrió hasta el lugar donde le vio desaparecer, al bajar su mirada notó el rostro de su bella virgen flotando bajo el hielo.
Comenzó a golpear el hielo, cada vez más fuerte, un golpe tras otro, sacando fuerzas logró fragmentar aquel cristal sin percatarse que su propio peso le hundiría. El hielo se desquebrajó tragándolo entero, bajo el agua pudo por fin darle alcance a su bella dama. Juntos al fin, ¡al fin juntos por siempre!
El cadáver de Peter fue encontrado en Primavera.
Genial Compa ...(Y)
ResponderEliminarinteresante la capacidad que tiene peter para contar copos de nieve :D
Me alegra enormemente tenerte de regreso apreciado Goss, a ti y a tus Retorcidos comentarios :D
ResponderEliminar"Cuidado, curvas peligrosas"
ResponderEliminarEs increíble cuantos distractores puede llegar a tener la nieve.