martes, 19 de octubre de 2010

Mochileros

Él nació León: profundo, fuerte, dócil, introspectivo… sus pasos eran enérgicos y su espalda ancha. Una envidiable fama de galán se posó en su nombre, cientos de historias se cuentan en aquella piel, con el tiempo sus pies abrazaron la nieve de color, sus ojos contemplaron las auroras más románticas; pero, ningún mágico paisaje le logró cautivar.

Cambiaba canciones por historias y besos por promesas, por ofertas mudas y táctiles -de aquellas que se exponen en las caricias acunadas hasta muerte-, era andariego, con corazón juguetón. Su mente guardaba historias tan afables como siniestras –o tal vez perspicaces- nunca prometió amores mas tampoco detuvo los ofrecimientos de tan cándidas doncellas.

Lobo solitario, León sin manada. Un brioso espécimen catador de placeres y nirvanas, juró nunca enamorarse de tierra alguna,  ¡pero falló!

Ella, Ella no tenía nombre, hija de la mar y aprendiz estelar, sus manos sembraban poesía, cientos de loas nacieron al recordar su tacto, muchos hombres se tatuaron sus ojos. La mar le enseñó a querer sin prisa, a viajar sin pausa, a ser Ella, Ella y nada más.

Fue su tacto el hogar seguro, un cálido refugio. Quien juró no descansar en tierra alguna encontró en su piel un libertario lecho, quien quería sin prisa, amó sin prisa. El mundo se hizo pequeño, el tiempo eterno, el silencio cómodo; juntos regresaron al mar, a la montaña, recorrieron desiertos y estepas. Regresaron para descubrir las arcanas tierras que el amor esconde, regresaron para abrazar la sublime libertad.

5 comentarios:

  1. Un buen texto para pasar un poco esta convalecencia, bien hecho!

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  2. Espero te mejores pronto Buen amigo.

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  3. el mundo se hace pequeño cuando todo lo que se necesita esta a la distancia de un abrazo.
    Felices ellos, que se encontraron en un mar de almas destinadas a intervenir.

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  4. Genial¡¡...maestro :) hay mucha esperanza ahi escrita ^^

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