sábado, 30 de octubre de 2010

Reencuentro.

Encintó  aquel treinta  ocho  largo niquelado mientras fumaba su último Marlboro. Una lenta gota de sudor recorría su aguardientoso rostro hasta perderse en esa camisa a cuadros, el escupitajo terminaba la escena.
-¿Y bien?
-(…)
-¡No puedes simplemente callar!
-¿Qué quieres escuchar?  El tiempo ha pasado recio, hace mucho la Luna atestiguaba sus encuentros, mas tú quisiste que esa luz sólo alumbrara tus pasos; bien, ahora has caminado lo suficiente, es imposible que te siguiera esperando.
Su mano se cerró fuertemente sobre a cacha de aquel Smith-Wesson  mientras el entrecejo levantaba una blasfemia silenciosa y lenta.
-Entonces cual animal de carroña arremetiste, ¡no eres más que una bazofia!
-No compadre, no…  …El amor no se arrebata, éste nace y se alimenta del trabajo diario. Le he amado como solo Dios puede saber, ha sido una larga aventura llena de dicha y entrega, no puedes atacarme con tus palabras, así, sin más. –notó como lentamente sacaba su Revolver-  Dispara pues, si así logras creer que tienes razón,  que el amor está de tu lado, hazlo, dale, ¡dispárame antiguo amigo!
-No compadre –Dijo con un ligero tartamudeo- Es para usted.
-(¿?)
-Si algún día he de intentar romper su dicha, no merezco llamarme amigo, no merezco estar vivo; de ser así, dispara sin duda.
Montándose en su caballo, siguió la senda destinada a los amantes lejanos.

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