Bajo sus pies se extendía un inmenso manto aterciopelado, cientos y cientos de tejas –interrumpidas por algunos abismos- se fundía con aquel cielo de papel maché. Sobre los cables que conectaban las estrellas flamencos verdes le observaban, cautelosos, sigilosos, desconfiados…
Otros tantos –de color fucsia- tomaban el Té sobre mesas escondidas entre sillas de cartón y petróleo mientras murmuraban planes de conspiración, a su derecha un sin número de cartas danzaban con rituales ocultos, cada nota encendía una lámpara de color diferente; roja, cian, marrón, naranja, púrpura… …Al mirar hacia atrás y vislumbrar entre las cataratas de gelatina el rostro, mitad perro mitad hormiga, de su mejor amigo, entendió post-facto que los alimentos sin etiqueta no deben ser consumidos.
Los planes de conspiración hechos por flamencos, me recuerdan a una extraña relación con el opio por parte del soñador despierto.
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