sábado, 20 de noviembre de 2010

Patrick Burnfire

Mi historia me preguntas buen Donner. …Hace tiempo no me detengo a fumar una buena pipa y recordar de donde vengo. Soy Patrick Geganius Praeconinus Burnfire, Hijo de Geganius Burnfire y Lida; de pequeño fui adoctrinado en la Santa Fe Católica en los pueblos cercanos al Imperio, mi padre fue un noble mercader y mi madre… pues ella fue una adorable madre, lo es aún supongo, tengo tres hermanos menores de los cuales no se mucho.

Me apodaron Praeconinus debido a la simpleza de mi razón, o al menos eso es lo que mi Lida solía decirme “un heraldo de Dios que ha llegado a cambiar nuestras vidas…” Cuando mi edad no superaba los 9 años fui apadrinado por un tío, su nombre es Augustus Maximus, quien debido a su posición en el Clero tenia ciertos contactos en la Gran Escuela Imperial de Magia y luego de ciertos trámites legales logré ingresar; me distinguí en gran medida dentro escuela de Transmutación y algo de Evocación, pero en sí, la magia es un dulce ente que con sus múltiples formas sacia la sed de conocimiento

Algunos años pasaron dentro de la escuela y con gran agrado logré graduarme, sin embargo, de regreso a casa en unas cortas vacaciones me enteré que mi padre Geganius y mi tío Augustus habían partido sin dar explicaciones aparentes. …Mi padre aún no aparece, mamá se fue lejos del imperio a una nación libre para proteger a mis otros hermanos mientras que yo averiguaba quien fue el canalla que asesino a mi tío. 

Tantas horas deambulando por las oscuras calles del Imperio me llevaron a un viejo hostal, Poisontounge decía en la puerta de entrada, tras unas horas de charla y mucho dinero fuera de mi bolsillo me enteré que miembros mismos del Maldito Imperio le habían mandado a liquidar… ¿Sí no puedes confiar en quienes te educaron, acaso existe un sólo ser con quien contar? Tanto llanto y odio me dio a entender que no.

Juré rencor mortal al Imperio y abandoné mi preparación diaria en cuanto a magia y demás, encerré todo en un arcón anhelando con espada en mano arrebatarle al asesino la sangre y lagrimas hurtadas a mi familia. Me enlisté en un verano como mercenario de un reino vecino, duré horas entrenándome físicamente para adquirir la fuerza, técnica y salud que los años de estudio me habían arrebatado.

Día tras día en mi dedicación pura, meditaba sobre las razones por las cuales los hombres traicionan, sin lograr hallar respuesta más obvia que por la corrupción de sus almas y la tiranía de un poder prometido, ¡pusilánimes criaturas! se creen forjadoras del poder cuando este no es más que un ser invisible y espiritualmente fútil… Luego cayó la guerra y un escape forzoso, la historia de allí en adelante querido amigo, esa ya tú la conoces.

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