Tan gráciles manos lentamente deslizaban sobre aquellos ojos una seda púrpura enrollada, al terminar, continuaron descendiendo por los viriles pómulos para luego seguir la curvatura del rostro encontrándose así en el mentón. De inmediato, aquella boca prisionera del deseo busca la libertad besando tan delicadas manos, mas ella sutilmente las aparta.
Al alejarse puede contemplar como el glorioso cuerpo de su amante lentamente empieza a respirar, cada vez más rápido, más y más rápido rosando la locura, justo ahí, cuando se dispone a levantarse la venda, aquellas manos le detienen cortésmente. Besando la comisura de sus labios le da a entender que todo estará bien. Lentamente toma su cabeza y la hace reposar en la parte alta del sillón, baja ingrávidamente las manos por cada hombro; lenta, tortuosa y excitantemente.
Cerca del oído destapa una pequeña botella, el sonido despierta en él tanta intriga que sus labios son mordidos inconscientemente; derrama una gota sobre su tierno dedo y luego la esparce sobre su nariz, así, con ella, comienza a recorrer el rostro de lóbulo a lóbulo, al esquivar un ardiente beso solamente puede oír la voz de su amante exclamando ¡Rosas!
Rosas, Ylan Ylan, limón, coco, sándalo…
Su inconsciente pecho desnudo se encontraba a la merced de unas manos ya no tan inocentes, el calor de unas velas sólo era comparado por el calor manado de tan ardiente pareja. Con un impulso interno tomó una de las velas y con júbilo contempló como aquel inmenso cuerpo convulsionaba de placer al sentir una a una las gotas de cera.
¡Tu nombre! ¡Tu nombre! ¡Tu nombre! Exclamaba él entre murmullos, sin saber que su inocente amante había cruzado el portal.
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