jueves, 4 de noviembre de 2010

Deseo.

-Pide un deseo.
-Tu ropa.
-¿Mi ropa? No pensé que me solicitaras algo tan fútil.
-Tu ropa.

Mientras se desvestía, las luces menguaban bañando la habitación con pinceladas de oscuridad. Lentamente se va desvistiendo, uno a uno los botones van desplomándose, la blusa deslizándose por sus hombros, un corpiño soltándose dudosamente, esa  falda discreta que se abre cortésmente.

El aire helado de aquella noche decembrina empezaba a quemar la piel de una jovial y dudosa amante, de repente, dos cálidas manos contrastaron con el gélido ambiente, por su espalda se acercaba él, conspirador nocturno y aventurero furtivo, su pecho desnudo hecho de fuego encontraba reposo en su tierna  espalda.

-Tu ropa, deseo ser tu ropa.

Y su tacto se acertó perenne sin importar la  fría oscuridad o el tiempo imparable.

2 comentarios: