sábado, 13 de noviembre de 2010

Athlone

Las guerras constantes habían acabado con gran parte de la alegría de la aldea, se sentía el temor en los rostros de los niños y ancianos, más el cansancio y la preocupación era el común semblante en los de los hombres en edad de usar una espada contra el enemigo.
Ivor, quien siempre se había considerado ajeno a las manifestaciones de emociones colectivas, no podía ignorar la situación, varios amigos había visto caer bajo la espada mortífera de los perturbadores de la tranquilidad que frecuentaba el lugar en el que había vivido desde que nació.
El odio hacia los extranjeros era común en las personas de la aldea, aun en los mas amables y hospitalarios se percibía una chispa de desconfianza hacia aquel que pidiera posada o pasara por el lugar, si no era un rostro conocido previo a la guerra.
La esperanza era arrebatada de sus manos poco a poco, un pueblo orgulloso de su fuerza y tenacía yace ahora bajo el yugo desconsolador de la desesperación, dudan ya de si buenos tiempos llegaran.

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