Al pasar la puerta, la luz de un nuevo día anunciaba gloriosa que él vivía, terció su guitarra y empezó a andar, con cada paso una sonrisa, con cada diez un respirar… …Mientras caminaba su espalda se inclinó hacia atrás y ese mágico aire anacrónico le envolvió, llenando aún más de vida su rostro, sus patillas empezaron a crecer mientras ondeante el cabello con magnánima elegancia danzaba.
En sus bolsillos no habían más cigarros –total no importaba-, sin reparar en ello continuó avanzando, yendo contra el viento, contra esa corriente primaveral, que, por alguna extraña razón, le devolvía en el tiempo, hacia sus raíces, hasta su esencia. Sobre su piel, mas que ligeras prendas reposaba la confianza.
Mientras se acercaba a esa quimérica brisa, inconscientemente dejaba atrás sus preocupaciones diarias, la amargura impuesta, el existencialismo innecesario. Cuando sus pies se movían a su ritmo natural, al compás de su propio ser, él se acercaba a la libertad.
Compadre, Esperando que siempre encuentres el camino a tu origen.
ResponderEliminar