lunes, 6 de septiembre de 2010

Adiós amigos míos

El sonido de las brasas ardiendo era ahogado por el ruido de la lluvia que, sin pausa, descendía rítmicamente. Tres oscuras siluetas masculinas se disponían en hileras contemplando tan salvaje acto, ante ellos, una hoguera que bañaba de naranja la oscura noche y danzaba mágicamente.
En sus brazos se consumían los cadáveres de animales asesinados violentamente; con tristeza las facciones de tan fieros hombres se ablandaban al contemplar su insignificancia, su incapacidad para proteger… Lágrimas invisibles se empozaban en el alma y solamente los rezos podían brindarles calma; perdieron no sólo unas mascotas, ante ellos se consumían en las llamas sus amigos, su familia.

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