lunes, 13 de septiembre de 2010

Sirenas

-¿Y bien marinero? creo que son del aire tus viajes y no propios del mar –su mirada se detuvo en sus manos- No te asombres muchacho, el agua de mar a curtido tu piel y hecho fuertes tus brazos, pero, tus dedos son ágiles, ligeros, etéreos… ¿Cuál recompensa buscas si acá oro no encontrarás? –dijo con tono irónico-
-Tienes algo que yo anhelo, sé por las historias que de ti viene la inspiración y no existe esfuerzo pequeño para llegar hasta tu merced.
-¿Tanto me deseas?
-Tanto y mucho más.
-Tienes doce acompañantes y yo siete doncellas, has de escoger sabiamente si la inspiración deseas. Cärien es la menor, aunque la más fuerte tal vez, mientras Bsi es la mayor y de más fina voz, atrás de ellas se encuentran Ester, Amel, Diopsce, Fenith, y Gäem. ¡Qué tus mejores marineros dancen con ellas! si el orden es correcto en catorce lunas la fama será tuya.
Sus ojos examinaron cuidadosamente a cada una, empezó a organizarlas dejando en un extremo a Cärien y al lado opuesto a Bsi, luego de Cärien situó a Diopscem, Ester, Fenith, Gäem y a Amel. Inmediatamente llamó a sus mejores hombres dejando a un lado el capitán y les explicó el orden para ir a bailar. A medida que los marineros se sumaban a la danza, cada una de las doncellas se unía a la melodía empezada por Cärien, el eco dentro de aquella cúpula de mármol se escuchaba a kilómetros del lugar.
Los marineros danzaban si ser dueños de sus pasos, a la par, los ojos se cerraban lentamente incluso el de los espectadores, poco a poco la música se percibía más suave, distante. Al despertar del trance notaron la ausencia de los hombres y doncellas, aunque una rápida vista por la ventana señalaba su paradero, en lo alto de unos pilares cada marinero era devorado por mujeres con cuerpo de pájaro.
-¡No Terpsícore, ese no era el trato! –sus palabras mezclaban la rabia con el dolor-
-¿Y cómo crees marinero que los músicos labran su destino? Siempre algún sacrificio debes de pagar, y si en catorce lunas has de brillar, por hoy mis hijas han de cenar.
Cual sirena su cuerpo se vio revestido por plumas plateadas, mientras cantaba sus alas la elevaban más y más hasta fundirla con aquel techo de alabastro en esa antigua y derruida cúpula.

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