viernes, 31 de diciembre de 2010

In the dark end of the street

Las luces de los tejados brillaban con la intensidad de la fe de las personas en estas fechas, habían cerrado la calle principal del barrio para allí dar lugar a la espera y celebración del año nuevo que estaba por llegar. Los peinados alborotados y abultados se mantenían en su sitio por gracia de la laca en abundancia que se le daba al pelo como medida preventiva antes de salir de casa, el calor de la noche era abrasador y las gotas de sudor escurrían por los rostros de los invitados.
Vestidos brillantes de satén, los trajes en azul y rojo para los hombres, zapatos blancos y de colores eran la moda, eran los años setenta y al final de la calle, donde los focos no daban su brillo, estaba una pareja que se había encontrado un par de meses atrás. Eran jóvenes y no sabían nada de lo que el futuro les repararía, pero algo en esa noche de baile, calor, bebida y caricias furtivas les anuncio a gritos privados, que el final que se presenciaba y celebraba ese día, para ellos era el inicio de algo que crecería a través de muchos años que, al igual que esa noche, terminarían juntos.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Un día como hoy.

Hoy llegan a mí los fantasmas del ayer, la triste historia de las felices almas que su muerte encuentran,  hoy llega a mí la natural y cruda realidad.

 Más que un recuerdo, revivo y repaso mi vida, vuelvo a abrazar la benigna sonrisa de mi imprudente abuela, la sapiencia de mi barbado abuelo, aquella infancia gobernada por sus interminables historias, por sus infinitas caricias.

Encontrar en mi mente sus rostros es una forma más de inmolarme sobre la esencia misma que me rige, es viajar  a las raíces imperecederas, es recorrerlas, es repasarlas. Siento su calidez, resucito sus enseñanzas; la confianza, el galanteo, la cortesía, la familia, el honor. Hoy no rueda una lágrima, mas no olvido aquellas que desbordaron mis ojos cuando ustedes partieron.

Con orgullo podrán decir amados ancestros, que su sangre recorre con emoción mis venas y sabrán en ésta vida o en la otra, que la realidad vivida, aunque cruda ha sido plena. Ahora, casi adulto, abandono la lucha por aquellas cosas prohibidas y con fe sé que ahora su historia hace parte de la mía, desde allá –sea el lugar que quieran- una chispa de su sabiduría habita en mí.

Impregnados por la dicha les diré que por fin soy fuerte, noble, gentil. Me despido como hace años, cuando su deceso tatuó mi alma. Cortésmente me retiro, eternamente les llevo, más que una despedida éste texto es el altar espiritual de El cazador furtivo de sueños rotos, esperanzas firmes y mariposas rojas. El mismo cazador furtivo que ha logrado alcanzar las utopías. 

DESCANSEN EN PAZ.

Eventualidades.

-¡No te creo nada Carlos!
-¡Lo juro! Cuando caminaba por la finca noté como un fantasma me perseguía, corrí y corrí   hasta encontrarme con el vecino, fue él quien ahuyentó al espanto.
-Bah, puras patrañas –añadió Samuel- , los fantasmas no existen.
-¿Ah sí? Pues los reto a todos ustedes, pasemos una noche en la casa abandonada que queda a las afueras de la ciudad, sobre la ruta que lleva a la cascada.

La discusión se mantuvo por algunas horas más, finalmente los tres muchachos decidieron aventurarse el Sábado próximo, cuando la Luna Nueva brillase con mayor intensidad. El aire frío silenciaba los alrededores, a la par, aquellos inmensos árboles del lugar proyectaban sus sombras con majestuosidad;  al entrar, una nube de polvo nubló la visión asfixiando a los comensales de turno.

Invadidos por espasmos y tos encendieron velas, Carlos avanzó un poco sosteniendo su crucifijo, al dar tres o cuatro pasos se viró y descubrió que estaba solo.

-¡Samuel, José, salgan!, no lograrán asustarme, no se escondan, miren que no es gracioso.

Pero nadie respondía a su llamado, se devolvió rápidamente hacia la puerta, al abrirla y atravesarla extrañamente entró a un lugar similar a una cocina, desconcertado corrió hacia atrás para regresar, pero se tropezó y su cuerpo cayó junto a las escaleras en el segundo piso, nada parecía tener coherencia, nada en el lugar.

Samuel vio como Carlos avanzó, al intentar seguirle el paso notó la sombra de él alejarse cada vez más rápido, el polvo se esparcía por la sala y sólo lograba distinguir su contorno, enojado porque Carlos no atendía a sus llamados se abalanzó sobre él para hacerlo caer; sin embargo falló y su cuerpo se desplomó a los pies de la silueta. Al levantar la vista vio a Carlos disfrazado con una sábana blanca intentando fútilmente asustarle, Booh, Booh decía él, Samuel colérico se levantó y en un sólo movimiento le arrebató la sábana, al caer ésta vio ante sí, un rostro deforme lleno de expresiones lastimeras, ¡BOOH! Gritaba la creatura con voz gutural, ¡BOOH! Y su rostro se empezaba  a deformar.

Samuel corrió asustado sin ver el agujero en el suelo, al caer por éste, unas tablas viejas astilladas le atravesaron su cuerpo, lentamente moría desangrado, en ese instante, observó  aquella blasfema figura que se tapaba con una sábana mientras soltaba una sutil carcajada.

José en cambio encontró a una tierna niña que asustada temblaba en el suelo, se acercó dudoso pero lleno de curiosidad, cuando le preguntó la razón de su llanto, ella le respondió “no me gusta ver sangre” ¿Cuál sangre ves? –preguntó instantáneamente- La tuya respondía ella, la tuya… José notó como su piel empezaba a sangrar y miles de insectos se abalanzaban sobre él para así beber de su vital fluido, José atravesó la puerta de la Sala de Estar y se encontró en un jardín, entre la nube de insectos divisó a la distancia un pozo para sacar agua, motivado por su instinto de supervivencia se arrojó en éste sin saber que se encontraba vacío.

Carlos notó como José corría por el piso inferior gritando como un loco, al mirar la ruta por la cual él venía vislumbró una sombra que se acercaba, aquella mancha  se detuvo frente a las escaleras y comenzó a subir por ellas. José miró por la inmensa ventana que se levantaba a su izquierda, aquella majestuosa Luna -la cual presentaba un rojizo tono-, brillaba y sangraba a la vez, devolvió su mirada hacia las escaleras y descubrió que la sombra había adoptado una figura humanoide, asustado saltó por la ventana hasta caer  sobre un frondoso y espinoso limón, árbol del cuál por miedo nunca abandonó.

martes, 28 de diciembre de 2010

Descanse en Paz Mr Wayne.


Lo que pensamos de la muerte sólo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida. 

Charles de Gaulle 


Una desabrida esposa que solamente encuentra poesía en los placeres mundanos que el dinero facilita, una gran empresa llena de obreros malagradecidos y un montón de prójimos hipócritas e indolentes… Un triste final para aquel jovial soñador, que aciaga es la vida cuando sin familia encuentras monotonía en tu camino, cuando te cansas de caminar rodeado de máscaras y elogios, impregnado de eufemismos, siempre bien servido. 




Mr Wayne encontró su calvario al extraviar el sentido de su vida, como un zombi vagaba por los blancos pasillos de lo que se supone fue el mayor de sus logros, rodeado de desconocidos. Como un condenado regresaba a su hogar -a aquello que se supone se llama hogar-, y sin una sola caricia se recostaba esperando terminar su martirio. 



Año nuevo es casi siempre la mejor excusa para volver a empezar, tomando un crucero –motivado más por la insistencia de su esposa- descubrió como cambiar su vida, a bordo del Salavareth, conoció a la dulce Graüben, una indómita mujer que había vivido en la mar como nadie más, hija de un famoso Capitán, Graüben, recopilaba el coraje que Mr Wayne sentía fallecido, él, a sus 40 años comenzó a revivir la emoción que décadas de trabajo le habían arrebatado. 



Se enamoraron a primera vista, como si sus almas se conocieran desde hace eones, juntos idearon un método para escapar y vivir de la aventura, Graüben contactó a algunos amigos en diferentes lugares del mundo para poder asegurar algo de dinero extra y así comprarse un yate, con unos lazos diseñó un pequeño andamio, ella entró al camarote, regó las uvas sobre el suelo, impecablemente montó la plataforma y espero que se acercara la hora fijada. 



Mr Wayne llegó con prontitud, se detuvo en el umbral de la puerta y se sacó la ropa rápidamente, ella la colocó sobre el suelo -usando aditamentos propios de las fuerzas armadas podían entrar sin dejar rastro-, ella le disparó desde la ventana, se acercó y con un  bisturí quirurgico le realizó una incisión sobre el antebrazo para crear un pequeño charco de sangre, él salió y  la esperó en el pasillo que a oscuras aguardaba a la gente que celebraba gozosa bajo los fuegos artificiales de media noche. Ágilmente antes de partir, Graüben tomó un extremo de la cuerda, con gracia sobrehumana desató el lazo de los barrotes y lo extrajo del camarote sin que éste tocara el suelo.

Bajaron hasta la planta más inferior, tomaron una ruta conocida sólo por quienes conducían el navío, en ella, aguardaba un pequeño bote a motor, antes de abandonar la nave, dejó una carta a sus compañeros explicándoles lo sucedido y solicitando por tradición marinera que le guardaran el secreto, así, juntos, emprendieron una nueva vida, una vida llena de amaneceres en la mar, una vida como pocos lograrían imaginar.

Agüeros.

La policía estaba desconcertada, dentro del crucero nadie logró ver el momento en el cual Mr Wayne se alejó de la sala de recepción, su esposa afirmaba que la última vez que cruzó palabra  con él fue cuando éste decidió ir al camarote del barco a tomar doce uvas brasileras antes que sonaran las campanas de año nuevo.

Efectivamente, los detalles hacían suponer que Mr Wayne  había llegado hasta el camarote, al abrir la puerta se lograba divisar la mesa de noche entre abierta, sobre el suelo regadas se encontraban las doce uvas; sin embargo, lo verdaderamente  curioso es que frente a éstas, la ropa llevada por Mr Wayne se disponía sobre el suelo ordenada de como si él se hubiese esfumado en el aire.

Al examinarla, un pequeño charco de sangre se empozaba sobre la faja del traje  y ésta presentaba un orificio, además, lograron encontrar un casquillo calibre 38 bañado por  algo de pólvora sobre la ventana que daba hacia el pasillo. No habían huellas, arrastre de sangre, evidencias de violencia en la puerta, simplemente  dos extrañas marcas en la ventana.

Mr Wayne fue el foco de las noticias, no era muy adinerado, sin embargo, tenía suficiente dinero para para cambiar la vida de 200 obreros que se encontraban bajo su cargo, su seguro de vida estaba destinado a la beneficencia, su gran empresa dirigida por una asociación anónima, no tenía hijos y su esposa ya disfrutaba de una considerable pensión, los investigadores no encontraban un móvil claro, para descrestar aún más, el primero de Enero, a las 00:10, múltiples retiros bancarios se realizaron de sus cuentas en tres continentes.

La policía no encontraba manera de calmar a la recién viuda, las noticias hablaban sobre abducciones extraterrestres y mil creaturas fantásticas más, lo único que quedó claro es que nadie más comería doce uvas en año nuevo, ¡Jamás!

lunes, 27 de diciembre de 2010

Dietas de tomate y limón

Todo comenzó con el grito de su madre, dieciséis meses habían pasado desde el nacimiento de la pequeña Sophie y su piel seguía siendo tan blanca como el nácar de sus joyas, a diferencia de los demás infantes conocidos, quienes rozagantes, exhibían el rubor de sus mejillas como una muestra indudable de salud y belleza. Espantada por tan atroz anomalía en su pequeña, la señora de la casa mando a llamar por Blanquita, quien aseguraba tener una dieta infalible para que las mejillas de la pequeña Sophie se llenaran de vida.

Por muchos años Sophie vivió bajo una dieta estricta de productos a base de tomate, gracias a los cuales tras unas semanas de uso dio color a su rostro, pero el suspender su consumo hacía desaparecer el rubor, por lo que por muchos años el tomate fue lo esencial en su vida. Blanquita no solo tenia por curioso esta dieta en su conocimiento, el tema preferido de sus monólogos era "la fuente de la vida", un lugar hermoso que proporcionaba eterna lozanía a quien se ganara sus favores.

Al llegar Sophie a una edad de dieciséis años y ver al espejo su hermoso rostro juvenil, se sintió aterrorizada al entrar a la vista el de su madre, quien a pesar de no contar con muchos años ya se asomaban algunas arrugas en su cara. Sin perder tiempo, salió en busca de aquel lugar mítico del que rodeada de tanto tomate oyó hablar.Muchos valles y bosques recorrió hasta dar con el paradero de tal maravilla. A su entrada, un pequeño elfo le saludó:

-Buen día, jovencita, has venido tu a reclamar los favores de la fuente de la vida.
-Si me es posible, señor.
-Has de saber una cosa, antes. La fuente de la vida tiene solo un requisito para prolongar su efecto durante lo que desees que dure tu existencia, eso claro, si es que sales favorecida. El requerimiento único es una dieta a base de Limón, y dejar de consumirlo, aunque sea un día terminara su efecto sin manera de recobrarlo.
-Pero señor, me veré tan verde como dichos limones.
-Es tu elección.
Y así Sophie fue, por muchos años, la verde joven de lozanía eterna, mas hermosa del reino.

domingo, 26 de diciembre de 2010

A quince años de distancia

Horas de camino le habían llevado a ese lugar, sin distinguir espacio ni distancia por el sopor causado por el tren, los olores delataron su paradero y al abrir los ojos, los inmensos mares verdes de su natal Italia, la saludaban coloreadas por el sol de media tarde. Desconcertada aún por el calor ya poco acostumbrado se sintió en principio incomoda, algo en su pecho no funcionaba bien, y residuo de haber vivido con un hipocondriaco fue alarmarse por su salud. Pero no, no era eso, figuras grandes y voces fuertes avisaron que era por un hombre que su pecho se acongojaba de tal manera.

Sonrió para sí al recordar años y años de prometerse un futuro de conocimiento y aprendizaje lejos de su parsimonioso pueblo nativo, y se encontraba regresando por una promesa adjuntada a una pintura que le dejó a su entretenido compañero de charlas insomnicas y paseos a tierras bardas. Por un café cruzaba el continente, por un café se fue de el lugar en el que recibió educación en muchos aspectos, pero el café no era más que una excusa, para así volver al lado de la persona quien eternamente la había hecho soñar.

La calurosa tarde le había devuelto los rizos a su pelo y el sol por entre las copas de los árboles le dio ese brillo a su piel que tanto había extrañado en Inglaterra. Mares y montañas cruzó, para encontrar sus ojos a esa figura que observaba su reloj de bolsillo como una costumbre guardada con aprecio y con cariño. Ella, toda encantos y ademanes agradables, era la mujer que había prometido regresaría, aquella niña que se despidió hacia quince años en ese mismo lugar, él, que no mucho había cambiado, seguía siendo para ella, quien había conocido el mundo y muchos secretos que guarda éste para quienes no salen de su perímetro habitual, todo lo gallardo que alguien pudiera ser jamás.

Quince años, un café, una promesa, una pintura, viajes en tren, libros, horas de sueño perdidas, caminos por valles, cuencas, senderos, lagos, montañas, ríos, todo. Todo y nada, pues las dudas que genera la distancia las acaba esa irrefutable seguridad que brinda la calidez de la sonrisa, la mirada y el tacto, de quien por más distancia de por medio y por más años de ausencia, haya conservado la palabra de amado.

Bella fra le donne


Sacó el reloj de su bolsillo derecho como un hábito, lo guardó sin fijare en la hora. Mentalmente recitaba de memoria todas las líneas previamente ensayadas frente al espejo, los adjetivos indicados que manifestaran admiración sin exponer  su total enamoramiento se encolaban en orden preciso. Un vistazo rápido a sus zapatos de cuero italiano le mostraban que cada aspecto a tratar estaba concretado,  definitivamente hoy se volverían a enamorar.

Cuando aquella dama se acercaba, la luz del ocaso dibujaba su contorno con majestuosidad, era más hermosa, mucho más hermosa que hace 15 años, cuando antes de partir le dejó una pintura y la promesa de un reencuentro. Había regresado a su Italia natal, estudió lo suficiente para terminar su carrera y respectivas especializaciones, la divina niña que con  providencia anunciaba la hermosa mujer en la cual se convertiría, llegaba luego de tan vasto tiempo a cumplir su promesa.

Absorto ante tanta belleza cayó rendido ante sus pies, ella, gentilmente le sonrió y sin discurrir le invitó un café, así, luego de 15 años, cumplieron la promesa de volver a empezar.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Actitud.

Tenis rojos, Blue Jean,  camisa blanca. Simpleza y actitud, dos palabras que definían su sonrisa, cada amanecer era impregnado de energía, dando volteretas, entonando cánticos realizaba los quehaceres de su hogar, sin importar las adversidades siempre una sonrisa  le indicaba el Norte en su destino; libros, guitarra, herramientas, sueños, lonchera…

Una tarde de Abril, cuando debatia con una compañera de la Universidad sobre los Atlantes, ella le negaba que éstos existieran o hubiesen existido, él, sonriendo le dijo que las cosas imposibles son fundamentales cuando se sabe creer, al escuchar un gruñido de molestia por parte de su compañera, sin dejar de sonreír se elevó volando entre las nubes para así no discutir.


Amuletos Rojos

Durante diez días y diez noches el rojo de sus zapatos fue su amuleto estrella, tenis carmesí la animaron y la llenaron de energía en el deporte de cada mañana al comenzar jornada, sandalias bermellón le ayudaron a dar buen flujo a sus negocios día a día y zapatillas escarlata la convirtieron en el blanco de todas las miradas en las noches de baile.
Mas sin embargo, al regresar a casa mientras todas las nubes se disipaban, dejando a sus ojos el regalo de un cielo salpicado de estrellas y a sus oidos el sonido de una guitarra en el segundo piso del hogar al que regresaba. Mientras subía las escaleras, encontró entre la maraña de pensamientos que era su mente, que para encontrarse plácida y plena, no hacía falta amuletos en los pies, sino un par de sabias manos que la despojaran de todo lo que por derecho y virtud no era literalmente suyo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Revelación.

Siete noches de ayuno, siete días de oración. Al octavo amanecer su cuerpo manaba las esencias propias de la purificación, un alma antes errática no es ahora menos que un alma libre; lentamente caminaba por los verdes jardines del templo contemplando como la paz era despojo de la meditación, el dolor, las penas, angustias y miserias quedaron plasmadas en el recuerdo, como yacen los malos sueños o aquello que  nos es incierto.

Dejó su nombre atrás, tan lejos como las contradicciones, tan ajeno como la preocupación. Muy temprano empezó la jornada, encendió incienso para meditar, preparó su cuarto, arregló la huerta,  respiró lentamente hasta abrazar la noche; en ella, cuando el oscuro manto hace invisible las realidades, encendió una vela, como un conjuro aquella luz empezó a transformar la estancia dibujando mágicamente una ingrávida sonrisa.

Kerana –suspiró- Lentamente se levantó y abandonó el templo,  con un espíritu magnánimo caminó por la espesa noche hasta regresar a su hogar y así, hecho hombre, pudo por fin abrazar la epifanía llamada mujer.

martes, 21 de diciembre de 2010

Una vez más

La espesura de la noche se cerraba cual prisión, sólo unos escasos relámpagos alcanzaban a iluminar en la distancia, sus piernas no eran ni la sombra de aquellos monumentales pilares, sus manos a duras penas lograban sostener la brújula…

Agotado, perdido. Cuando creía encontrar sendero firme, tropezaba y regresaba cuesta abajo, vagaba como un proscrito, luchaba como un soñador. Su avión se había estrellado hace tres o cuatro días, sin comida, sin asilo, sin esperanzas. Un último intento, trepo a ciegas la colina, otro traspié y de nuevo hasta el fondo del barranco.

Abajo, en la más oscura de todas sus maldiciones, condenado y débil esperó su muerte. Algo en el aire cambiaba, algo era distinto, familiar…  …La oscuridad, el silencio, todo agudizaba sus sentidos, la tierra era plana, húmeda y fértil, en el aire la lluvia intentaba ahogar el sutil olor de la Flor de Jamaica, la sublime especia usada en sus momentos más íntimos.

Recodó las cenas románticas, los amaneceres juntos, las largas tardes en la regadera, los besos furtivos, los masajes complacientes, los sueños  cotidianos, su eterna sonrisa; la misma que le iluminó en tiempos adversos, aquella sonrisa que hoy  le exponía una razón más por la cual soñar, por la cual luchar.

Respirando y sintiendo su amor -el amor de alguien que con tristeza y esperanza aguarda su llegada-, emprendió el ascenso, ésta vez lleno de calma, inmerso en la paz, sobreviviendo, cabalgando en los imposibles del amor.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El monasterio

El torrencial aguacero los obligo a hacer una parada no acordada en el plan de viaje, su fiebre había subido por el frio y las fuertes ventiscas a una temperatura alarmante; su presencia entre las montañas fue apreciada tal cual milagro divino. Dejó los caballos atados hasta donde el camino los pudo llevar y de ahí a la puerta la llevo en sus brazos, él, acostumbrado a los trabajos pesados y a los malos tiempos estaba debilitado por la escasa comida, el frio penetrante y el largo viaje, ya no tenía la fortaleza de siempre, pero ahora sobre sus brazos se apoyaba el cuerpo de su amada moribunda, no debía mentirse y esa era su realidad.
Dentro del monumental portón de madera que emanaba un fuerte olor a incienso, siete monjes en sus hábitos le miraban estupefactos, tanto por el ver a aquellas personas llegar hasta ese lugar apartado de la civilización, como por el hecho de que fuera un famélico jovencito llevando en brazos a una joven de largos cabellos y piernas moradas por el frio. No dudaron en auxiliarlos.
Se la llevaron a ella a una recamara en el segundo piso del monasterio, donde la abrigaron envuelta en pieles y con la ayuda de un floreciente fuego, le dieron brebajes con diversas plantas y a los lados de la cama rezaron oraciones por ella. En una recamara al otro lado del pasillo descansaba el jovencito, como le habían llamado; no hace mucho a causa de su fornida figura y su serio semblante era confundido con un señor de edad media. Le habían ofrecido comida para darle algo de fuerzas, pero ni un bocado pudo obligarse a entrar, pues no tenía noticias de su amada.
A mitad de una oración, uno de los monjes más sabios dentro de la habitación tuvo una idea al observar la posición en la que se había acomodado la joven, quien aún temblaba de frio, a pesar de las pieles y del fuego crepitante. El calor de su amado era eso que le ayudaría a mejorarse, así que mando a llamar al joven y le pidió que se recostara junto a ella, quien casi de inmediato dejo de temblar. Él podía sentir como, gracias a los cuidados de tan amables personas ella recobraba la energía, y no dejaba de sonreír por lo grato de su compañía, juntos, en una amalgama de serenidad y alivio, pudieron descansar lo que no habían podido en días y el sueño los encontró juntos, como hacia un largo tiempo habían querido que fueran sus noches de ahí hasta que el camino los dejara caminar de la mano.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Marchitos.

En la pequeña ciudad de Trashen. Se encontró un desolador panorama, era un enorme jardín de rosas que yacían marchitas. Trashen es una ciudad pequeña, pero que era frecuentada por muchos viajeros que curiosos llegaban a ver las rosas de Martel, quien  desde niño se había enamorado  tanto de sus rosas que muy pocas veces se separaba de su  casa y su jardín, escasamente se le vio en el centro de la ciudad. El tiempo pasó y Martel ya había crecido, esto no paso desapercibido para las mujeres de la ciudad, pero Martel hasta ese momento sólo tenía ojos para su jardín.

Hasta que un día por casualidad encontró a una mujer cuya belleza no pudo comparar si quiera con la de sus rosas. Martel empezó a venir más seguido a la ciudad sólo para admirar la belleza incomparable de esa mujer, descuidando de a poco su jardín, un día Martel bajo a la ciudad y se llevo una terrible sorpresa, aquella mujer que no podía comparar ni con sus hermosas rosas ya no estaba, se había ido, pero no sola, alguien más se la llevo.

Martel volvió a casa esperando encontrar tal vez consuelo en su jardín, pero era demasiado tarde para acordarse de éste, pues todas y cada una de sus rosas se habían marchitado, no quedó una sola, al parecer marcharon celosas, se fueron sin decir adiós. Sin consuelo, sin alivio, ese fue el último día de Martel en la ciudad, entre la gente y tal vez entre los vivos,  ya que después de todos estos incidentes Martel ya nunca más fue visto. Hoy en su cama, cual escombro final de su existencia, sobre su cama sus ropas y pétalos marchitos de rosas. 

Liebre de Marzo.

El rumor de aquella tierra de mil maravillas se había extendido por todo el mundo, cientos de personas anhelaban encontrar tan misterioso lugar, tomar el té, comer hongos, ser grandes, tal vez pequeños…  No hace mucho, cuando Mary se encontraba descansando un Sábado cerca al lago, notó, luego de guardar los bastidores, que hacia su derecha un lirón blanco le miraba; algo desconcertada y a la vez intrigada, recordó la fantasiosa historia que rondaba por ciudades y pueblos, tomó algo de aliento, sin pensarlo más, emprendió la caza de aquella liebre de marzo.

Como un libro que se lee nuevamente, la historia se repetía, por un momento ella juró ver al animal sacar un reloj y adentrarse en el hueco de un viejo árbol, excitada por los mágicos acontecimientos le emuló y se lanzó dentro de aquel roble. Ya adentro, la caída no superaba los 3 metros, pero, fue suficiente para fracturarle la clavícula, destrozarle el mentón e inhabilitar sus manos.

¡Dolor! Gritaba hacia sus adentros, luego de estrellarse con tanto ímpetu, notó que, cuando se desplomó, su mandíbula dejó de funcionar, lentamente se iba sofocando; inmersa entre la desilusión, el miedo y la confusión, logró ver en la boca  de la cueva, una liebre que feliz contemplaba su deceso. 

Rumores

Las horas transcurrían dentro del viejo refugio, no había una razón evidente para mantenerse en pie de guerra, solo rumores recorrían las ahora estepas del valle de su reino. La nieve cubría los campos de cultivo, dejando a los aldeanos a la merced de sus animales y de las reservas de todo el año, así mismo, la nieve cubría los campamentos de soldados que esperaban el próximo encuentro, bajo pieles de bestias salvajes y fuegos tímidos dentro de las tiendas.
Habían comenzado a desesperar, pues un mes pasaba ya sin noticias de su adversario, y la inconformidad se hizo masiva al ver como la comida y el agua escaseaba.
– deberíamos volver a casa, a jugar con nuestros hijos y comer la rica comida que preparan nuestras esposas, en vez de estar en este lugar rodeado de muerte, sin más razón que un rumor para quedarnos, sin algo certero que nos mantenga en pie de guerra- se quejaba Comghan al no tener cena esa noche – nada nos mantiene acá, más que absurdos rumores, y por rumores moriremos de hambre, congelados, a merced de las bestias.
-¡Comghan!- se escuchó el bramido desde la tienda mayor y los pasos de unas pesadas botas se escucharon acercarse – Eres joven y sin memoria, nada peor podría reunirse en un soldado de esta compañía, te lo recuerdo Comghan, fueron rumores los que mataron a tu abuelo, a mi padre y a cientos de habitantes de nuestro reino, fueron rumores hechos a un lado los que no nos permitieron vivir en paz por más de tres años , fueron rumores los que me hicieron limpiar sangre de las paredes de mi cuarto cuando no tenía más edad de la que tiene tu hijo, seguiremos en pie, hasta que los rumores se vuelvan noticias o hasta que la nieve congele mis pies y mis manos y no me permita seguir luchando.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Fe.

¡Capitán, Capitán! –gritaba la Sargento Ticka- a mis oídos han llegado terribles noticias, Parece que el escuadrón White Lynx, tiene pensado amotinarse, señor no sé qué hacer, intento darles ánimo; pero tienen razón, han pasado tres meses, tres largos meses sin recibir ni un paquete de raciones, el invierno recrudece, la nieve ha pavimentado el horizonte con aire mortuorio, y yo, Capitán, yo empiezo a sentirme cansada…

El capitán cerró un cuaderno dejando anotados ciertos valores encerrados en un círculo, al dirigirse hacia su Sargento de confianza  la miró mientras respiraba profundamente. Sargento Ticka, como su superior he de decirle que nuestra obligación es con el reino,  has jurado seguirme y confiar en mis razones, bien, quédate acá, pasarán diez minutos, una vez transcurrido ese tiempo, sin importar dónde me encuentre, has de ir a la cabaña que queda al Este, a unos cien metros, y dispara el cañón que apunta a 15º Noreste. Como hombre te digo, que llegaste a mí como una mujer dentro de la compañía; pero, eres ahora quien lleva las riendas de mi razón y sentir, espero confíes en mí, todo saldrá bien, es una promesa. –dicho esto, la besó-

Con su manta de pieles intentó atravesar aquel paisaje de estéril blancura, la capa de nieve hacía que sus pasos se hundieran 30 centímetros, al acercarse hacia la barricada, notó como los hombres –sus hombres-, se acercaban con antorchas dispuestos a tomar el control por su parte.

¡Bien!  -gritó él- ¡Acá me tienen! No como un ser ajeno a su destino, heme aquí, como un hermano, como un padre, un amigo, un futuro encontrado…  Han maldecido mi nombre y enfocado las tristes adversidades en mi espalda, quieres resultados; mas no buscan respuestas.

Miradme pues, hermanos míos, por mis venas no corre otra sangre distinta a la de ustedes, y mis pies han transitado por los oscuros senderos que cada uno  ha recorrido; juntos, como una familia hemos estado hasta el día de hoy,  antes que alguna tonta e infantil riña destruya lo único que es nuestro, qué del cielo caiga fuego y contemplad como el destino no es más que un simple servidor del deseo humano.

Dicho esto, un trueno se escuchó en la proximidad, atravesando el cielo la repentina bola de fuego describía una parábola hasta  inmolarse contra una estepa muerta, aquella explosión si bien era lejana al lugar de la reunión, hizo que todos los White Lynx cayeran de bruces dejando en pie únicamente al Capitán. No se sabe si fue la arenga, o el delicado proyecto llevado en secreto por él, pero, cuando la lluvia de fuego, nieve y agua cesó, dejó al descubierto un lago gentil, el cual les brindó sustento por varios meses más.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sandberry

Ginel vagaba por el desierto, durante tres días tuvo que sobrevivir apartado de su caravana, las cosas no mejoraban, la última tormenta de arena había sido tan violenta que su camello murió, él, gracias a su manta de viaje por azar o capricho divino logró mantenerse consciente.

Dos días más hicieron posada en su decrépito cuerpo, cuando por fin encontró un oasis –el primero fuera de los espejismos-  tomó agua y se recostó bajo un Sicomoro, entre sus sueños se vio a sí mismo, vagando por una tierra desconocida gobernada por un extraño olor en el aire, sin embargo, a pesar de desconocer el lugar, la paz era inevitable. Al abrir los ojos vio como entre unas hojas en el suelo una extraña fruta, de textura carnosa y color carmesí se ofrecía plena para saciar su sed.

Cada vez que se despertaba encontraba en el mismo lugar aquellos jugosos frutos, una noche decidido a averiguar el misterio, simuló estar dormido, cercano el alba, cuando el sol despunta entre las montañas y se refleja velozmente a través de las dunas, observó como una mujer de hermoso aspecto se disponía gentilmente a dejar aquellas místicas frutas, atónito vislumbró la radiante belleza de aquella dama.

Ella, al notar la consciencia de su visitante no se alteró, por lo contrario, comenzó a acompañarle, cada nuevo día borraba uno en su pasado, así, al empezar una nueva vida olvidaba la que llevaba, atrás quedó su historia como comerciante, su antigua familia, sus viejos amigos. Una noche de Luna plateada, cuando él acababa de entregarse en carne a su joven amante, vio como los rayos lunares golpeaban su piel, dejando al descubierto el aspecto de un demonio, asustado emprendió la huida, mas siempre regresaba a aquel oasis, el mismo oasis en el que conoció más víctimas, aquellas con las que formó un hogar, una familia de nómadas y proscritos, Los hombres de la arena, los hijos de Djinn, Los seres del fuego y los frutos prohibidos.

La mujer mas hermosa del desierto

Una fuerte ventisca de arena lo confino a adentrarse en aquella cueva de peligrosos caminos e inminentes desfiladeros, el sonido agresivo del viento no dejaba de retumbar en la entrada del lugar, pasaron horas estaba seguro. Cuando la calma era aparente, decidió salir a retomar su camino, temiendo mucho por su suerte, pues las indicaciones que le habían dado para no perderse, pudieron haber quedado enterradas metros abajo en las dunas.
El sol de la mañana ya se estaba ocultando en la planicie y siguiendo la línea de las montañas, se encontró con algo que no estaba especificado entre el paisaje del lugar. Una caravana de no menos de doscientas personas se reunían alrededor del fuego crepitante de una gigantesca hoguera. Todos, personas mayores, hombres, mujeres y niños; admiraban el embelesador movimiento de una señorita quien, según se fue enterando, era la más hermosa de toda la reunión.
Nadie se había percatado de su presencia, de su estado demacrado por la falta de comida, agua y descanso, hasta que un personaje se le acercó con un tazón lleno de exuberantes fresas, aquel buen samaritano era una joven señorita, creía él por el tono de su voz, pues un manto colorido le cubría de pies a cabeza. Le agradeció y se sentó junto a ella a contemplar a la mujer que bailaba a la luz del fuego. Ella le pidió que le contara su historia, él, a cambio, deseaba ver su rostro, en un inicio ella no estaba tan convencida de este trato, pero gracias a la sonrisa plena de su compañero de velada.
Su historia no tardo más de cinco minutos en ser revelada, no había mucho que explicar de lo que lo había traído hasta el desierto, y en los ojos del caballero se podía notar el fulgor expectante, como si estuviera a punto de que le fuera revelada una maravilla. La señorita se quitó el velo que le cubría el rostro muy despacio, y ante él, negras cabelleras onduladas, cuya longitud parecía nunca acabar fueron presentadas, una tersa piel oscura se asomaba y contrastaba con los ojos verdes que llenaban de vida a aquel personaje.
Tras horas de observar la multitud, él caballero pudo concluir que estaba ante la mujer más hermosa de todo el desierto, quien no necesitaba hacerse propaganda, como su hermana, quien cada noche hacía notar su belleza a la multitud y les brindaba un placer visual, que si bien podía estar acompañado por una interesante charla, era lo primero en lo que iban a reparar. El caballero comprobó, al ver el rostro descubierto de su quería anfitriona, que ella podía ser la mujer más hermosa del desierto, sin la necesidad de embelesar a la multitud con la belleza aparente que brinda un hermoso rostro y un esbelto cuerpo.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La vorágine.

Un ligero haz de luz se empozó en sus párpados, lentamente fue retornando a la realidad y con sorpresa notó los ojos que sin fatiga le miraban con determinación, suavemente, mientras sus labios bajaban por el pectoral, aquel mirar dulcemente se mantenía estático; como un cazador, ella disfrutaba contemplando las reacciones de su presa…

Con un súbito giro se sentó en sus piernas,  desnudas se mezclaron confundiendo –y fundiendo- el tacto, sus manos se aferraban en sus hombros, él con energía involuntaria se perdió dáctilmente entre su ondulado cabello. Sus labios se acercaban y la humedad de éstos brindaban paz ante el sofocante calor del mediodía. Él se sentó, la alzó sobre su cuerpo,  fundiéndose con el deseo, besó su piel hasta descubrir el origen mismo de su nombre, recorrió con su lengua la caucásica crisálida que encantadora los mortales llamaban piel, la aterciopelada cárcel de un espíritu ávido de tacto, sus prisiones de carne y encanto.

Inmerso en los médanos palpitantes, decidió regresar a la tentadora tierra llamada mujer.

Exploradores

Ella se ha despertado por el calor asfixiante de la tarde, a su lado, el cuerpo de él respira con fuerza, y su piel se estremece inconscientemente cuando las yemas de los dedos de ella lo recorren en longitud. Tocarlo es una necesidad, no un impulso y son sus labios los que lo despiertan cuando en firme propósito lo llaman al rozar su piel.

Poco a poco se fue acercando y con una sonrisa, lo fue invitando a continuar el discreto cortejo que más tarde los llevaría a la escena anterior. Sus piernas desnudas se encendían con la luz del medio día y sus manos pavoneaban su pelo ondulado, pelo fue su lengua al humedecer sus labios la que le invitó a posar sus manos sobre su cuerpo inundado por el deseo. Y él, él que la deseaba también no encontró una razón por la cual no explorar tan tentadoras tierras.

Una Sonrisa


En ese desolado terruño donde los sueños de los niños se desmoronaban más fácil que los sueños de los adultos. Vivía un joven de apariencia gañanezca, era Angris Mená. Angris no era muy cortes para hablar de esto como una de sus más grandes virtudes, mas bien era algo que se le dificultaba. Razón por la cual sus vecinos no duraban mucho en el mismo lugar. Un día de otoño cualquiera, pensaría cualquiera, fue el día que para Angris más significó, pues en su pecho brotó una cálida sensación muy desconocida para él, se debió a aquel pálido, pero coqueto rostro, de esa joven que vivía a su lado, que cada vez que le saludaba a pesar de su gesto gruñón, ésta siempre le daba su mejor sonrisa.

Angris es una persona de lógica y razón, por lo que le intrigaba tanto ésta nueva sensación. Pasaron los días hasta que Angris reunió un poco de valor y cortesía, le saludo, ante éste inesperado saludo la pequeña dama se acerco, pues la curiosidad a veces puede más que el afán. Angris simulando la cortesía y amabilidad que nunca en su vida implemento con el prójimo le preguntó: “¿Se puede saber a qué debo la inexplicable sensación que me produce esa sonrisa suya que en ningún momento me he ganado?”. Ante tal pregunta ésta joven lejos de sentirse ofendida soltó una estrepitosa carcajada que desconcertó aun más a Angris que en su vida tal vez reír no era algo que se encontrara en su diccionario. –Señorita le exijo detenga ese sonido tan estridente yo solo quiero saber la respuesta a mi pregunta. La joven lo miro de nuevo con esa mirada que hacia brotar del corazón de Angris tal sensación tan lejana a cualquier razón o lógica a la que él era tan fiel. -Señor, desde niña se me ha dado el don de sonreír no importándome quien sea o por lo que sea, aun más cuando veo que en sus caras les falta la alegría de vivir que a mí me sobra-.

Dicho esto la pequeña dama sonrió alegremente de nuevo, cuando vio que el rostro de Angris mostró algo más que amargura, se retiro deseándole un buen día. Angris sintió que esa cálida sensación que sólo sentía en su pecho ahora pasaba por todo su cuerpo como si se tratara de la corriente enfurecida del río de aquel terruño. Angris se dirigió inmediatamente al espejo pues ésta sensación la tenía que comprobar con sus ojos y no creyó lo que vio, esa amargura que parecía tan suya esfumada y en su lugar una sonrisa, algo tan inaudito para él en su rostro, Angris solo pensaba en ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? –Todo esto lo causo esa mujer, pues bien, ella debe darme una explicación. Dijo Angris con voz angustiada.

De nuevo a la mañana siguiente la pequeña dama sacudió sus cimientos con esa sonrisa. Angris sentía como esa determinación que le había costado tanto reunir para sólo saludar se diluyó. La pequeña dama se detuvo de golpe y le miro fijamente a la cara y le pregunto: ¿hoy no parece usted el de siempre, veo que hay una sonrisa en su rostro, me alegra mucho poder saber que tras esa cara gruñona se encuentra un apuesto caballero? La pequeña dama se disponía a seguir su camino y Angris exclamó: ¿ésta cosa en mi cara la puso usted, quiero saber si puede hacer que sea como antes? La pequeña no lo volteo a ver, pero le contesto: si supiera que esa “cosa” como usted ha llamado a esa sonrisa le está haciendo daño, créame que le diría cómo, pero ya que no es así, que tenga un buen día señor.

De nuevo Angris se dirigió corriendo al baño, porque esa sensación que no lograba explicar era más que una corriente embravecida y que Angris ya no soportaba más. Ésta vez no espero al amanecer para ver a esa pequeña dama, esta vez espero en la entrada de su casa a pequeña dama. Cuando por fin la vio ella fue la que le saludo y se dirigió hacia él, cosa que para Angris se tradujo en un esporádico rostro enrojecido. –¿a que le teme?- indago con tierna curiosidad la pequeña dama. Angris sintió que no podía mirarle por mucho tiempo a los ojos, esa pequeña dama se le acerco y le dijo con picara gracia: ¿por qué simplemente no me invita a pasar a tomar una taza de té y me hace todas las preguntas que me ha querido hacer todo este tiempo? Angris sólo asintió con la cabeza y la pequeña dama le tomo de la mano para llevarlo adentro de su casa.

Una vez dentro Angris le pregunto: ¿Por qué cada vez que usted me sonríe ese manera y me trata de esa manera tan cortes, siento como toda lógica y razón no son suficientes para encontrar una explicación a esta sensación que me cambio totalmente? La pequeña dama tomo la taza con ambas manos y le dijo con esa sonrisa que le caracterizaba: ¿tan mal le hago sentir señor? Angris rápidamente lo negó con su cabeza y sorbió todo el contenido de la taza de golpe ignorando por completo que estaba hirviendo –entonces señor, ¿por qué siento como si le incomodara tanto?-no es incomodidad, sólo que no lo logro entenderlo y me lleno de frustración al no conocer la respuesta- entonces no es cuestión de entender mi buen señor, es cuestión de sentir, hay cosas que ni la razón ni la lógica podrán comprender, tal vez a eso debería añadirle el sentir, tal vez así se pueda sentir mejor, ¿no lo cree?

Tales ideas que nunca se pasaron por la cabeza de Angris en toda su vida lo hicieron en ese preciso momento, cosa que no paso desapercibida por esa pequeña dama que se levantó de su silla con la taza de té aun en sus manos y se puso en frente de Angris. De la manera más espontánea e inesperada, le dio un beso, un beso que causo que esa sensación tan indescriptible para Angris, se tradujera en un beso la forma más simple, pero a la vez compleja de lograr expresar amor.
Después de este evento pasaron muchos otros eventos, ese tipo de eventos que hacen que hoy después de mucho tiempo Angris visite a la misma hora en ese mismo lugar en el que un día por última vez una pequeña dama le quito la amargura y la soledad con una sonrisa.
Ad memoriam rei perpetuam de Yubian (Luna) Rodriguez

Por Diego Walker

El Diablo


Puede ser un buen camino, la linea curva que limita tu cadera -pensó en voz alta-.

-¡Excusame! ¡Me has has ofendido señor!

-En lo absoluto, mi boca me traicionó; pero, no me arrepiento, en tu cadera encuentro la atractiva ruta que ha de llevarme a una Isla de Ensueño, ¿Quieres bailar? ¿Quieres soñar? ¡Sé que quieres amar! Entonces ¿Por qué no?

Curiosamente el silencio empezó manar en el rincón de la cafetería, mientras tanto, paulatinamente las mejillas de ésta señorita se ruborizaban complacientes.

-Sí quiero bailar -dijo con voz temblorosa-

-¿Me temes? -preguntó con voz hilarante- ¡Pues deberías!

Rápidamente la tomó por la mano y acercándola le besó junto al oído, mientras su mano bajaba seductora por la cintura hasta la cadera le susurró: “No hay mejor forma de morir”

Y al compás del Mambo les abrazó el alba, le robó la vida.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Globos rojos

El sol se tornaba naranja a través de la ventana de su cuarto, y el alfeizar era una cómoda estancia para poner a volar sus sueños metamorfoseados en un globo de color rojo que imaginariamente tomaba su propio camino sobre los tejados, la serenidad que la invadía se hacía tan seductora que le aceptó la invitación a alcanzar ese globo rojo que se había vuelto tangible y la llamaba a despertar.
Las flores malva crecían por entre las tejas y el cielo se fundía en el horizonte dibujando elefantes blancos e imponentes baobabs, la seda de su vestido bailaba con el viento y dejaba al descubierto, furtiva e indiscretamente, la extensión de sus piernas a los espectadores del efímero suelo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

EL día que me quieras.

El día que me quieras…  seré un poeta y tú, amada mía, la musa de mis creaciones, el día que me quieras, las noches serán cortas, los amaneceres diáfanos, la vida una canción. El día que me quieras se vestirán de encanto los tenues tratos, nuestros labios palpitarán mientras cada abrazo se impregna de deseo.

El día que me quieras se llenará de algarabía el cielo y las nubes dibujarán tu rostro, contemplaremos atardeceres, caminaremos por los malecones…

El día que me quieras sabré, que amar espejismos nunca está de más.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Santa y terrenal ilusión.

Alguien me dijo un día que,  si mi espíritu andariego no encontraba descanso, mas que un alma libre sólo sería un ser sin hogar… Hogar me repito hoy, he amado el mundo, he besado el néctar dulce de cada virginal encanto, así mismo, me he embriagado  entre mieles fermentadas de amores experimentados.

Vivido, caminado, explorado…

Me pregunto hoy cuando la fe parece marcharse de mí, ¿Alguien podrá amarme en las mañana frías? ¿Serán sus brazos aquello que los poetas llaman hogar? No tengo dios alguno al cual rezarle, no encuentro Padrino que me ayude a convencer  ni sabio que me instruya en el amor, en ese campo que, entre bendito y arcano, desespera a los hombre libres, a aquellos que juran haber vivido en libertad.

Es ella lo sé, la más señora de las mujeres, la razón para detener mi camino, mi pensamiento más tangible.

No tengo dios a quien rezarle, pero sé que, si mi religión es la libertad, su vientre es el templo donde eximiría mi pasado, donde construiría un hogar, donde crecer y soñar sería una realidad.

He dado mi constancia y pasión; sin perder la razón día a día he buscado su tacto, matando aquellas banalidades que me impiden profesar en su nombre mi sensata libertad, aunque sus ojos sólo me han abrazado dos veces, son las dos ocasiones en las cuales me he mofado de la creación divina, porque a su lado lo demás es cotidianidad.

No sé aún su nombre, ni siquiera sé si ha de llegar, solamente puedo afirmar que mientras me quede aliento alguno, ¡no me mentiré! Y si en su tacto encuentro libertad, entonces tengo un motivo por el cual luchar…

Prometió que llamaría –no sé si lo soñé-, ahora, sólo queda esperar, y si aquel llamado no llega, que las estrellas sean testigos de mi despertar, ya que las santas ilusiones no son inmunes al amar.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Resurgir.

Cada vez que mis ojos notaban la decrépita faz que se asomaba en el espejo, una mueca de dolor expresaba mi alma, creo que desde aquel aciago día en que su mirada se desvaneció por siempre, mi rostro no evitaba esbozar un paupérrimo semblante. No he de mentir, ha pasado más de un año y aún en sueños le invoco, creo que logro recordar su aliento e incluso juraría que soy feliz, pero se ha ido, ha muerto; marchitado está su encanto primaveral, enterrado su cuerpo, negado su deceso.

Taciturno vagué por iglesias y bares, buscando consuelo u olvido –lo mismo da, nada hallé-. Creí por momentos que, continuar con mi vida era la mejor forma de honrar la suya; pero, las alegrías dejaron de ser plenas, de ser si quiera amables, incluso se hicieron una fantasía vulgar y equívoca, nada mal, nada mal para un proscrito, para un ser paria que adoptó ese estado cuando lo más sublime se desvanecía entre gasolina y metal.

Recé, recé, a todos los dioses, a cada deidad, buscando una absolución, tal vez un favor, tal vez un milagro… …sin importar las penitencias, las ofrendas, ni el ayuno, su cuerpo no ha regresado a mí, su cabello no me cobija en las noches frías, su ser no ha retornado de entre los muertos. ¡No más! ¡No más he dicho! Sólo es cuestión de Iniciativa…

Dicho esto, empacó unos libros sobre galvanismo, tomó una pala, una linterna y antes de salir de su habitación rompió aquel insensato espejo.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Tiempo de cambiar.

Siempre han de llegar los cambios, algunos implacables, otros generosos, avisando o de improviso; pues bien, es el turno de http://seducidosporlalocura.blogspot.com/ en ésta ocasión mediante un esquema de colores que contrastan con mayor fuerza, empleando caligrafías más gruesas, colores de mayor nitidez.

Quiero agradecer en Especial a Diego Walker, quien diseñó el Banner, a Anie, una grandiosa colaboradora, el apreciado ¡Gos! Por su paciencia y constancia, y en general a todos los que han permitido que éste humilde proyecto se lleve a cabo.

Diego Walker, nuevamente gracias.

Contacta a Diego Walker en:

criminallyinsane@hotmail.es 
diego.giraldo.s@gmail.com

El llamado de las cortinas

Las luces del día se marchaban del cielo, como despidiendo la jornada, a su encuentro se aglomeraron las nubes y los truenos llegaron con rapidez. Sería una noche fría y solitaria, así que puse la tetera a calentar. Me senté en el alfeizar de la ventana de mi habitación, con el libro de turno sobre mi regazo; sentía las gotas caer, cada vez con más fuerza sobre los cristales, cuando de repente, un estruendo sacudió el lugar.

En la sala, la ventana abierta de par en par, y las cortinas se sacudían por lo alto de la habitación, acudí a cerrarla, pero una aparición capturo mi atención. En la calle, frente a mi apartamento, se encontraba él, -no me estaba buscando a mí, no sabía dónde me encontraba-, fue lo único que pude formular mientras bajaba por las escaleras. Las gotas de lluvia que mojaban mi rostro se confundían con las lágrimas de alegría y sorpresa que emanaban mis ojos, lo invite a pasar.

Le pedí que se recostara sobre mi sofá, el agua aun le escurría por las ropas y no podía invitarlo así a mi cama. Le ayude a quitarse el pobre abrigo que llevaba y le alcance una manta. Pronto su cuerpo dejaría de temblar. Le alcance una taza de agua caliente con un poco de cicuta que encontré en la alacena, para ayudarle a relajarse. Prepare aceites para devolverle el calor a su pecho y a sus pies, y recordé lo que mi buen amigo Jean me dijo siempre sobre los enfermos: el cuerpo cálido y la cabeza fría.

Al terminar de preparar todo, y alternando suaves masajes sobre su piel helada, con trapos fríos que regularan la temperatura de su cara, pude verlo postrado sobre mi sofá, y cuenta de lo que estaba pasando en aquel lugar, eran mis manos cuidándolo de nuevo, velando por su bienestar, y al sonreír fue menester decir para los dos, que todo estaría bien.

Discurriendo entre realidades.

Vagaba lentamente, la noche había caído y sin dinero para regresar a casa el caminar mas que una opción se había consumido como un hecho. He de admitir que no siempre la razón y el sentido común van de la mano dentro de mí, empezaba a llover y para acortar camino decidí atravesar una hondonada, la cual al ascender desembocaba en un barrio de calles anchas y casas pequeñas.

El agua caía constantemente y sin piedad, cada vez más fuerte, el tiritar de mis huesos era un intento inútil; moribundo –e inmerso en pequeños delirios-  le vi aparecer, el agua recorría sus pómulos, se acercó a mí y me invitó a su hogar. Aquel apartamento olía a jazmín y manzanas, recostado sobre su sofá, envuelto en una cálida manta se acercó gentilmente, traía en sus manos una taza amplia que olía a almendras.

-Bebe.

Mientras el líquido bajaba por mi garganta percibí un sabor algo amargo.

-¿Qué es?  –pregunté adormecido-

-Es tu cicuta.

Con extrañeza empecé a ver como todo a mi alrededor ser hacia denso y oscuro, su voz cambiaba politonal e inmediatamente; moría, sentía la parca venir por mí, qué triste final el mío –pensé-, sin una sola moneda para darle a Caronte. Abrazado por mi deceso, inmerso en mi inevitable destino la revelación llegó a mí, me vi recostado sobre el sofá de esa habitación, mientras ella colocaba compresas frías en mi frente, con su cabello ondulante acariciaba mis labios, sus manos eran untadas por extraños aceites y luego frotadas fervorosamente contra mi pecho, sobre pies.

Su boca se acercó a la mía, besó mi mejilla, y como un ritual la vida regresó a mí, mis labios temblaban bruscamente mientras le oía decir que todo estaría bien, todo estaría bien…