En ese desolado terruño donde los sueños de los niños se desmoronaban más fácil que los sueños de los adultos. Vivía un joven de apariencia gañanezca, era Angris Mená. Angris no era muy cortes para hablar de esto como una de sus más grandes virtudes, mas bien era algo que se le dificultaba. Razón por la cual sus vecinos no duraban mucho en el mismo lugar. Un día de otoño cualquiera, pensaría cualquiera, fue el día que para Angris más significó, pues en su pecho brotó una cálida sensación muy desconocida para él, se debió a aquel pálido, pero coqueto rostro, de esa joven que vivía a su lado, que cada vez que le saludaba a pesar de su gesto gruñón, ésta siempre le daba su mejor sonrisa.
Angris es una persona de lógica y razón, por lo que le intrigaba tanto ésta nueva sensación. Pasaron los días hasta que Angris reunió un poco de valor y cortesía, le saludo, ante éste inesperado saludo la pequeña dama se acerco, pues la curiosidad a veces puede más que el afán. Angris simulando la cortesía y amabilidad que nunca en su vida implemento con el prójimo le preguntó: “¿Se puede saber a qué debo la inexplicable sensación que me produce esa sonrisa suya que en ningún momento me he ganado?”. Ante tal pregunta ésta joven lejos de sentirse ofendida soltó una estrepitosa carcajada que desconcertó aun más a Angris que en su vida tal vez reír no era algo que se encontrara en su diccionario. –Señorita le exijo detenga ese sonido tan estridente yo solo quiero saber la respuesta a mi pregunta. La joven lo miro de nuevo con esa mirada que hacia brotar del corazón de Angris tal sensación tan lejana a cualquier razón o lógica a la que él era tan fiel. -Señor, desde niña se me ha dado el don de sonreír no importándome quien sea o por lo que sea, aun más cuando veo que en sus caras les falta la alegría de vivir que a mí me sobra-.
Dicho esto la pequeña dama sonrió alegremente de nuevo, cuando vio que el rostro de Angris mostró algo más que amargura, se retiro deseándole un buen día. Angris sintió que esa cálida sensación que sólo sentía en su pecho ahora pasaba por todo su cuerpo como si se tratara de la corriente enfurecida del río de aquel terruño. Angris se dirigió inmediatamente al espejo pues ésta sensación la tenía que comprobar con sus ojos y no creyó lo que vio, esa amargura que parecía tan suya esfumada y en su lugar una sonrisa, algo tan inaudito para él en su rostro, Angris solo pensaba en ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? –Todo esto lo causo esa mujer, pues bien, ella debe darme una explicación. Dijo Angris con voz angustiada.
De nuevo a la mañana siguiente la pequeña dama sacudió sus cimientos con esa sonrisa. Angris sentía como esa determinación que le había costado tanto reunir para sólo saludar se diluyó. La pequeña dama se detuvo de golpe y le miro fijamente a la cara y le pregunto: ¿hoy no parece usted el de siempre, veo que hay una sonrisa en su rostro, me alegra mucho poder saber que tras esa cara gruñona se encuentra un apuesto caballero? La pequeña dama se disponía a seguir su camino y Angris exclamó: ¿ésta cosa en mi cara la puso usted, quiero saber si puede hacer que sea como antes? La pequeña no lo volteo a ver, pero le contesto: si supiera que esa “cosa” como usted ha llamado a esa sonrisa le está haciendo daño, créame que le diría cómo, pero ya que no es así, que tenga un buen día señor.
De nuevo Angris se dirigió corriendo al baño, porque esa sensación que no lograba explicar era más que una corriente embravecida y que Angris ya no soportaba más. Ésta vez no espero al amanecer para ver a esa pequeña dama, esta vez espero en la entrada de su casa a pequeña dama. Cuando por fin la vio ella fue la que le saludo y se dirigió hacia él, cosa que para Angris se tradujo en un esporádico rostro enrojecido. –¿a que le teme?- indago con tierna curiosidad la pequeña dama. Angris sintió que no podía mirarle por mucho tiempo a los ojos, esa pequeña dama se le acerco y le dijo con picara gracia: ¿por qué simplemente no me invita a pasar a tomar una taza de té y me hace todas las preguntas que me ha querido hacer todo este tiempo? Angris sólo asintió con la cabeza y la pequeña dama le tomo de la mano para llevarlo adentro de su casa.
Una vez dentro Angris le pregunto: ¿Por qué cada vez que usted me sonríe ese manera y me trata de esa manera tan cortes, siento como toda lógica y razón no son suficientes para encontrar una explicación a esta sensación que me cambio totalmente? La pequeña dama tomo la taza con ambas manos y le dijo con esa sonrisa que le caracterizaba: ¿tan mal le hago sentir señor? Angris rápidamente lo negó con su cabeza y sorbió todo el contenido de la taza de golpe ignorando por completo que estaba hirviendo –entonces señor, ¿por qué siento como si le incomodara tanto?-no es incomodidad, sólo que no lo logro entenderlo y me lleno de frustración al no conocer la respuesta- entonces no es cuestión de entender mi buen señor, es cuestión de sentir, hay cosas que ni la razón ni la lógica podrán comprender, tal vez a eso debería añadirle el sentir, tal vez así se pueda sentir mejor, ¿no lo cree?
Tales ideas que nunca se pasaron por la cabeza de Angris en toda su vida lo hicieron en ese preciso momento, cosa que no paso desapercibida por esa pequeña dama que se levantó de su silla con la taza de té aun en sus manos y se puso en frente de Angris. De la manera más espontánea e inesperada, le dio un beso, un beso que causo que esa sensación tan indescriptible para Angris, se tradujera en un beso la forma más simple, pero a la vez compleja de lograr expresar amor.
Después de este evento pasaron muchos otros eventos, ese tipo de eventos que hacen que hoy después de mucho tiempo Angris visite a la misma hora en ese mismo lugar en el que un día por última vez una pequeña dama le quito la amargura y la soledad con una sonrisa.
Ad memoriam rei perpetuam de Yubian (Luna) Rodriguez
Por Diego Walker
Es tan sólo por amor que podemos cambiar y crecer así.
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