Sacó el reloj de su bolsillo derecho como un hábito, lo guardó sin fijare en la hora. Mentalmente recitaba de memoria todas las líneas previamente ensayadas frente al espejo, los adjetivos indicados que manifestaran admiración sin exponer su total enamoramiento se encolaban en orden preciso. Un vistazo rápido a sus zapatos de cuero italiano le mostraban que cada aspecto a tratar estaba concretado, definitivamente hoy se volverían a enamorar.
Cuando aquella dama se acercaba, la luz del ocaso dibujaba su contorno con majestuosidad, era más hermosa, mucho más hermosa que hace 15 años, cuando antes de partir le dejó una pintura y la promesa de un reencuentro. Había regresado a su Italia natal, estudió lo suficiente para terminar su carrera y respectivas especializaciones, la divina niña que con providencia anunciaba la hermosa mujer en la cual se convertiría, llegaba luego de tan vasto tiempo a cumplir su promesa.
Absorto ante tanta belleza cayó rendido ante sus pies, ella, gentilmente le sonrió y sin discurrir le invitó un café, así, luego de 15 años, cumplieron la promesa de volver a empezar.
Me gusta creer en la oportunidad de volver a empezar.
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