miércoles, 15 de diciembre de 2010

La mujer mas hermosa del desierto

Una fuerte ventisca de arena lo confino a adentrarse en aquella cueva de peligrosos caminos e inminentes desfiladeros, el sonido agresivo del viento no dejaba de retumbar en la entrada del lugar, pasaron horas estaba seguro. Cuando la calma era aparente, decidió salir a retomar su camino, temiendo mucho por su suerte, pues las indicaciones que le habían dado para no perderse, pudieron haber quedado enterradas metros abajo en las dunas.
El sol de la mañana ya se estaba ocultando en la planicie y siguiendo la línea de las montañas, se encontró con algo que no estaba especificado entre el paisaje del lugar. Una caravana de no menos de doscientas personas se reunían alrededor del fuego crepitante de una gigantesca hoguera. Todos, personas mayores, hombres, mujeres y niños; admiraban el embelesador movimiento de una señorita quien, según se fue enterando, era la más hermosa de toda la reunión.
Nadie se había percatado de su presencia, de su estado demacrado por la falta de comida, agua y descanso, hasta que un personaje se le acercó con un tazón lleno de exuberantes fresas, aquel buen samaritano era una joven señorita, creía él por el tono de su voz, pues un manto colorido le cubría de pies a cabeza. Le agradeció y se sentó junto a ella a contemplar a la mujer que bailaba a la luz del fuego. Ella le pidió que le contara su historia, él, a cambio, deseaba ver su rostro, en un inicio ella no estaba tan convencida de este trato, pero gracias a la sonrisa plena de su compañero de velada.
Su historia no tardo más de cinco minutos en ser revelada, no había mucho que explicar de lo que lo había traído hasta el desierto, y en los ojos del caballero se podía notar el fulgor expectante, como si estuviera a punto de que le fuera revelada una maravilla. La señorita se quitó el velo que le cubría el rostro muy despacio, y ante él, negras cabelleras onduladas, cuya longitud parecía nunca acabar fueron presentadas, una tersa piel oscura se asomaba y contrastaba con los ojos verdes que llenaban de vida a aquel personaje.
Tras horas de observar la multitud, él caballero pudo concluir que estaba ante la mujer más hermosa de todo el desierto, quien no necesitaba hacerse propaganda, como su hermana, quien cada noche hacía notar su belleza a la multitud y les brindaba un placer visual, que si bien podía estar acompañado por una interesante charla, era lo primero en lo que iban a reparar. El caballero comprobó, al ver el rostro descubierto de su quería anfitriona, que ella podía ser la mujer más hermosa del desierto, sin la necesidad de embelesar a la multitud con la belleza aparente que brinda un hermoso rostro y un esbelto cuerpo.

1 comentario:

  1. La belleza más plena es así misma la más pura y humilde, al menos así la considero yo.

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