Ella se ha despertado por el calor asfixiante de la tarde, a su lado, el cuerpo de él respira con fuerza, y su piel se estremece inconscientemente cuando las yemas de los dedos de ella lo recorren en longitud. Tocarlo es una necesidad, no un impulso y son sus labios los que lo despiertan cuando en firme propósito lo llaman al rozar su piel.
Poco a poco se fue acercando y con una sonrisa, lo fue invitando a continuar el discreto cortejo que más tarde los llevaría a la escena anterior. Sus piernas desnudas se encendían con la luz del medio día y sus manos pavoneaban su pelo ondulado, pelo fue su lengua al humedecer sus labios la que le invitó a posar sus manos sobre su cuerpo inundado por el deseo. Y él, él que la deseaba también no encontró una razón por la cual no explorar tan tentadoras tierras.
¡Qué mejor amuleto que la compañía! tan salvajes tierras deben ser exploradas
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